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El Alfa que me reclamó

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Blurb

Los hombres lobo existen, aunque no todos estén preparados para creerlo. Sus leyes se escriben con sangre, sus alianzas con cicatrices, y un vínculo sagrado gobierna sus vidas: la unión entre mates.Leanne Thompson siempre pensó que estaba rota, que su destino se limitaba a sobrevivir entre secretos que nunca pidió cargar. Pero todo cambia cuando en su camino aparece Thiago Williams, un alfa dominante, temido por muchos... y el único hombre al que no puede resistirse.Dicen que los mates están hechos para encontrarse.Pero, ¿qué ocurre cuando el pasado amenaza con separarlos?¿Y si los secretos de Leanne son más letales que la guerra entre manadas?🌙 El Alfa que me reclamó es una historia de deseo, lucha y redención. Un viaje marcado por el instinto, la sangre... y el amor capaz de desafiar hasta al destino.

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CAPITULO 1
El pitido del despertador sonó como si quisiera perforarme el cerebro. Estiré la mano desde debajo del edredón y lo apagué de un manotazo sin dignarme a abrir los ojos. Quería convencerme de que podía robarle cinco minutos más a la mañana, pero la voz de Jack, mi hermano, atravesó la puerta con la precisión de una flecha. -Leanne, son las ocho menos diez. No sonaba preocupado; más bien satisfecho de tener una excusa para fastidiarme. -Cinco minutos... -murmuré, abrazando la almohada. -Cinco minutos para que mamá se entere de que vas tarde. -Su voz se alejaba, y me imaginé la sonrisa triunfal en su cara. Me incorporé como si hubiera pisado un cable eléctrico. La luz que entraba por la ventana me golpeó directo en los ojos. Rocky, nuestro perro mestizo, estaba tumbado en el suelo, observándome con esa expresión canina que mezcla juicio y paciencia. Me vestí rápido: vaqueros del montón de ropa "limpia pero no doblada" y camiseta blanca. Coleta improvisada y algo de corrector para disimular la noche corta. No era el mejor look de mi vida, pero tampoco el peor. Bajé las escaleras de dos en dos, cogí una tostada de la encimera y ya estaba abriendo la puerta cuando Jack, acomodado en el sofá como si le pagaran por ello, comentó: -¿Desayunas o participas en una carrera ilegal? -En una carrera contra Bernard -respondí, y eso bastó para que entendiera la urgencia. Rocky ladró justo antes de que cerrara. El aire de la mañana estaba fresco, pero no me quedaba otra que ir en bici. El trayecto hasta el instituto era una mezcla de calles tranquilas, un tramo de parque con olor a hierba cortada y, al final, la acera saturada de mochilas y voces adolescentes. El cielo estaba despejado; demasiado luminoso para mi gusto a esa hora. Llegué con tres minutos de margen. Dejé la bici en el aparcamiento lateral y crucé el pasillo esquivando mochilas, charlas y algún "hola" rápido hasta alcanzar mi clase. --- Bernard ya estaba escribiendo en la pizarra, su letra inclinada y perfecta como si creyera que eso le daba más poder. Su tono, el de siempre: solemne, convencido de que las ecuaciones eran el centro del universo. Me dejé caer en mi asiento junto a Izan, que me lanzó una mirada de "¿y ahora qué harás?". -¿Te cuento un chiste? -le susurré, buscando distracción. -Vale -dijo, inclinándose un poco hacia mí. -¿Por qué hay gente que lleva sus gafas a la universidad? -Ni idea. -¡Para que se les gradúen! -Me reí antes de terminar la frase. Él se mordió el labio para no soltar la carcajada. Yo le di un codazo cómplice. -¿Se puede saber qué le parece tan gracioso, señorita...? -Bernard me miró con las cejas arqueadas. -Bond. James Bond -dije, grave. Media clase soltó carcajadas. -Basta. -Se cruzó de brazos-. Una pregunta. Si la aciertas, te quedas; si fallas, te vas con reporte. -Acepto -respondí, estirando los brazos como si fuera a entrar en un ring. Sin querer, golpeé con el codo a Izan en la cara. -¡Auch! -protestó. -Ups... -¿Qué significan las siglas S.O.S.? -preguntó Bernard. -Socorro... o sea: Sálvame. -Lo dije con toda la seguridad del mundo. Un segundo de silencio, y luego risas. Bernard suspiró. -Siéntese y cierre la boca. Y por una vez, lo hice. --- Diez minutos después, un monitor de pasillos apareció en la puerta. -Leanne, quieren verte en dirección. En la oficina, Jeff, el director, me miró por encima de las gafas. -¿Otra vez? -Vine a alegrarle el día -respondí, dejándome caer en la silla. Intentó no sonreír, pero perdió. -Sin castigo. Pero prométeme que hoy no incendiarás nada. -Lo prometo... si nada merece arder. Chocamos puños y salí. --- En el pasillo me crucé con Aiko y Ekane, que venían de la sala de música. -¿Has visto a la chica nueva? -preguntó Aiko. -No. ¿Es de las que sonríen mucho o de las que parecen salidas de un videoclip triste? -Más bien lo segundo -dijo Ekane-. La vi en secretaría con su padre. Cara de no querer estar aquí. -Perfecto. La adopto -contesté, porque esa era mi especialidad: acoger a los que parecían perdidos. Llegué a mi taquilla. Dentro, una nota arrugada de Aiko: "Trae postre o trae tu alma". La guardé y cerré con un golpe, sonriendo para mí misma. --- El comedor estaba tan lleno de ruido como siempre: charlas cruzadas, bandejas chocando y un olor dudoso a lo que supuestamente era pasta. Nuestra mesa estaba en la esquina, con Will y Ekane ya instalados. -¿Te castigaron? -preguntó Will, arqueando una ceja. -Nah. Jeff me aprecia -dije, robándole una patata sin pedir permiso. La puerta se abrió y entró Izan, seguido de Alexander. Corrí hacia él. -¡Alexito! -me abrazó y me robó el sitio, así que terminé sentada en sus piernas. -¿Habéis oído lo de la chica nueva? -preguntó Will, inclinándose hacia nosotros. -Sí, pero todavía no la he visto -dije. Aiko señaló hacia la barra del comedor. -Allí está. Pelo castaño, sola. Seguí la dirección de la mirada de Aiko y la vi: sentada sola en una mesa junto a la pared, inclinada sobre la bandeja y empujando la comida con el tenedor como si estuviera intentando resolver un problema complicado. El pelo liso, castaño, le cubría media cara; postura cerrada, como si quisiera pasar desapercibida. No lo pensé mucho. Me levanté con mi bandeja en la mano y crucé el comedor. -Hola -dije, inclinándome un poco para que pudiera verme la cara-. ¿Eres nueva? Levantó apenas la mirada, y su voz salió baja, como si todavía estuviera tanteando el terreno. -Sí... soy yo. -Ven, siéntate con nosotros. -Se lo dije como si no fuera una invitación, sino una instrucción amable. -¿No molesto? -Imposible. Créeme, Alex ya ocupa el primer puesto en eso -respondí, con una sonrisa que logró arrancarle una pequeña curva en los labios. Me siguió hasta nuestra mesa. Ekane se movió sin que yo dijera nada para hacerle sitio. -Soy Kyleigh -dijo al sentarse, todavía con esa cautela en la voz. -Ella es Aiko, Ekane, Will, Izan, Alex, Dylan, Mike... y yo soy Leanne. Puedes decirme Lea, Lele... o Su Alteza Real, si nos llevamos muy bien. -O Bunny -añadió Dylan, disfrutando demasiado de la broma. Le lancé una uva, que fue a dar directamente en su frente. Risas alrededor. Poco a poco, la tensión en sus hombros fue aflojándose. -¿Desde cuándo estás aquí? -preguntó Mike. -Hace poco. Me mudé con mi padre... cosas de trabajo suyo. -Pues bienvenida -dije, levantando la mano como si sellara un trato-. A partir de hoy eres parte oficial de la mesa. Entre bromas y comentarios cruzados, empecé a notar que, aunque hablaba poco, sus respuestas eran rápidas y con un matiz irónico que me gustaba. Su risa, cuando aparecía, era breve y casi tímida, pero sincera. Y había algo más... una forma de mirar alrededor como si evaluara cada rincón, como si no estuviera del todo cómoda dejando la guardia baja. La conversación siguió hasta que la campana anunció que la hora del almuerzo se acababa. --- La última clase del día era con Gregory, un hombre que parecía medir su paciencia en mililitros y que siempre estaba a punto de quedarse sin reservas. -Este fin de semana tendréis trabajo en equipo. Yo haré las parejas -anunció, provocando un coro de quejas. -¡Silencio! -golpeó la mesa con la mano-. Izan Smith con Akino Lin. -Señorito Smith... -murmuré en voz baja, provocando que Izan me lanzara una mirada asesina. -Leanne Thompson con... Kyleigh Williams. -¿Y quién es esa? -pregunté en tono teatral, girándome hacia ella. -Soy yo -dijo, bajito, con un destello divertido en los ojos. -Perfecto. Me gusta. Saqué el móvil y abrí el chat del grupo: LEA: Adoptamos a Kyleigh. Sean amables. WILL: ¿Amables tipo misa? LEA: Y tipo no robarle la comida. DYLAN: ¿Puedo seguir llamándote Bunny? LEA: Reportado. Vi que Kyleigh se inclinaba un poco para leer la pantalla. Levantó una ceja, medio sonriendo. --- Cuando sonó la campana final, guardamos los libros y salimos juntas al pasillo. -¿Cuándo quedamos? -preguntó, acomodándose un mechón detrás de la oreja. -¿En tu casa o en la mía? -respondí, con media sonrisa. Se ruborizó al instante. -Me refería al trabajo. -Yo también. Mañana a las cinco me va bien. -Te paso la dirección. Es por el norte, a las afueras. La única casa que hay. -Mansión de película de terror. Perfecto. Si veo un triciclo en el pasillo, me voy. Esta vez, su risa fue un poco más abierta, aunque todavía discreta. -No hay triciclos -aseguró. -Entonces estamos bien. Caminamos hacia la salida. Pasamos por la pared de trofeos; entre copas y fotos, una imagen de Jack, mi gemelo, sonriendo como si siempre supiera algo que yo no. -¿Ese es tu hermano? -preguntó. -Sí. Te caerá bien... hasta que deje de hacerlo. Afuera, un coche oscuro esperaba junto a la acera. -Mi padre ya está aquí -dijo, señalándolo. -¿Es muy... padre? -Es... protector. -Su tono me dio más información de la que probablemente pretendía. -Entonces mañana llevo galletas. A los padres protectores se les gana con azúcar. Ella sonrió antes de subir al coche. El conductor me evaluó un segundo antes de arrancar. Al llegar, Jack estaba en el sofá con la consola y Rocky roncaba a sus pies. -Llegas tarde -dijo sin apartar la vista de la pantalla. -Y tu insoportable -repliqué, soltando la mochila. -¿Porqué no fuiste a clase? -Estoy malito - Respondió con una tos falsa, sin apartar la vista del televisor. Lo ignoré, subí a mi cuarto y encendí la música. Mañana a las cinco, casa aislada en las afueras... sonaba como el inicio de una trama interesante. Pensé dejándome caer en la cama. ¿Qué es lo peor que podría pasar?

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