—Si no te obligo no la traes —se quejó Paula al recibirlos en su estar luego de que alguien condujera a la pareja de recién casados hasta ese lugar—. Estás tan hermosa como siempre, dime, ¿te trata bien este robot? Ángela no pudo evitar sonreír ante la pregunta de su suegra; y se sintió un poco lamentable, pues ahora notaba todo lo que se había perdido y entendía muy bien la razón por la que sus hijos decidieron ser educados por su abuela paterna. Esa mujer era divina, lo podía saber con tan solo verla y con lo poco que había escuchado de ella: su interés sincero por una completa desconocida. Además, el robot que su suegra describía era algo que recordaba de su vida pasada, pero que, gracias a que decidió abrir sus canales de comunicación, en esta vida no conocía. —Estamos muy bien —

