Capítulo 1

4289 Words
Retraída en el asiento del auto, abrazando mis rodillas con ambos brazos incluso cuando la opresión del cinturón de seguridad que me cruza el pecho comenzaba a tornarse dolorosa e insoportable, intenté dejar de pensar. En verdad, lo intenté. Mientras avanzábamos detrás de una vieja mini van, atrapados en el tráfico concurrido de un lunes por la mañana, centré las pocas energías con las que amanecí en mantener la mente en blanco, pero fracasé estrepitosamente una y otra vez. Desistí de tal idea al comprender que sería inútil, realmente nunca he podido apagar mis pensamientos, y en su lugar decidí canalizar todo lo que pasaba por mi cabeza, obligándome a concentrar cada gramo de mi atención en asuntos banales que carecieran de un trasfondo, lo cual tampoco dio resultados exitosos. Ni siquiera lograba seguirle el ritmo a la canción que sonaba en la radio, pese a que es una de mis favoritas. Mi mente es un caos en el que las imágenes fluyen de manera inconexa y apabullante. Los destellos de la noche anterior y parte de la madrugada me asaltan continuamente, uno tras otro. Soy incapaz de olvidar los eventos ocurridos en ese período de tiempo, quizá porque fueron tan inesperados que aún no termino de asimilar que no se trató de un sueño. He rememorado las mismas escenas al menos unas doce veces; tanto que comienzo a dudar de si estoy recordando cada detalle con exactitud o si, por el contrario, los he alterado inconscientemente al punto de desfigurar su transcurrir. “No recuerdas lo que pasó, lo que recuerdas se convierte en lo que pasó”. Una de las mejores frases que he leído en la vida. El auto se detiene en medio de un chillido junto a la acera, sólo entonces me percato de que hemos llegado a nuestro destino. Le doy un leve vistazo a la fachada de la casa al estilo victoriano que tan familiar me resulta a estas alturas, sin reparar realmente en ella, para luego dirigir la mirada hacia los asientos traseros, donde se encuentra una dubitativa Xanthia. De un rápido escaneo casi pude visualizar lo que estaba sintiendo, la angustia y el temor emanan de sus poros. Entiendo que esté asustada, yo también lo estaría sino conociera a su madre lo suficiente como para asegurar que es todo menos observadora, jamás notará que hay un aura extraña rodeando a su hija, ni siquiera aunque ésta se detenga a milímetros y le diga que algo anda mal. —Es tu parada, Xanthia— Collin elevó la vista hasta el pequeño espejo retrovisor, intentando dar con los ojos huidizos de mi mejor amiga. Al no lograr su cometido me miró de reojo como si esperara que de pronto tomara el control de la situación—. Eso significa que debes bajar. Xanthia se removió en su lugar. Tiene el cabello enmarañado, los mechones negros caen en torno a su rostro sin la gracia que los caracteriza, su piel luce más pálida de lo habitual, al igual que sus labios, semi círculos purpúreos se dejan ver debajo de sus ojos como prueba irrefutable del cansancio acumulado. Lleva puesta el pijama que le presté, de manera que sus brazos expuestos, cubiertos de manchas violáceas de extensiones irregulares, son fáciles de apreciar. Me pregunto si ya ha vuelto a ser la misma de siempre, o si por el contrario continúa bajo los efectos de alguna sustancia que ni ella podría identificar. Verla en esta situación me destroza, especialmente porque no sé cómo ayudarla. No es la primera vez que atraviesa algo similar, y de todas formas sigo sintiendo la necesidad de permanecer a su lado arraigada al pecho, temerosa de que al doblar la esquina alguien se materialice de la nada y vuelva a lastimarla. —¿Me prestas tu suéter?— la pregunta le surgió en un hilo de voz. Se veía profundamente afectada mientras rozaba con las puntas de sus dedos la tela de la prenda que mi hermano siempre deja olvidada en el auto—. ¿Por favor? Collin cerró los ojos una milésima de segundo, al mismo tiempo que un toque de dolor le contorsionaba el rostro, antes de cerrar el puño sobre el volante y volverse hacia la pelinegra. Sé que esta situación le causa tanto malestar como a mí, ambos apreciamos a esa chica de una forma que difícilmente podríamos explicar. —Sí. En silencio se cubrió el torso, apartando de nuestra vista aquellas espantosas marcas cuya existencia no podemos permitirnos ignorar, si bien lo hemos estado haciendo desde muy temprano. Lo que ella intenta es seguir pretendiendo que no hay un problema real sobre sus hombros, aunque es claro que no podría poseer una fantasía más ilusoria y auto destructiva que esa; vomitando a escondidas de su madre con el propósito de desintoxicarse, llenándose el rostro de maquillaje incluso para ir a dormir, cubriendo sus heridas bajo múltiples prendas y aislándose del mundo hasta que éste desista de brindarle algún tipo de apoyo. Aunque me cueste admitirlo esto ya se convirtió en un círculo vicioso, y me asusta porque en cada ocasión lo que trae consigo es peor. Anoche, cuando la encontré casi desnuda, siendo empujada de un lado a otro por un par de chicos ebrios que se burlaban y le pedían un beso, dejó de parecerme descabellada la posibilidad de que en esas condiciones Xanthia pudiera morir, y ni siquiera había notado todavía los golpes. Dejó de ser una de esas pequeñas experiencias que todo adolescente experimenta alguna vez. Y Collin, mi hermano, piensa igual, de lo contrario no estaría mirando a la chica con tanta fijeza. —Escucha, Xanthia, realmente no estoy seguro de si debería intervenir, pero de todas formas lo haré. Hoy no, por supuesto, tienes que recuperarte de toda esta mierda y entender que no fue irrelevante, como seguramente querrás creer. En cuanto estés mejor hablaremos, ¿ok? Porque no pienso permitir que te hieran y lastimen a mi hermana en el proceso. Sólo entonces mi mejor amiga decidió encararlo, con el semblante descompuesto. Se aferró al asiento con tanta fuerza que podría haber roto la tela. En ese momento mi corazón se resquebrajó otros cinco centímetros, y las lágrimas comenzaron a picar dentro de mis ojos, listas para salir en cualquier instante. Por Dios, Xanthia, mi Xanthia, la Xanthia que suele amenazarme con darme una bofetada cuando en su opinión soy «poco racional» no se parece ni un ápice a la chica temblorosa cuyos espasmos son incontrolables en el asiento trasero. —Heaven no está obligada a cargar conmigo— emitió débilmente, y entonces una gota se le escapó y comenzó a rodar por su mejilla. Ni siquiera se molestó en borrarla, lo cual me inquietó más, si es que eso es posible. —No eres una carga— pronuncié, odiando el hecho de que mi tono sonara poco estable— De verdad, Xanthia, no lo eres. Ella no me miró, sólo respiró hondo antes de girarse en su lugar para tirar de la manilla sobre la puerta. Quise cuestionarle si en verdad no le apetece tener compañía por lo menos otro par de horas, con la esperanza de que su opinión haya cambiado, pero observando lo erguida que estaba, intentando aparentar entereza, concluí que ya había construido un muro imposible de derribar desde el exterior. —Una semana. Es el tiempo que te daré. Xanthia no se inmutó, limitando sus acciones a cerrar la puerta del auto con brusquedad. En silencio admiré cómo se encaminaba hasta la entrada de su casa; se detuvo frente a la alfombra de “Bienvenidos” cinco segundos, tomó una profunda inhalación y se adentró al sitio, desapareciendo de mi campo visual en un parpadeo. —No puedes presionarla de esa forma. Me aseguré de inyectarle firmeza a mi tono. Collin fijó los ojos en el parabrisas, ausente. El único indicio de que me oyó fue la leve inclinación de su cabeza, casi imperceptible, en mi dirección. Al rato, cuando creí que no argumentaría nada al respecto, infló el pecho y se pronunció. —No quiero hacerlo, ¿pero qué otra opción hay? ¿Qué otra opción tenemos?— su mirada conectó con la mía y pude apreciar con total claridad la frustración que sentía—. Esa chica está siguiendo el camino más oscuro que podría elegir, y se niega a aceptarlo. Finge que es feliz, intenta hacerse creer que las cosas marchan de maravilla, que la relación asquerosamente tóxica que mantiene con aquel imbécil es su fuente de alegría, piensa que, si lo persigue a todas partes y se hunde en su miseria, podrá reparar algo que está irremediablemente roto. Entonces, dime, ¿qué nos queda? De alguna manera debemos hacerla reaccionar. Deseé con todas mis fuerzas debatirle, necesitaba refutar su mini discurso, pero no pude porque, vaya, pocas veces ha tenido tanta razón. Entonces opté por guardar silencio. Comenzamos a avanzar al tiempo que otra de mis canciones preferidas iniciaba en la radio, como si el mundo, o Dios, tratara de enviarme pequeños motivos para sonreír. Afuera la vida sigue su curso con frenesí, todos dan la impresión de tener prisa. Agradecí tal trajín, del cual apenas capto retazos antes de que mi hermano pase al siguiente trecho o doble en una esquina, porque poco a poco fui despojándome de las escenas que se empeñan en recordarme las desgracias de Xanthia. Para cuando nos detuvimos en el primer semáforo en rojo que nos encontramos, me preguntaba cómo haría una chica parada a las afueras de una cafetería para verse tan radiante a las siete de la mañana mientras yo siento unas fervientes ganas de hundir la cara en mi almohada. Súbitamente me percaté de algo importante. De hecho, yo también debería lucir medianamente decente porque justo ahora tendría que estar en la preparatoria, lista para afrontar el primer día de mi último año. Pero, por el contrario, estoy usando la ropa de la noche anterior y no traigo conmigo ni un solo cuaderno. Cuando Collin me sacó a rastras de la comodidad de mi cama apenas pude enfocarme un segundo en la realidad antes de que nos obligara a Xanthia y a mí a comernos un bol repleto de cereales. —Espera, Collin, ¿a dónde vamos? No me respondió. Parecía absorto en su tarea, pero por el escaso espacio que nos separa es ridículo suponer que no me escuchó. Le di un repaso a su postura, desde la rigidez con la que aferra sus dedos al volante hasta la posición tensa que por algún motivo se obliga a mantener, con el cuerpo inclinado hacia el frente más de lo necesario. Y descubrí qué es lo que pretende: ignorarme. —¿En serio?, ¿nos comportaremos como niños de cinco años? De nuevo, no contestó. Cerré los ojos un momento y preferí dejarlo correr, sumamente agotada. Alargué el brazo y le subí el volumen a la radio, con la esperanza de que la letra pudiera impregnarme los pensamientos. La duda de a dónde nos dirigíamos permaneció latente, pero asumiendo que no sería a la preparatoria me relajé en el asiento. En algún punto nos detuvimos. Creí que habíamos parado en otro semáforo antes de escanear el exterior y descubrir que nos encontrábamos dentro de un estacionamiento. Recelosa, observé los autos ubicados alrededor y reconocí el sitio. Por alguna razón Collin nos condujo hasta uno de los tres centros comerciales más importantes de la ciudad; yo diría que el más conocido por todos los habitantes. Es ilógico pensar que estamos aquí para una rápida sesión de compras, nunca lo hemos hecho y definitivamente él no querría premiarme por mi comportamiento si apenas consigue mirarme sin apretar los dientes. Antes de que pudiera cuestionarle algo ya había salido del auto. Vi que lo rodeaba hasta posicionarse a mi lado, lanzándome una mirada impasible a través del cristal no polarizado. Una parte de mí estaba segura de que lo más sensato, siendo que esta mañana sólo se ha compuesto de una larga sucesión de eventos desconcertantes, era permanecer tan pegada al asiento como ahora. ¿Para qué seguirle la corriente a Collin y pretender que su actitud hostil no me incomoda? Lo conozco lo suficiente, sé que cualquier palabra pronunciada por mí que lo exaspere será el detonante ideal para tres horas de discusión. Y la otra se hallaba demasiado extenuada para llevar la contraria, de modo que pronto me sitúe a su costado derecho, observándolo fijamente mientras él se aseguraba de cerrar las puertas. —¿Qué tramas? Giró sobre sus talones y se alejó a zancadas largas, pasando de mi presencia incluso cuando fue él quien me incluyó en sus planes. En la hilera de enfrente hay una joven pareja junto a un Impala 62, admirando cómo mi pregunta se la llevó el viento. Me sentí un tanto humillada, por lo que me apresuré a perseguir a Collin. Comenzaba a experimentar auténtica frustración. Siempre he detestado sentir que ignoro cierta información, especialmente si la cuestión se relaciona conmigo. Así como también aborrezco la sensación de sobrar. Durante las tres plantas que subimos sólo pude morderme la lengua al tiempo que incrustaba las uñas en las palmas de mis manos. Me movía con una rigidez impropia, tan contrariada que ni siquiera lograba enfocarme lo suficiente en los alrededores. Sólo sabía que, probablemente por la hora, no había nadie aparte de nosotros y un puñado de trabajadores caminando de un lado a otro. Al final alcanzamos la última planta, cuya ala este está ocupada exclusivamente por el establecimiento donde venden los dulces más famosos de toda la ciudad. Desde su fundación hasta la actualidad se ha ido forjando una sólida reputación en torno al local gracias a que su creador, el chef responsable de su éxito, se caracteriza por ser especialmente creativo a la hora de elaborar postres nuevos. En ningún otro lugar hay tanta variedad como aquí, al menos dentro del país. Y aunque adore cada maravillosa creación que he tenido el privilegio de probar, no entiendo por qué a Collin le apetecería pasarse por aquí justo ahora. Me sorprende que siquiera esté abierto. A medida que nos acercamos le doy un escaneo medianamente profundo a la fachada. Hay una entrada que consiste en dos puertas de cristal abiertas de tal manera que no le estorben a nadie que quiera entrar. La pared que divide el interior del exterior está compuesta por varios paneles de vidrio que van desde el techo hasta el suelo, de manera que es posible observar a varios metros de distancia todo lo que se ubica adentro sin inconvenientes. Hay varios mostradores largos dispuestos uno junto al otro, sobre los cuales se ubica una barra mármol en forma de L, exhibiendo enormes cantidades de pasteles, cupcakes, canastillas de frutas y envases rebosantes de crema. A la derecha, precisamente al final de la barra, se encuentra el área de las mesas y los baños. La pintura del lugar es bastante sobria; cada una de las paredes es de color beige, y el suelo se basa en cerámicas negras que le otorgan un aire bastante sofisticado al recinto. Una vez adentro noté que el ambiente en general resulta bastante acogedor, si bien posee elementos que dan una sensación excesivamente regia. Sólo hay un chico atendiendo, que no advirtió nuestra llegada por hallarse concentrado en la charla que mantenía con la única otra persona a la que se le podría ocurrir comprarse un donut tan temprano. Collin se situó a un costado del potencial cliente, apoyando las palmas de sus manos sobre la barra con tanta fuerza que atrajo las miradas hacia sí. Yo, muchísimo más cohibida y sin ánimos de enfrentarme a nadie, me oculté parcialmente tras él, agradecida de que su constitución física superara a la mía con tal magnitud. Con su gesto instauró un minuto de silencio bastante incómodo del que, quizá sintiéndose lo suficientemente elocuente, se deshizo también. —Vi en internet el anuncio de que buscan empleados, y vine por él. Durante el transcurso de la mañana he sentido la cabeza embotada, llena de múltiples cuestiones que apenas me han dejado espacio para analizar la realidad, y oír por fin el por qué estamos en el sitio menos pensado, lejos de lo que esperaba, sólo terminó por convertir las pocas ideas coherentes que tenía en una maraña de confusión. Hasta donde yo sé, Collin ya trabaja tres días a la semana como entrenador personal. ¿Quizá necesita incrementar sus ingresos? Bien, esa es una posibilidad, porque casi todos los días se queja en casa de que le gustaría poder cooperar más con los gastos, no obstante, ¿qué necesidad tendría de arrastrarme con él en su búsqueda de trabajo?, ¿acaso planea llevarme consigo durante el resto del día como castigo? Habían muchas preguntas aglomerándose en mi mente, esperando a que el turno de proyectarse les fuera cedido. Pero, entonces, a la voz de mi hermano le siguió una que consiguió acallar, casi al momento, incluso lo que yo pensaba. —Lo siento, el puesto es mío. Desde mi posición no puedo ver su rostro; apenas alcanzo a vislumbrar la parte posterior de su cuerpo, pero habló con tanta seguridad que no me sorprendería toparme con un semblante decidido. El chico misterioso ni siquiera miró a mi hermano a la cara, razón por la que probablemente el último mencionado entró en tensión. Collin suele ser de esos chicos amigables que caen bien sin intentarlo en verdad, pero de la misma forma puede volverse detestable si siente que es tratado con indiferencia. —Era. ¿O no,…— se tomó un segundo para leer la identificación en el uniforme del vendedor, quien parece repentinamente nervioso—… Charlie? —Me temo que, para cuando ustedes llegaron, ya discutíamos los términos básicos del contrato. —Una lástima, Charlie, porque yo me temo que no he venido a recibir un «No» como respuesta. Mi hermanita aquí presente requiere de un trabajo con urgencia, y estoy seguro de que no encontrará uno mejor que éste. ¿Qué…? Como si alguien hubiera accionado un interruptor que pudiese apagar las funciones principales de mi cerebro, la mente me quedó en blanco. Por fin, después de incontables intentos fallidos no sólo el día de hoy sino también durante el resto de mi vida, logré algo que creía imposible. Y no porque hubiera tratado de hacerlo con mayor intensidad, no, sino debido a ese par de ojos que se anclaron a los míos con tal vehemencia que el mundo, ruidoso como es, se silenció. Sólo conseguí enfocarme en su mirada, que repasa mi rostro casi de forma analítica. No descifré sus pensamientos; honestamente estaba más interesada en el color de su iris y en la fluidez casi angelical de sus facciones, pero era obvio que me estudiaba. Se me vino a la mente un recuerdo, un recuerdo vago de las tantas enseñanzas que ha procurado transferirme mi tía. Ella es fiel creyente de que el amor entre dos personas puede surgir en un instante. Es decir, amor a primera vista, que bajo su explicación luce como un concepto más complejo y fascinante. Al ser observada con tanta intensidad se me dificultó rememorar con exactitud sus palabras, pero pensé en lo principal: Cuando dos miradas se conectan, en silencio, las almas pueden comunicarse de alguna manera codificada e incomprensible, y, si se reconocen mutuamente como dos partes hechas para encajar, surge la enigmática chispa del amor. Todo, absolutamente todo, en un breve instante. En un inicio aquella idea me sonó a un cuento fantasioso. Pero ahora, por absurdo que parezca, tenía la sensación de estar compartiendo un instante con ese chico. Y justo cuando me hice consciente del latir apresurado de mi corazón, él desvió la mirada. Como si eso no hubiese sido suficiente para explotar la extraña burbuja que nos envolvía, de pronto el castaño soltó un bufido. —¿Es una broma? Sentí algo, quizá en la base de mi estómago, que probablemente fuera una punzada. Pero preferí ignorarla porque de pronto se me antojó ridículo darle importancia. —Mira, amigo, en el anuncio claramente señalaron que necesitaban personal femenino. Y tú eres potencialmente un idiota, pero en absoluto femenino. —¿Quién te crees? Entras como si fueras el dueño del lugar y actúas en base a tal fantasía. No sé cuál es tu problema, pero con gusto te ayudo a solucionarlo. El castaño, que en pocos segundos me arrojó de la nube en la que supuse que ambos flotábamos, apretó fuertemente la mandíbula tras ofrecer una ayuda que desde cualquier perspectiva no lo es. Por primera vez decidió encarar a Collin, aunque hubiese sido mejor si jamás lo hubiera hecho. La tensión es casi paralizante, de manera que no atisbé ni a pensar en ponerle un alto al asunto. —Hey, chicos, este es un ambiente libre de hostilidad. Charlie hizo acopio de sus fuerzas para mostrarse autoritario. Sé que no me estaba hablando a mí, pero me observaba fijamente, como si de pronto algún detalle en mi apariencia le hubiera hecho reflexionar. —Charlie, dile a este imbécil que vaya a molestar en donde quieran darle atención. —¿Cómo me llamaste? Temí que de un momento a otro los músculos de Collin sufrieran terribles espasmos antes de explotar, porque jamás lo había visto tan tenso. Una parte de mí comenzaba a hacerse la idea de que toda esta incomprensible situación acabaría mucho peor de lo que me gustaría creer, básicamente porque nunca he sido buena deteniendo conflictos, cuando Charlie habló. —Eh, Theo, lo lamento. Pero en verdad sí estamos buscando personal femenino. —¿Qué? —El jefe dijo que podíamos contratar a un chico, si ninguna chica se presentaba. Odio decirlo, pero si ella quiere… —¿Qué demonios, Charlie? Me prometiste que podría trabajar aquí. De pronto, el joven detrás del mostrador pareció genuinamente desesperado. —Lo sé, y lo siento mucho. No tenía idea de que una chica querría el puesto, el anuncio se emitió anteayer y… —¿Entonces me harás a un lado? Para ese punto, me sentía diminuta. Aunque debía estar participando en la charla sólo fui capaz de quedarme estática y en silencio, reducida a una simple espectadora que no aportaba nada a la escena. Quise apoyar mi mano sobre el hombro del castaño, quizá porque a pesar de sonar bastante intimidante podía percibir matices de frustración es su postura. Pero, evidentemente, no lo hice. Charlie respiró hondo antes de expulsar una respuesta. —Prometo que te ayudaré a buscar otro empleo, ya verás que... Se interrumpió en cuanto le dieron la espalda. Sólo tuve un breve momento para apreciar las facciones contorsionadas del castaño, luego sólo sentí el impacto de su hombro contra el mío que, aunque fue leve, logró desestabilizarme a causa de lo inesperado que resultó. No lo vi cuando se marchó, apenas podía dar crédito al hecho de que me había empujado adrede, por muy delicado que haya sido el toque. ¿Pero qué le pasa? Yo no soy la culpable de sus desgracias, exceptuando el hecho de que indirectamente le robé el trabajo. Oh por Dios, ¿le robé el trabajo? Clavé la mirada sobre Collin. Una pequeña sonrisa le curva los labios, lo cual acrecentó la molestia que comenzó a bullir en mi interior. —¿Qué fue eso? —Eso, hermanita, ha sido una persona que no sabe perder— con una mano me revolvió el cabello, como si éste no estuviese lo suficientemente alborotado, y procedió a girarse hacia un afligido Charlie—. Oye, ¿te parece si terminamos todo este proceso mañana? Hay un par de asuntos que debemos discutir, pero en verdad estamos cansados. Tuvimos una noche larga. Le tomó mucho de sí apartar los ojos del sitio por el cual el tal Theo salió. Asintió ligeramente, como sopesando la pregunta, y después adoptó un aire más profesional y determinado. —De acuerdo, pero necesito compromiso por parte de ustedes. Se supone que mañana se incorporaría el nuevo empleado. Collin contestó algo, y la conversación se extendió durante varios minutos más, pero yo escuchaba a lo lejos sus voces. De repente me embargó un cansancio profundo, durante la madrugada no dormí más de dos horas debido a la agitación, y la idea de desplomarme sobre el suelo se me antojó profundamente atractiva. No sabía si era oportuno interrumpir la entusiasta charla acerca de un tema que no me interesa en lo absoluto, si bien es de mi incumbencia, para pedirle a Collin que nos largáramos. Sinceramente, el haber sido parcialmente contratada me trae sin cuidado. Ya tendría tiempo de pensar en ello. El trayecto de vuelta fue extraño, ni mi hermano ni yo hablamos, pero tampoco es que me encontrara ansiosa por dirigirle la palabra. También debía hacer un hueco en mi apretada agenda de descanso en la que pretendía sumirme para reprocharle a Collin su atrevimiento. Mientras llegaba a casa empecé a pensar inconscientemente en aquel misterioso chico con el que sentí una rarísima e inexplicable conexión. Lo más inquietante es que esa no fue la primera vez que intercambié miradas con un chico físicamente atractivo, y de todas formas nunca había experimentado algo tan... Complejo. Estaba en el asiento de vuelta a la posición inicial, abrazando mis rodillas con fuerza, y procurando mantenerme serena. El significado de lo que ocurrió me aterra, porque podría ser más profundo de lo que yo querría admitir alguna vez. No sé si en algún momento seré capaz de darle sentido a este día, pero espero que ninguna de mis teorías sea acertada. Tiempo, el tiempo lo dirá.   
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD