Capítulo 5.

2473 Words
Mike simplemente estaba paralizado, jamás había escuchado palabras como esas que, aunque no fuesen tan fuertes tenían un gran impacto creando una situación tan diferente que en cuestión de segundos el ambiente podía cambiar de algo tan básico como una charla a un clima en su totalidad nostálgico. No sabía si debía decir algo, intentaba buscar las palabras correctas, pero nada fluía por su mente. —Apuesto que te sorprendí —Jane cambia la expresión haciendo parecer que solo lo comentaba porque sí—. Vamos —le golpea el hombro y es cuando le obliga a regresar de su mente—, no seas tan serio. No es como si tú tuvieses la culpa de lo sucedido —al verlo tan mojado y sin ganas de secarse ella coge la toalla que lleva en sus manos y se dispone a secarle el cabello. —No es necesario —ella le frota con suavidad hasta que nota su cabello medio seco y es cuando le deja. —Te lo dije —parece ser tan madura por momentos que Mike duda poder ser capaz de conversar con ella—, ahora eres mi responsabilidad y debes aceptar los cuidados que te dé. —¿Realmente debes cuidarme? —más que por el trabajo Mike creía que sus cuidados eran algo impuesto por ella misma. —Pues algo así dijo mi jefa —le contesta mientras se dirige a la cocina—, aunque de manera indirecta. Al ver que no puede quedarse en el mismo lugar Mike le sigue con timidez pues se encuentra en la casa de una chica desconocida. Para vivir sola es algo desordenada, la cocina es un desastre a pesar de que la vajilla e implementos de cocina estén limpios. —Realmente vives sola —coge un plato de la pequeña encimera que divide parte de la cocina y la sala. —Un desastre ¿Verdad? —ella buscaba algo en las alacenas. —Al menos está limpio —no se percibe ningún mal olor del sitio y el piso se encuentra reluciente. —Limpiar despeja mi mente del trabajo —parece haber conseguido lo que quiere en una de las alacenas, pero, aunque se para en puntillas no logra alcanzar lo que busca ya que se encuentra muy atrás a donde sus pequeños brazos no llegan. —Te ayudo —se acerca para darle una mano puesto que su altura es la indicada para la tarea. Al verlo con tal seriedad ella queda inmersa en su perfil masculino—. ¿Esto? —coge una caja con varias bolsitas de té verde. —S... sí —tartamudea con vergüenza y al recibir la cajita en seguida voltea la mirada a la cocina de su derecha. —¿Realmente puedo usar esa ropa? —le preocupaba en gran medida utilizar algo que de seguro para ella era un recuerdo. —Por supuesto —responde animada y le regresa la mirada—. Es ropa nueva, jamás fue utilizada así que no te preocupes por utilizar prendas de otra persona. Ahí está el baño —le señala la primera puerta del pasillo—, cuando salgas deja la ropa en la lavadora que se encuentra afuera y pondré a secar nuestra ropa. —Comprendo —sin realizar preguntas innecesarias coge las prendas de ropa de la mesa de la sala donde Jane las había dejado al entrar. Ingresó al baño, se desvistió completamente y al secarse se coloca la ropa que ella le cedió. Olía a nuevo por lo que ella decía la verdad, salió del baño y al cruzarse con ella Jane se le quedó mirando de forma distante. La tetera del té comenzó a sonar al estar el agua caliente, fue el único sonido que se escuchó para romper la tensión entre los dos. —Puedes dejarla afuera —ella señala la ventana que parece dar hasta un balcón techado donde ella tiene algunas plantas. En silencio se encamina y al abrir la ventana el frío clima le congela los huesos, cierra nuevamente la gran ventana al no querer que el agua se cuele a los adentros del departamento. Observa por instinto hacia su derecha y al final del balcón encuentran la pequeña lavadora donde mete su ropa mojada. Regresa de nuevo frente a la ventana, pero se interesa más por ver la variedad de plantas bien cuidadas que se encuentran a sus pies. Había desde pequeñas flores hasta plantas desconocidas que nunca había visto. “Para ser alguien que corre contra el reloj todos los días —pensó en ese momento. Se coloca de cuclillas para acariciar una planta con hojas largas que caen al suelo—, tiene tiempo para cuidarlas —se refiere a las verdosas plantas llenas de vida". Vuelve a erguir la espalda y observa el vasto y grisáceo cielo enfurecido de tristeza mientras azota la cuidad con fulminantes lanzas líquidas. Apoya los antebrazos en la baranda de seguridad y observa desde la altura del séptimo piso la cuidad y sus alrededores. Al cabo de unos momentos escucha como la ventana vuelve a abrirse y al voltearse se encuentra de frente con Jane y dos tazas de té que sostiene una en cada mano. —Está caliente —se queja y parece que una va a caerse de su mano. —Gracias —se acerca para quitarle el calor de una de las tasas. —Me gustan los días así —se acerca al barandal y respira profundo—. Aunque me hacen perder tiempo en mi trabajo. —No vienen mal los descansos —Mike no compartía dicho sentimiento puesto que suele escribir, aunque el cielo se esté partiendo en dos fuera de su casa. —Seguro que no te asomas en tu ventana cuando hay días así —las ojeras de Mike le dicen sin preguntar que él disfruta de estar encerrado alejado de la sociedad—. Tu encierro no deja que veas las hermosas cosas que el mundo nos ofrece. La melodía de la lluvia se escucha de fondo mientras ambos se encuentran hablando, es tan tranquilizador que Mike deja que sus piernas le lleven justo al lado de Jane para dejarse llevar por tan común y maravilloso espectáculo. —Ni cuando nieva a menos que tenga que salir —confirma las sospechas de Jane—. Es genial sentir que no hay nada de responsabilidad, así me siento cuando observo esta lluvia. —¿Quieres saber lo que pasó? —Mike tomaba un sorbo de su taza cuando la escucha decir eso deduciendo que debe referirse a lo sucedido con su novio. —¿Te hará sentir bien decirlo? —él gira a verla. Jane solo dejaba que el vapor de su taza de té se disipase con el viento. —Jamás lo he hablado con nadie —decía la verdad, se guardaba demasiadas cosas para ella misma. Cosas que sentía que podía decirle al joven escritor sin temor a ser juzgada, dejándose de una carga. —Todos necesitamos hablar —devuelve la mirada al frente y justo en ese momento ella lo observa con una sonrisa plasmada en su rostro. —Nada muy dramático —comienza diciendo—, una enfermedad del corazón. Fue hace unos nueve años exactamente. —Supongo que no había mucho que se pudiese hacer —no buscaba palabras de consuelo porque no iban a servir de nada y lo sabía. Solo quería poder escuchar, entender y luego ser capaz de hacerla sonreír. —Es una mierda —se queda observando su taza de té sin señales de que quiera beber un poco—, pero el mundo es así de complicado. Capaz de llevarse a las personas que amamos sin darnos una razón. —No creo que se haya ido —ella volvió a verlo confusa de sus palabras—, mientras puedas recordarlo siempre estará contigo. Todos vamos a morir, pero mientras estemos con vida debemos ser el motivo de alguien más. —¿Motivo? —aún no lograba entender. —El motivo de vida, de superación... —hace silencio unos segundos—. De sonrisas, y el motivo de que alguien pueda ver el mundo como algo diferente. Siempre seremos importantes para alguien, por eso no debemos fallarnos ya que de ese modo seremos la luz que alguien busca. —Realmente eres un viejito —le bromea a pesar de la seriedad de sus palabras. Pero tal demostración de madurez y sensatez era difícil de aceptar en un solo golpe, cuando nadie le ha podido ofrecer tales palabras de aliento. —No soy un viejito —replicó Mike—, solo quiero ayudar... —Está bien —interrumpe al acariciar su cabello nuevamente como a un niño pequeño—. Los adultos debemos lidiar con problemas que los niños no entienden. Se supone que debemos dar el ejemplo y ser fuertes, no creas que me doblego ante cualquier situación. Jane se acerca a la lavadora para encenderla y secar la ropa mojada que se encontraba dentro. Mike se toca el cabello como si quisiera sentir sus dedos nuevamente, pero es incapaz de proporcionarse la misma sensación que ella le ofrece. —Me haces ver la adultez como una etapa a la que me da miedo llegar —le sonríe, aunque ella se encuentra de espaldas. —Nunca deberías dejar de soñar como un niño —justo en ese momento enciende la lavadora. —Sí —borra completamente la sonrisa de su rostro—. Tienes razón. —Cuéntame algo interesante —ella regresa hasta el ventanal y se sienta justo al borde en el pequeño piso de cemento siendo Mike el único que permanece de pie. —¿Alguna historia? —tenía algunos relatos cortos en mente que bien podían ser de interés. —Sobre tu vida —añade Jane—. No una historia inventada, más como una historia real de tu vivencia personal. —¿Parece que llevo una vida interesante? —él sabe que lo único de interés en su día a día es su capacidad de rechazos de manuscritos en la editorial. —Pues no siento nada de gran importancia proveniente de ti —le analiza—. Es más, como la vida de un adolescente normal, no digo que sea algo lamentable pero no das la impresión de estar viviendo tu etapa. —Pudiste haber sido más suave —había dado justo en su débil corazón. —Vale, vale —se echa a reír. Bebió un trago largo del té que se enfriaba y deja que su garganta se remoje un poco—. ¿Has tenido sexo? —Mike, que imitaba la misma acción de Jane al beber té dejó que un poco saliera de su boca al casi toser de lo sorprendido que estaba de la pregunta—. Qué asco —se adentra en el departamento y al regresar trae consigo un pañuelo que cogió de la cocina. —Té lo agradezco —se limpia la boca y luego frota un poco la pequeña mancha que había dejado en la ropa. "Dios —se dice Mike—, no seas tan tonto. Nada haces con babearte frente a ella como un niño pequeño". —Deja te ayudo —al verlo batallar con la mancha decide serle de ayuda. Dejó su taza de té en el suelo y luego se acerca para coger el pañuelo de las manos de Mike. —Siento manchar tu ropa —al tenerla tan cerca es imposible no sentirse intimidado. Aún no se encuentra en la fase de su vida donde es él quien causa ese tipo de sensaciones en alguien. —Está bien —se nota tan pequeña que parece como si al abrazarla ella fuese a romperse. Sus labios finos invitan a Mike a hacer algo que probablemente no debería, aunque jamás viva con arrepentimiento de ello. —Mejor la lavo —se ofrece para que ella se aleje antes de que sea incapaz de contener el impulso que siente. —Sí —ella deja de frotar y levanta la mirada—. Una lavada simplemente la dejará como nueva y recién salida de la tienda. —¿Puedo besarte? —la pregunta salió de repente. Al verla sentía un cosquilleo que jamás había sentido, el impulso por querer lanzarse hacía ella incrementaba con cada latido de su corazón. —¿Qué? —suelta una risa tímida a medias justo luego de ver la expresión de Mike. —Lo siento —se voltea para observar al horizonte desde el barandal—, no sé por qué lo dije. —Bien —al principio Mike creyó que lo decía solo porque no había problema, pero el silencio que ella había dejado de por medio lo hacía pensar lo idiota que estaba siendo al realizar una pregunta como esa—. Bien... —volvió a decir—, puedes besarme si eso es lo que quieres. —Oye... —al voltearse ella se acerca hasta su cuerpo dejándolo con la espalda presionada a la baranda de seguridad. —Si es así como lo pides estará bien —se va acercando lentamente a sus labios, Mike sabe que no hay escapatoria. Lo único que resolvería la situación sería acceder con su propuesta, y para ello debía besarla. Antes de darse cuenta ya podía percibir la suavidad de los labios de Jane. No cabía duda de quien llevaba las riendas del beso, Jane era quien tenía más experiencia mientras que Mike solo se dejaba llevar por ella. De un momento a otro Jane palpó la entrepierna de Mike dejándolo pasmado de dudas. —¿Qué pasa? —le pregunta con voz seductora—. ¿No es lo que buscas? —Jane... Ella seguía tocando más y más, Mike no podía contenerse y esa dureza se comenzaba a notar entre la mano de Jane. El rubor de sus mejillas era innegable, y la confusión de que todo estuviese llegando hasta ese punto se hacía notar en su mirada. —Eres un niño —ella le deja y regresa a tomar su taza de té del suelo. Cuando voltea a verlo lo consigue petrificado de confusión—. No te conviene estar conmigo, por favor no intentes seducirme y tampoco te enamores. —Lo siento —agacha la mirada. —Tranquilo —le sonríe—, ahora deberíamos hablar sobre el trabajo y la manera de... Mike entra agitado en el departamento, coge su mochila y antes de que ella pueda detenerlo él ya se encontraba del otro lado de la puerta. Sale en su búsqueda, pero al verlo tan apresurado bajando las escaleras siente asco de sí misma y lo que le ha hecho. —No fue una acción muy adulta... —se murmura—, sigues siendo una niña estúpida.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD