—Que hombre tan desagradable —dijo Ángela volviendo a sentir nauseas, sentándose en uno de los sofás del recibidor en su oficina. —Tampoco me gusta mucho —resolvió Carlo sentándose al lado de su esposa, escaneando su expresión para detectar algo más que la evidente molestia. —¿De verdad es amigo de tu padre? —cuestionó la chica. —Son más bien conocidos —aclaró él—. Parece que es un emprendedor irremediable, tiene muchas ideas, y ha vendido unas cuantas, pero nunca ha hecho algo por sí solo. —¿Y son buenas ideas? Yo no le compraría ni el saludo. El objetivo de Ángela era expresar su clara oposición a ese hombre, pues tenía bien conocidas sus intenciones y lo que estas provocarían. —Creo que ha habido una que otra —respondió el joven—. Pero no pensemos en eso, mejor, dime ¿cómo te

