El claro del bosque estaba igual que la primera vez que estuve allí con Thiago: suelo húmedo, ramas que filtraban la luz como vitrales verdes y el mismo silencio que parece escuchar antes que hablar. Solo que ahora no era un secreto entre dos, sino un círculo de tres.
Me senté en el tronco caído. Thiago a la derecha, Kyle enfrente. Las manos me pesaban como si llevara piedras invisibles. No sabía cómo empezar. La verdad no es una frase corta; es un derrumbe.
—Lo que visteis en el puente… —empecé, y el aire se espesó—. No fue un accidente y no es nuevo tampoco.
Thiago entrecerró los ojos, sin interrumpir. Kyle apoyó los codos en las rodillas, esperando.
—Desde que recuerdo, la electricidad… —busqué palabras— vive en mí. No siempre sale, porque llevo esto —levanté la mano con el anillo b
