Un mes después de mucho llanto, golpes y demás, finalmente estaba logrando dominar y entender mejor mis emociones. Siempre nos reunimos a la misma hora, pero no vuelvo a ver al ángel en todo el día. No hemos vuelto a desayunar, ni cenar, ni en general a compartir cualquier otro momento distinto al entrenamiento. Es una sensación extraña, porque siento que lo conozco un poco más, pero al mismo tiempo lo siento mas distante que nunca.
Además, si bien los entrenamiento me habían ayudado a escuchar mejor mis emociones, no era nada diferente a estar en terapia psicológica.
- ¿Está lista Señorita? - era Vic que disciplinadamente me acompañaba cada mañana al estudio.
Asentí, nos dirigimos al estudio y allí estaba él.
- ¿Estás lista?
- Antes de empezar, quisiera preguntarte algunas cosas.
