Mientras procesaba todo esto, él se limitaba a comer. Era evidente que le resultaba indiferente lo que estuviese pasando por mi mente. Me recompuse y me dispuse a continuar con mi interrogatorio.
- Si eres un ángel ¿Dónde están tus alas?
- Escondidas - dijo sin apartar la vista de su plato y a pesar de que sabe como esconder sus emociones, por la forma en que sus músculos se tensaron, fue evidente que la pregunta lo incomodó.
- Supongo que entonces conoces a Dios
- Pues si, le conozco.
- Eso quiere decir que tú eres bueno ¿no? - el ángel sonrió, lo que me hizo sentir incomoda y ridícula - es decir ¿puedo confiar en ti? - intenté buscar su mirada y lo conseguí, el dorado de sus ojos se movía con intensidad, su melena rubia se encendió por los rayos dorados, tal como le pasaba a la mía
