Un vuelo de ángel

1585 Words
El reloj de mi habitación marcaba la 3pm y el auto de Nick se encontraba estacionado frente a mi puerta. Ann se escogió un vestido de baño enterizo que resalta discretamente sus caderas. En definitiva su estilo es bastante recatado. Por otro lado, opté por un vestido de baño n***o de dos piezas y un pantalón ancho para resultar mi cintura. Solemos visitar seguido el club de playa, siempre hay buena música y buena compañía. Aunque a Ann le disgusta bastante el ambiente. Después de un largo rato de baile, una recién llegada captó mi atención. - Esto no puede ser real. - ¿Qué pasa? - me dijo Nick al oído. Su aliento en mi oreja hizo que los bellos se me erizaran. - De todos los sitios posibles vino a este club. - Me puedes decir de quien estamos hablando. Me giré para verle los ojos a Nick. - Es Cristy - apenas la nombré mi amigo soltó una carcajada. - ¿Qué te molesta? - contestó - No he dicho que me moleste - intenté disimular. - ¡Oh mira! Es Cristy - gritó Ann. Lo que provocó que Nick riera mas fuerte - voy a invitarla. - ¡No! - vomité la palabra - Pero ¿por qué no? - Seguro sus amigos la están esperando - ¡Pues no parece! - respondió, se escabulló entre la multitud y se dirigió a hablar con la morena. Pude sentir una semilla de odio creciendo en mi interior por la ilimitada amabilidad y efusividad de mi amiga. - ¡Sufre! - exclamó Nick distrayéndome de mis odiosos pensamientos - soporta lo que yo soporto a diario por tu amiga. - Nuestra amiga - le corregí. Es cierto que tras el paso de los años, nuestras personalidades se han vuelto opuestas y compartimos escasas cosas en común. Pero ¿Cómo te alejas de tú primera y única mejor amiga? - Soy tú amigo, no su amigo - las palabras de Nick fueron contundentes - pórtate a la altura, ya vienen llegando. - Hola - saludó la morena sin apartar su mirada de su objetivo... obviamente Nick. El joven solo asintió tímidamente en su dirección. - Bienvenida - contesté con una sonrisa hipócrita y me sentí disgustada por mi propia hipocresía. Pero tampoco estaba en mi planes tratarla mal. Aunque el plan no era del todo de mi agrado, el alcohol aplacaba la repulsión que sentía por la presencia de Cristy, la insistencia de Ann y la continuas risas burlonas de Nick. - Te tengo un regalo - susurró el ojiverde. Me llevó a una esquina poco transitada, me dio un beso en la mejilla y me entregó una bolsita que guardaba con recelo dentro de su billetera. Al volver a casa de mis padres, lo encontré aún tristes. Comí un poco del pastel de cumpleaños que compraron para celebrar y me encerré en mi habitación a dibujar un poco como era costumbre. Al tocar el pincel mi imaginación empezó a volar, los colores bailaron y las ideas mas locas quedaron plasmadas en una pequeña cartulina, que parecía demasiado pequeña para cargar con tantas emociones. Y sin tener a alguien que cuestione mis ideas salidas de lo convencional, guardé mi dibujo sabiendo que no volvería a salir de ese cajón lleno de secretos encriptados. No tardé en empezar a sentir mis parpados pesados, el reloj marcaba las 11 pm. Aún era temprano, pero ya mi cuerpo no quería hacer nada más. Organicé con dificultad lo necesario para el siguiente día y le permití al sueño embriagar hasta lo mas profundo de mi ser. En mi último soplo de energía observe en mi pared el paso de un rayo dorado. Me levanté de un salto, el sueño se esfumó y quede con los ojos abiertos como platos. Me sentí invadida por las náuseas, la habitación me daba vueltas, mi corazón latía tan fuerte que parecía estar buscando salida, mis ojos ardían como nunca y mi cuerpo empezó a temblar como si de un ataque de epilepsia se tratara. Las nauseas cesaron, pero fueron remplazadas por u fuerte dolor de cabeza que me fue dejando ciega a su paso. El golpe final llegó a mi espalda, una sensación indescriptible, me sentí apuñalada en la parte alta de mi espalda en el lado izquierdo y se desplazó hasta la parte baja de ese mismo costado. Grite tan fuerte como me fue posible, grite el nombre de mis padres, grite en busca de auxilio... estaba sola. El conjunto de todos los dolores me llevaron al aturdimiento absoluto. Dejé de escuchar, de ver y de sentir. en una arcada expulsé desde lo mas profundo de mi organismo todo lo que había acumulado y contemplé mi vomito en una esquina de mi cama y sentí una enorme paz que yacía desde mi corazón. Los dolores corporales desaparecieron en su totalidad, de nuevo, estaba sola en mi habitación. Me pregunté si se trataba del regalo de Nick y concluí que esa era la respuesta mas lógica. Hasta que el rayo dorado apareció nuevamente en mi pared, su proximidad era incomparable. Usualmente solo vagan por alguna pared lejana. De repente, la luz se detuvo y apareció un hombre frente a mi. El rayo desapareció y el miedo me paralizó. Mi mente me decía corre, pero mi cuerpo no respondía, no fui capaz de mover un solo dedo. El hombre llevaba un simple vaquero n***o roto y una playera blanca que se ceñía con recelo a su marcado abdomen, de su cuello colgaba una cadena dorada y con ella un dije que se escondía bajo su camisa, es de tez blanca pero bronceada y un pelo castaño muy claro, casi dorado que le llegaba un poco arriba de los hombros. Mientras lo registraba de pies a cabeza me topé con sus extraño ojos. Extraños porque en el iris parecían moverse, la lejanía no me permitió ver con claridad el color de estos, a veces parecían grises y a veces dorados. Además, de su melena brotaban unos singulares y finos mechones dorados. Al volver a verlo a los ojos, encontré que a su vez el miraba los míos y me sentí expuesta, como si lograse ver mi alma, mis aciertos y desaciertos, mis pecados, mis culpas y hasta mis vidas pasada. Su mirada leyó mi alma a plenitud y quedé desnuda sin estarlo. Jamás había visto a alguien tan perfecto como a él. Sin querer exagerar, hasta cada pequeño detalle de su cuerpo parecía pintado y moldeado con delicadeza y cuidado. - ¿Quién eres? - logré soltar sin darle rodeos al asunto. El hombre ladeo la cabeza y me vio con curiosidad. Me sentí como animal en zoológico, siendo observada y analizada con detalle. - ¿Quién eres? - insistí. El hombre esbozó un sonrisa ladeada, la cual me recordó instantáneamente a las sonrisas que recurrentemente esboza Nick en mi dirección. - Soy un ángel - soltó sin mas. Su voz me resultó bastante ronca y masculina. Quise contestar algo, pero nada se me cruzó por la mente ¿podría ser posible que me encontrara frente a un ángel? ¿Qué podría un ángel querer de mi? Ese pensamiento fue mi última ráfaga de lucidez que mi cuerpo soportó. El cansancio era absoluto y mi peso le gano a mis ganas de seguir consiente. La respiración se volvió irregular y la imagen del supuesto ángel se volvió borrosa. Suplique a mi cuerpo por un poco más de energía, pero el cumulo de todos lo eventos del día fue mas fuerte que mis deseos. Me derrumbé y sentí que todos los eventos recientes no era más que un extraño sueño lucido. Caí como plomo sobre el suave colchón de mi cama, sentí unas manos que me rodeaban y segundos después perdí el conocimiento. Desperté en medio de unas suaves sabanas que acariciaban con delicadez y calidez cada centímetro de mi cuerpo. El dolor de cabeza y las nauseas no se hicieron esperar, hice presión con ambas manos en mi cabeza en un intento por mitigar los daños, pero todo parecía perdido. Al abrir los ojos, los recuerdos de la noche anterior me golpearon acompañados de un torbellino de emociones. Quería pensar que todo había sido un sueño, pero al ver el lugar en el que me encontraba, supe que todo lo que había pasado, era real. Me incorporé apenas lo necesario para inspeccionar el lugar con mayor detalle y todo me resultó desconocido. Sin duda no estaba en mi casa, ni en algún lugar conocido. La habitación era amplia, demasiado amplia y muy ordenada y limpia. El blanco de sus paredes. muebles, sabanas y en sí de todo lo que se encontraba allí, lo volvía fría y poco acogedora. Abracé mis piernas en un intento por buscar algo de consuelo y apoyo en mi misma, pero no sirvió de gran ayuda. Allí no había ni una sola ventana, todo era luz artificial, fría y blanca luz artificial. Al poner un pie en el suelo, me di cuenta que era mármol. Sin duda, el dueño de tan frío palacio debía tener dinero para permitirse tales lujos. La cama era inmensamente grande e inmensamente cómoda, pero lo cierto es que en esta inmensa habitación parecía ser pequeña. Aunque intente levantarme, la energía con la que contaba era insuficiente y por eso decidí no luchar contra mi cuerpo y me permití dormir un poco más, sabiendo que al despertar tendría que buscar la manera de volver a casa.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD