1. Una vida de engaño

1481 Words
—Hemos hecho todo lo posible, pero nuevamente el embarazo no siguió adelante. Su cuerpo parece tener dificultades para sostenerlo. Tal vez debería considerar que su organismo no está preparado para un bebé. Ya estaba acostumbrada a sentir aquel dolor insoportable de la pérdida, porque no era la primera, sino la tercera. Y no sería la última si insistía en querer llevar un bebé en su vientre. El dolor era el mismo, o quizá aún más insoportable. Agnes se dio la vuelta, dándole la espalda a la doctora y a su esposo, que estaba recibiendo las malas noticias, y dejó escapar unas cuantas lágrimas silenciosas. Cerró los ojos y apretó el puño contra su pecho. «Lo siento, bebé», repitió las mismas tres palabras que decía cada vez que los perdía, sin llegar a saber si era niño, niña, o quizá gemelos o mellizos. —Agnes... —Perdóname, Dorian —sollozó la mujer, sin atreverse a mirarlo—. No puedo darte lo que tanto deseas, no puedo darte hijos. Lo perdí otra vez. —Tranquila, ya está —su esposo se sentó a su lado, acariciando su hombro—. Sabíamos que esto iba a pasar. Agnes detuvo sus lágrimas y se incorporó en la camilla solo para mirarlo. —¿Qué? —Eso, Agnes. Ya van tres intentos, ¿por qué seguimos torturándonos? Te dije que dejaras de intentarlo. De todos modos lo ibas a perder y por eso no estaba tan ilusionado. —¿Cómo puedes decirme eso ahora, en un momento así? Lo miraba con dolor. Dorian solo se pasó una mano por el rostro. Ya no mostraba la misma agonía de las veces anteriores; ahora se veía cansado. —Lo lamento, pero solo estoy siendo realista. No puedes tener hijos, Agnes —le dijo, tomando sus manos—. Ya no quiero verte sufrir más, de verdad. Es tan duro para ti como para mí. ¿Crees que no te he escuchado llorar por las noches? Esto nos está matando, basta ya. Agnes abrió la boca para hablar, pero la cerró enseguida porque su esposo tenía razón. Estaba tan obsesionada con tener hijos, con formar una familia con él, que no se daba cuenta de cuánto los estaba consumiendo. —Lo lamento, yo... —se limpió las lágrimas con el dorso de la mano—. Solo me estaba aferrando a esta última esperanza, pero... ya vi que es imposible. No estaba pensando en ti y... —Oye, no te sientas culpable —Dorian la abrazó y le pasó la palma por el cabello, intentando consolarla—. Está bien, solo quiero que no te deprimas tanto por esto. Lo vamos a superar y, si nos estabilizamos económicamente, podemos adoptar, ¿no crees? —¿Adoptar? —Sí, un pequeño bebé al que puedas criar. Yo también sueño con tener una familia como tú, así que creo que esa es la única salida. Agnes quería tener los suyos propios, pero la vida estaba siendo tan cruel con ella que también lo vio como una alternativa. —Está bien, lo pensaré —murmuró, aferrándose a los brazos de su marido—. ¿Te quedarás conmigo? —Solo hasta que te den de alta —tomó su rostro entre las manos y besó su frente—. El jefe me necesita en la oficina; sabes que si falto un día me descuentan del sueldo. —Cierto. Pero está bien, yo descansaré en casa. El señor Thierren me dio unos días libres. Dorian sonrió y permaneció a su lado hasta que por fin le dieron el alta. La llevó a casa, le preparó algo de comer y la acomodó en la cama para que descansara, aunque sabía que no lo haría. Lo único que haría sería llorar otra vez por la pérdida de ese bebé que apenas tenía dos meses de gestación. ¿Qué más podía hacer él? Había sido decisión de ella intentarlo por tercera vez, aun sabiendo los riesgos. Sacudió de su mente cualquier atisbo de culpa, el resultado habría sido el mismo. En lugar de dirigirse a la empresa, como le había dicho a su esposa, Dorian puso el auto en reversa y condujo hasta una pequeña clínica privada. Antes de entrar revisó el mensaje que había recibido hacía unos veinte minutos y sonrió. Luego bajó con rapidez, mirando a todos lados con cautela. Apenas cruzó la recepción, una figura menuda corrió hacia él con un papel en la mano. Su brillante cabello rojo se agitaba mientras se lanzaba a sus brazos. —¡Mi amor! —lo saludó la chica, radiante—. ¡Pensé que no ibas a venir! ¿Qué te detuvo tanto? —Agnes perdió al bebé otra vez —resopló él. —Ay, amor, lo siento mucho —murmuró ella, haciendo un puchero que le arrancó una sonrisa—. Pero tengo algo que te animará. —¿Ah, sí? ¿De qué se trata? —¡Mira! La pelirroja le mostró los papeles mientras daba pequeños saltos de emoción. Dorian los tomó y, al leerlos, su rostro se iluminó. —Estás embarazada... —¡Y de gemelos! —gritó ella, abrazándolo con fuerza—. Estoy tan feliz, Dorian. Vamos a ser papás de dos angelitos. ¿Puedes creerlo? ¿Tú también estás feliz? —¡Claro que estoy feliz! —Dorian la levantó en brazos y giró con ella unos segundos antes de dejarla de nuevo en el suelo, ambos riendo—. No imaginas cuánto me has alegrado el día, Sabina. ¿Cuánto tienes de embarazo? ¿Y todo está bien contigo? —Según los resultados, dos meses. Y sí, los bebés están saludables. No había tenido muchos síntomas, pero como mi periodo estaba irregular decidí hacerme la prueba... ¡y sorpresa! —Dios mío, es un regalo del cielo —exclamó él, besándola con pasión. —¿Lo celebramos? Vamos a cenar. —Pero Agnes… —Horas extras, tontito —le guiñó un ojo—. Ella siempre te cree cuando dices que trabajas hasta tarde, así que no le des vueltas. ¿O acaso vas a dejarme sola en un día tan especial? —Por supuesto que no —la estrechó por la cintura y apoyó una mano sobre su vientre—. Iremos, quiero celebrarlo como corresponde. Y ya deberíamos ir pensando en los nombres, ¿no? ¿Crees que sean niños o niñas? —Eso lo sabremos más adelante. Por ahora, ¡solo disfrutemos! *** «Lo siento, cariño, hoy no podré llegar a cenar. Tengo trabajo extra en la oficina y me voy a tardar un poco. Come bien y descansa». Agnes leyó el mensaje de su esposo con un nudo en la garganta. Justo ese día, cuando más lo necesitaba, él no estaría. Aun así, no lo culpaba; hacía poco lo había visto preocupado cuando llegó el recibo de la luz con un monto demasiado alto. Ambos se esforzaban mucho, y ella lo sabía, así que solo respondió con un sencillo: “Entiendo, cielo. No olvides cenar algo”. Después de enviar el mensaje, se levantó de la cama y caminó hasta la habitación contigua. Allí, la tristeza la golpeó de nuevo al ver aquella pequeña cuna abandonada en una esquina. Cuando quedó embarazada por primera vez, habían comprado tantas cosas para recibir al bebé con ilusión, pero su mundo se derrumbó al perderlo. Lo intentaron otra vez y el desenlace fue el mismo. Ahora… nada había cambiado. Se llevó ambas manos al vientre plano, dejando escapar unas cuantas lágrimas más. Tenía que superarlo y dejar de luchar contra la corriente. Basta de dolor… al menos Dorian seguía a su lado, la comprendía a su manera, y con eso pensaba que podría salir adelante. —Sí… su amor es suficiente —susurró, sin imaginar que su realidad era una muy distinta y cruel. . . . NOTA DE AUTORA: ¡Buenas, buenas, venenosas! 💋 ¿Cómo están? Estoy súper emocionada de presentarles este nuevo bebé literario. Originalmente iba para otra app, pero como allí no soportan tanto fuego, lo traje directo a nuestro nido seguro. 🔥 Por ahora, las actualizaciones serán un poco aleatorias, así que tengan paciencia conmigo. Ya saben que en mis historias nunca faltan los personajes tóxicos, las conductas inmorales, el drama intenso y, por supuesto, el buen sexo. 😏✨ Esta vez me animé a incluir algo que casi nunca escribo: una diferencia de edad entre la protagonista y el protagonista. ¿Listas? 💜 Añadan la novela a sus bibliotecas y déjenme un lindo comentario. También me ayudan muchísimo con sus boletitos, ¡se los agradecería un montón! Y antes de irme, las invito a unirse al grupo de Facebøøk: 🖤Las venenosas de Niki🖤. Allí estaré compartiendo imágenes de los personajes y algunos pequeños spoilers. Sin más que decir... ¡nos vemos en la historia! 🖤
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