1

831 Words
TRAILER: El negocio familiar Booktrailer oficial | w*****d: https://youtu.be/sCCwwRKVoqY El reloj marcaba ni más ni menos que las dos de la madrugada. Pero el deber me llamaba y después de una larga noche de ron tras ron, con la borrachera empezando a desvanecerse, me encontraba en chándal y medio desmaquillada paseando a mis perras por el parque más cercano a mi casa. Solo con esto, os podéis hacer a la idea de lo mucho que adoro a mis dos rottweilers hembra. Tormenta es el ser más cariñoso del universo, parece que ella no es consciente de su apariencia peligrosa y actúa como si fuese un adorable caniche, irónicamente le aterra el sonido de los truenos. Sombra es muy silenciosa y solo ladra en ocasiones muy especiales (como cuando piensa que estoy en peligro), le encantan los niños y la comida de los humanos, si no la detuviera estoy segura de que se suicidaría a base de chocolate. —¡Amy!—en cuanto oyeron que alguien se acercaba gritando mi nombre, mis dos ángeles de la guarda perrunos se colocaron en posición de ataque, lo que hizo que el joven encapuchado se detuviera y yo pudiese verle mejor. —Hola, Pedro.—era uno de mis 23 compañeros de clase en el grado de administración de empresas. Yo había ido a clase menos de diez veces en el último trimestre, estaba pagando demasiado dinero como para que me suspendieran y solo quería engrosar un poco mi currículum antes de entrar a trabajar en la empresa de mi tío. Mi tío por parte paterna es el dueño de una empresa que vende placebos, y con esto me refiero a la gran estafa que es la homeopatía. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que no es ciencia algo que se basa en que cuánto más diluido en agua esté el brebaje más potente será. La cuestión es que tenía una plaza garantizada como timadora profesional, pero antes de que engañar a los enfermos desesperados se convirtiera en mi forma de vida, me estaba tomando un descanso en esta ciudad dormitorio al sur de Madrid. —Ven, necesito que me acompañes a ver a un amigo, trae a tus perros.—parecía nervioso. —Una polla como la manga de un abrigo.— podría haberlo dicho más educadamente, pero no más claro. Era toda una experta en películas de terror y thrillers policíacos, ir con un tipo nervioso a aquellas horas no podía tener un buen resultado. —Mira, por ahí viene.—señaló un coche; ojalá supiese algo más de vehículos pero solo puedo decir que era n***o, alto, un poco cuadrado y parecía muy caro. Del coche bajó un chico moreno con los ojos castaños y vestido con un enorme abrigo blanco del que solo sobresalían cadenas doradas, con unas deportivas del mismo color y unos pantalones de camuflaje morados. Parecía todo un rapero frustrado o un pimp al que no respetar. —¿Eres Pedro?—él asintió.—¿Y tú quién eres?— se dirigió a mí directamente. —Apolonia.—él enarcó una ceja, no me giré para verlo pero juraría que Pedro también. —Apolonia...¿qué más?¿Lapiedra?— parecía haber pillado mi mentira, ya se me podría haber ocurrido el nombre de alguna actriz que él no conociera. —Bro, no te pongas nervioso, he traído casi todo el dinero.—Pedro interrumpió dándole al chico un sobre pequeño lleno de billetes grandes. Este los contó rápidamente y frunció el ceño. —Faltan doscientos, "bro".— dijo la última palabra con tono de burla, yo cada vez me arrepentía más de haber aceptado aquella última copa, me estaba costando seguir el hilo de todo.—¿No entiendes lo que significa la palabra "ultimátum"? Antes de que Pedro pudiera abrir la boca, el chico sacó un cuchillo dentado en forma de gancho y lo deslizó por su garganta a la velocidad del rayo. Mi excompañero de clase cayó al suelo como una cabra desde un campanario, y murió ahí mismo tratando de balbucear algo sobre no poder respirar (no me paré a comprobar sus constantes vitales, pero no había que ser Sherlock Holmes para darse cuenta). Sombra avanzó hacia delante y soltó un ladrido aterrador que rápidamente fue respaldado por Tormenta. El chico apuntó el cuchillo hacia ellas. —¡Espera!—le detuve con la mano, arriesgándome a perderla.—Nos iremos de aquí y será como si nada hubiese pasado. —Ni en tus sueños, princesa.— apartó el cuchillo y por fin pude volver a respirar, no como Pedro.—Al coche.— entré con mis perras sin ofrecer resistencia y vi cómo un hombre enorme bajó del vehículo para cargar el c*****r de Pedro en el maletero.—¿Te apetece algo de música, Apolonia? Encendió la radio y comenzó a sonar la novena sinfonía de Beethoven, jamás me había sentido tan cercana a la novela de Anthony Burgess.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD