Capítulo 1. Más de lo mismo.

3611 Words
Capítulo 1 Más de lo mismo. POV Dominick Black Dos meses después… Poner en práctica lo que he aprendido no ha sido nada fácil. Las propuestas han venido por doquier, pero lo cierto es que no he encontrado lo que necesito, nadie tiene el perfil que deseo para ocupar ese lugar, llámenme exigente o lo que sea, pero si no encuentro lo que quiero, para qué malgastar mi tiempo y energía en algo que no funcionará. Si es por sexo hay infinidad de posibilidades para obtenerlo sin tener que adquirir un compromiso con la otra persona. —¡Dominick! Apúrate que sabes que odio la impuntualidad, no podemos llegar tarde— escucho la voz de mi padre, quien interrumpe mis pensamientos, está fuera de la cocina y no puedo creer que ni siquiera me deje tomar el desayuno en paz, resoplo un tanto cansado y es que la presión que él ejerce sobre mí, tiende a cansarme. Y sí, sé perfectamente que ya es momento de comenzar a asumir tareas más importantes en la empresa, que es mi legado y debo tomar las riendas, pero para él, el simple hecho de llegar un minuto tarde, lo trae de los nervios, y por ende, también me pone algo histérico. Creo que a veces se le olvida que él es el jefe y se comporta como un simple empleado más, no entiendo porque mierdas lo hace, solo sé que intenta enseñarme algo con eso. Tomo la taza de café, n***o y sin azúcar, tal como me gusta para quitar un poco la pesadez que traigo encima, aunque soy consciente de que para quitarme eso que siento, esta taza de café no es lo que quiero ni lo que necesito. «Necesito hallar a la adecuada, aunque quizá ya la encontré, sinceramente no lo sé, es que ella…» me reprocho a mi mismo. Paso las manos por mi cara para tratar de alejar el sueño, no he dormido más que una hora, y la verdad es que no puedo quejarme, la cena de anoche con espectáculo incluído, fue maravillosa, pero una vez más, eso simplemente no cubre todas mis necesidades. Lo que sucedió después de eso… eso sí que es algo digno de recordar y el motivo de mi trasnocho y de mi inquietud. *Flashback* La noche está siendo aburrida, mañana es un día importante en la oficina porque al fin mi padre ha decidido hacerme parte de las decisiones prioritarias que se toman en la empresa, ya que al fin y al cabo, él pronto se retirará. Me encuentro estresado, andando de aquí para allá en mi habitación y veo sobre la mesa de noche la invitación que recibí y no tomé en cuenta. Me acerco a ella y tomo el sobre por mera curiosidad, lo detallo, es n***o, sencillo y elegante. Lo abro y me sorprende encontrar una invitación sencilla a una cena que aparentemente no tiene ningún trasfondo, solo trae escrita la dirección a un restaurante y menciona una cena especial de tres tiempos, con entretenimiento incluído. Simple para las personas que no saben apreciar los detalles, cómo por ejemplo, el nombre, que no me pasa desapercibido. "Siluetas Nocturnas". «No pierdo nada con ir a pasar el rato» pienso en mi interior. Decido darme una ducha y me pongo un traje sencillo, tomo la invitación y salgo de casa, sin que nadie note mi ausencia. Subo a mi auto y recorro las calles de la ciudad pensando en cuál será el entretenimiento de la noche, espero que este valga jodidamente la pena, porque no voy a ir tan lejos solo para que todo sea un desastre. Llego al lugar, el cual aparentemente parece un restaurante común y corriente, bajo de mi auto y le entrego las llaves a un valet parking el cual está muy emocionado para mí gusto. —Con cuidado —le advierto y él solo asiente. Camino hacia la recepción y el hombre que me recibe me pregunta si tengo reservación, basta solo que muestre la tarjeta de invitación para que su actitud cambie por completo. —Lo siento señor, ya vendrá alguien a guiarlo al área VIP —asiento y no pasan dos segundos cuando una mujer en un uniforme un tanto diferente al de los demás aparece, para guiarme por el restaurante. Abre una cortina negra y solo deja el espacio suficiente para dejarme pasar, apenas la traspaso la cortina y entro por una puerta de metal, el ambiente es notoriamente diferente, tiene un aire más privado, más oscuro y menos… menos inocente. Me guían hacia una de las mesas que están ubicadas en el centro del lugar, muy cerca del escenario, por los altavoces puedo oír música instrumental que ameniza el ambiente. Me siento a esperar y al principio llega una mujer completamente desnuda, a servir el primer plato, ya que aquí el menú es parte de la experiencia y no puedes elegirlo, se acerca a mi pero no lo suficiente para irrespetar mi espacio personal, puedo apreciarla, porque si, tiene buena figura, pero el collar que tiene en su cuello me indica que no es una persona libre, que tiene dueño y eso la hace intocable, a menos que su señor decida compartirla, alquilar o vender sus servicios, quizá estaría interesado en un intercambio, claro, si yo tuviera algo de su interés. Me detengo en el primer plato, que tiene por nombre gemidos. Es algún tipo de almeja, obviamente algo afrodisíaco en salsa picante. Cuando comienzo a probarlo, unas luces rojas detrás de mí se encienden. Puedo apreciar una pared de cristal que muestra una habitación, y dentro de ella, está una puesta en escena interesante. Un trío… buen comienzo. Hay una mujer puesta en cuatro en medio de la cama, una posición que no puedo negar, me fascina, pero no está sola, mientras un hombre la embiste, practicando sexo anal, ella le hace una felación a otro. Veo el gesto del hombre y ¡Joder! Sí que está disfrutando de ese oral. Sé que esta escena debería causar algo en mí, pero lo cierto es que si no soy yo el que está disfrutando, si no está dirigido a mi, no me causa nada en lo absoluto. Veo como el hombre que la embiste desde atrás la toma del cabello y tira de él, acción que la obliga a detener la felación al otro tipo, porque su cuerpo reacciona arqueandose perfectamente. Desde mi posición puedo oír sus gemidos, aunque el cristal los esté amortiguando. Su rostro indica que está a punto de venirse y yo no dejo de divertirme con la escena ante mis ojos. El segundo hombre, al verse desprovisto de los labios de la mujer, toma sus pechos y comienza a hacerle una paja rusa, que puedo ver qué le encanta. Mi vista se desvía hasta ella, está cerca de venirse y justo en el momento que creo que lo hará, las luces se apagan y todo vuelve a ser oscuro. «Maldición, arruinan la diversión». La misma mujer que vino hace unos minutos, me trae una nueva copa de vino. —¿Se siente a gusto señor? ¿Desea algo más? —pregunta en un tono de voz bajo y calmado. —Gracias, así estoy bien. Ella se da media vuelta mientras yo saboreo mi vino tinto, y me doy cuenta cuan detallistas son, porque que la uva está en el punto perfecto de fermentación. El plato fuerte llega, es un salmón grillado con otros mariscos y espárragos asados. Lo llaman "Satisfacción". A un lado del lugar otra luz se enciende apenas los meseros abandonan sus lugares después de dejar el plato, esta vez es una escena un poco más preparada. En una cruz de San Andrés, tan común para mí cómo para muchos de los que estamos aquí, está atada una mujer, de manos y pies, completamente desnuda. Un hombre camina lentamente alrededor de ella, puedo notar que está descalzo y le doy crédito por eso, sonrío porque sé que lo hace para que ella no pueda detectar desde qué posición vendrá, ya que no puede oír sus pasos. Corto un trozo de salmón y lo llevo a mi boca, una explosión de sabores se desata dentro de ella justo en el momento que el hombre levanta una vara y le da de lleno en uno de sus muslos. El sonido que emite contra la piel, aunado a la explosión de sabores en mi boca, es una completa satisfacción para mí, y es hasta ahora que entiendo el nombre del platillo y la combinación del entretenimiento. Los minutos pasan y veo como ese hombre hace con el cuerpo de la mujer lo que se le viene en gana, y sonrío al ver cómo ambos disfrutan cuando él echa un poco de cera caliente entre sus pechos mientras que con la otra mano introduce tres dedos de golpe en su canal. No creo que la mujer resista demasiado, sus piernas tiemblan y si no es porque las ataduras la sostienen, ya estaría tirada en el suelo. La música cambia, y las luces cambian en toda la habitación, de blanco pasan a ser rojas, un rojo tenue y una voz seductora se escucha por todo el lugar. —Damas y caballeros, ha llegado el momento de disfrutar el postre, todos podrán apreciar con su vista, pero solo uno de ustedes tendrá la dicha de disfrutar con el tacto lo que se avecina. Hay silencio absoluto en el lugar, todos tienen la vista puesta al frente y me doy cuenta que me encuentro ansioso por saber lo que viene a continuación. I put a spell on You, en la voz de Annie Lennox, comienza a sonar por los altavoces cuando desde arriba del escenario comienza a bajar lentamente una jaula de metal, y en ella viene alguien muy distinta a las mujeres que se presentaron anteriormente, porque ella sí cubre su rostro en comparación con las demás y si está ligeramente cubierta. Sus movimientos lentos y al compás de la música me hipnotizan, presto atención a su cuerpo, el cual se balancea como si de una serpiente se tratara, una cobra astuta que atrae a su presa antes de devorarlo. La jaula aterriza suavemente en el suelo y ella la abre tomando una de las sillas vacías y llevándola al centro de la misma. Comienza a pasearse por el lugar, la música cambia sutilmente y la voz de The Weekend inunda el lugar. Puedo sentir la creciente erección que se ha formado entre mis piernas con tan solo su presencia, cosa que no había ocurrido antes. Paseo mi mirada por el lugar y puedo ver qué todos, hombres y mujeres tienen la mirada puesta sobre ella. Por el altavoz anuncian que su presencia es algo especial, ya que es la primera y última vez que se presentará y escogerá solo a un afortunado para que vaya a la jaula con ella. Las probabilidades de que esa persona sea yo, disminuyen cuando veo la cantidad de personas que hay, pero no pienso pasar desapercibido. Cuando pasa por mi lado, me yergo para que me note y sí que lo hace, porque desliza sus dedos por mi hombro. Ese simple movimiento hace que mi m*****o se sacuda de placer y el deseo de llevarme a una nueva presa a la cama esta noche para disfrutarla, aumenta. Mientras la música suena, ella sigue recorriendo el lugar y regalando sonrisas y caricias. Mi semblante se endurece al darme cuenta que no piensa regresar hasta donde estoy porque no he llamado su atención en lo absoluto. Se para en otro escenario más pequeño, un poco más alejado de mí, y comienza a bailar en un tubo. «¡Maldición! la quiero en mi cama, atada para jugar con ella un rato y después follarmela cómo me plazca». Ella baja de la tarima y comienza a pasearse una vez más por el lugar, desvío mi vista hacia mí copa y me bebo el resto del vino tinto de un trago, para pasar la frustración. Siento que una mano se posa delicadamente en mi hombro y me sobresalto un poco, ella la desliza por mi brazo hasta llegar a mi mano, se agacha hasta mi altura y en un tono de voz bajo, me susurra al oído. —Ven conmigo. Dejo mi copa a un lado y dejo que ella me guíe al escenario, en este momento me importa poco las miradas que hay sobre nosotros porque para mí solo existimos esta mujer que tengo enfrente y yo. Ambos entramos juntos a la jaula de dónde salió y ella me empuja hacia la silla. Humecto mis labios mientras paseo mi mirada por su cuerpo, la dureza entre mis piernas incomoda, ya que ansia su liberación. La música sigue sonando y ella se para frente a mí y guía mis manos por su cuerpo, puedo sentir su piel a través de la delicada tela de la lencería que la acompaña. Fija sus ojos directamente en los míos, y noto que son de un color caramelo, muerde su labio inferior mientras se va agachando y tocando mi cuerpo para quedar de rodillas frente a mí. Las ganas que siento de someterla, de dejarla a mi merced, se están saliendo de control. Ella me da la espalda y queda con su perfecto culo en pompa para mí. «Si tan solo pudiera marcarlo» es lo que deseo. Se da la vuelta y sube lentamente por mi cuerpo, posicionando su rostro tan cerca de mi m*****o. En ese momento alza su mirada y ¡Joder! Eso es todo lo que necesito para perder el control. Enrosco su cabello en mi mano, y allí, delante de todos, la acerco hasta mi rostro. Ella no se inmuta, lo disfruta, incluso sonríe, aunque en su mirada puedo ver algo más, ¿Temor?. Mi mano libre la acerco hasta su rostro, con mi pulgar acaricio sutilmente sus labios, provocandola, incitandola a jugar conmigo, y ella cede, abriendo su boca. Introduzco dentro de ella mi pulgar y siento el calor de su aliento cuando lo succiona. Haciendo que mi polla esté a reventar en este momento. Tiro de su cabello aún más y de su boca sale un pequeño gemido que me desespera. «Vamos Dom, mantén el control» me recuerdo a mi mismo. Me acerco lentamente hacia su rostro, aún teniendo un firme agarre de ella, paso mi nariz por su mejilla e inhalo profundamente. —¿Te gustaría jugar con la gente adulta? —susurro mientras la miro a los ojos. Siento como su respiración se hace más pesada, y en su mirada hay algo más que ese temor, podría decir que hay curiosidad, y es esa curiosidad la que nos llevará a explorar los gustos del otro esta noche. —No temas, no te haré mucho daño —sonrío—, solo tienes que decir que sí— la aliento. Baja su mirada y cuando vuelve a mirarme, ¡Demonios! Allí está otra vez esa mirada sumisa y tierna que puede llegar a enloquecerme. —Sí quiero. De su boca salen las dos únicas palabras que necesitaba para saber que esta noche será más satisfactoria de lo que ya ha sido. De mi bolsillo saco una tarjeta, la cual la llevará directamente hasta mí, y mientras me pongo de pie, se la meto justo en el espacio que hay entre sus pechos. —Búscame en la salida, no tardes o no te irá muy bien. Antes de salir de la jaula le doy una última mirada, es un riesgo lo que acabo de hacer, le acabo de dejar la puta tarjeta que debe entregar para retirar mi auto, si ella quisiera, simplemente se larga con él. Dejo unos cuantos billetes en la mesa para pagar la cuenta, mientras camino hacia la salida. Salgo del restaurante y me dirijo al valet parking. —¿Puedes llevarme al lugar donde estacionaste mi auto? — él frunce el ceño confundido pero al final obedece sin decir nada. Caminamos un poco, hasta llegar al lugar, él me tiende las llaves y yo lo abro pero le pido que espere. —Una chica vendrá con la tarjeta para retirarlo, tráelo hasta aquí y dale las llaves, pero no le digas absolutamente nada de mi presencia. ¿Puedo contar contigo? —lo miro fijamente y el chico palidece ante mi mirada. —Por supuesto señor —toma las llaves y se da media vuelta. —Espera —busco en mi cartera una buena propina y se la entrego — así como sé castigar cuando algo no está bien hecho, también sé recompensar un buen trabajo, toma —veo como su rostro cambia al ver la cantidad, vuelve a agradecerme y se marcha. «Ahora si, desde este momento comienza mi diversión». Me subo al auto y solo enciendo el aire acondicionado. Las luces están apagadas y enciendo el cronómetro en mi celular. Por cada minuto que se tarde, le daré un maldito azote en ese delicioso culo que me pone por completo. Me fijo en los segundos pasar, aunque soy impaciente y deseo que llegue ya, mi lado sádico se despierta queriendo que tarde para poder marcar su delicada piel. Al cabo de trece minutos aparece, minutos que se hicieron eternos, pero los cuales sabré cobrarme. Aún trae el antifaz puesto, viene acompañada del chico pero parece nerviosa cuando él le señala el auto antes de irse. Activa la alarma a distancia y se acerca a abrir la puerta del piloto, encontrándome en el asiento de al lado. —¿Por qué aún usas el antifaz? —es lo primero que sale de mi boca. —Eso lo hace más interesante —sin el ruido de la música su voz suena un poco más aguda de lo que pensé—, además, esto será algo de una sola vez, no tienes porqué saber quién soy. Niego. —No te confundas, aquí las reglas las pongo yo —declaro. —Y los límites yo —sonríe nerviosa. En este momento me doy cuenta de que ella es diferente a cualquier mujer que puedas conocer en algún bar swinger, en alguna red social de la comunidad, ella tiene el conocimiento, pero quizá no la experiencia. —¿Es la primera vez que haces esto? —ella asiente y mi m*****o aún erecto palpita —, entonces me aseguraré de que disfrutes esta sesión, tu conduces, sigue el GPS hasta nuestro destino, te llevaré a mi lugar secreto. Ella asiente y toma el mando del automóvil, lo enciende y sale del estacionamiento. No conducir es una estrategia para mí, aunque deseo tener el control todo el tiempo, estar de este lado me permite apreciarla por completo y jugar con su cuerpo desde ya para medir sus reacciones. Enciendo la música, aunque el trayecto no es muy largo, y la voz sensual de Julia Michaels sale por los altavoces. Estiro mi mano y tomo un mechón de su cabello, para enrollarlo en mi dedo índice. Me río internamente al notar como se acelera su respiración con tan solo este gesto. Deslizo mi dedo por su rostro para luego bajar por su cuello y clavícula, moviendo mi dedo índice con deliberada parsimonia. Desde mi posición veo como su piel se eriza y junta sus piernas, presionandolas un poco. «Joder, quiero arrancarle esa ropa ahora mismo». Me fijo en el camino y no hace falta demasiado, hago uso de todo mi autocontrol para no obligarla a detenerse y follarmela aquí mismo porque quiero disfrutar, quiero desquitarme esos malditos trece minutos que me hizo esperarla, eso sin contar el rato que pensé que no iba a elegirme a mí. Llegamos al edificio y le indico que avance por el garage subterráneo, desde allí tendremos más privacidad ya que ella rehúsa a quitarse el antifaz y podremos subir por el ascensor privado. Se estaciona dónde le indico y nos bajamos del auto al mismo tiempo, el sonido de sus tacones resuena por todo el estacionamiento y yo camino directamente hacia el ascensor para no tener que esperar demasiado. Las puertas se abren y ella entra justo detrás de mí. Espero que las puertas se cierren para hacer mi primer movimiento. Con una de mis manos tomo su muñeca, y con la otra rodeo su cuello, estrellándola contra la pared de metal. La aprieto un poco y veo como su pecho sube y baja rápidamente, en sus ojos no hay más que excitación y deseo, al igual que en los míos. —Acabas de venir sola, al departamento de un completo desconocido, a hacer cosas que pueden poner en riesgo tu vida si no sé manejarlas —hablo entre dientes mientras aprieto más mi agarre en su garganta—, qué sabes tú si disfruto haciéndote sufrir, porque créeme, de cierta forma lo hago. —Confío en qué eso suceda —habla con dificultad gracias a la falta de oxígeno y sus palabras me sorprenden a tal punto que suelto un poco mi agarre en su cuello, permitiéndole respirar mejor—no te tengo miedo, no sé porqué pero me inspiras confianza. Niego y me acerco a ella, pegando aún más su cuerpo al mío, no doy crédito a sus palabras, en definitiva ella es diferente, lo inexperta y arriesgada la hacen distinta, en definitiva, ella no es más de lo mismo, ¡Maldición! estamos tan cerca que puedo sentir el latido errático de su corazón. —No sabes lo que puedo ser capaz de hacerte pequeña —susurro en su oído con ganas de tragarme todos los gritos y gemidos que planeo arrancar de su boca. —Por eso estoy aquí, porque planeo averiguarlo.
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