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—Verás, no somos mafias, sino grupos criminales organizados. Nosotros solo trabajamos a nivel nacional, como una empresa, de ahí la homeopatía como tapadera.—Dante me estaba haciendo un resumen sobre el negocio familiar mientras se comía mi último paquete de galletas oreo con un vaso de gazpacho (mala combinación).—Cada grupo tiene una actividad principal y otras secundarias, pero colaboramos entre grupos, como subcontrataciones. Los colombianos a la coca, los marroquíes al hachís y los turcos a la heroína, los chinos a la p**********n y el tráfico de personas; los pakistaníes y sirios a la falsificación de documentos... —¿Qué hacéis vosotros?—no imaginaba a mi tío vendiendo costo en una esquina o conduciendo un camión lleno de personas. —Nos encargamos del transporte de la droga y blanqueamos capital, pero mi parte favorita es cuando hacemos de Robin Hood.— torcí el gesto.— Les robamos a los ricos; coches de lujo, joyas...—supongo que olvidaba la parte de dar a los pobres lo robado. —¿Eso es todo? ¿Nada de asesinatos por dinero? ¿No hay más gente con vosotros?— el concepto de mafia tipo la del padrino distaba mucho de aquello. —Los asesinatos son muy de vez en cuando... solo somos un grupo de gente bien situada, que mueve la mercancía hasta el resto de Europa o roba a aquellos que no necesitan todo lo que tienen.— dicho así, no parecía tan terrible.— El jefe montó el negocio durante la última crisis, cuando todos eran fáciles de sobornar. —Las crisis son buenas para delinquir...— murmuré casi para mí misma. —Bingo.—se recostó en el sillón y se quitó los zapatos.—Cuando acaba una guerra, los soldados experimentados quedan sin trabajo y acuden a nosotros.— hizo una pausa para comerse una galleta de un solo mordisco.— Y es fácil traficar con gente desesperada como los mejicanos que quieren ir a Trumplandia o los refugiados en Europa. —¿Vosotros no hacéis eso?— sonaba como un negocio muy rentable. —Por suerte, el jefe tiene un código ético muy claro.—se comió otra galleta, al parecer, hablar de este tema no le cerraba el estómago.— Te aseguro que nunca nos verás soltando una patera en medio del Mediterráneo. —¿Cuál es ese código?—tenía curiosidad por saber cómo de malvada iba a llegar a ser. —Son unas cuantas reglas, una mezcla del código de la mafia, el de los ladrones y el de los samuráis.—se apoyó en el respaldo de la silla y comenzó a hacer memoria.— Uno; prohibido mantener cualquier tipo de relación con la policía.—tenía todo el sentido del mundo, se perdería la poca confianza que había entre las bandas.— Dos; la violencia debe ser utilizada, aunque sea limitadamente, para infundir respeto.— aquello lo dejaron más que claro cuando mataron a Pedro.—Tres; no utilizar teléfonos salvo para acordar sitios de encuentro. —¡¿Cómo?!— agarré con fuerza el smartphone en mi bolsillo. —Hay que dejarlo durante las misiones, los únicos que pueden usar tecnología todo el tiempo son los encargados de la Deep web.—fruncí el ceño, seguro que no tenía ni Instagram.—Sigo con las reglas. Cuatro; No establecer una familia propia, aunque se nos permite tener amantes.—eso no era un problema para mí, no iba a cuidar de nadie más que de mis perras.—Cinco; respetar las promesas. Y la más importante. Seis; creer en la justicia pero no en la que emana de los demás, sino en la propia. No existen las tonalidades de gris en lo que se refiere la honradez y justicia, solo existe lo correcto y lo incorrecto. —Vaya...— aquello requería un verdadero compromiso.—Entonces... ¿Quiénes trabajáis para mi tío?— aún trataba de hacerme a la idea. —Yo. Dante era tan extravagante que difícilmente podría olvidarle. Tenía la cultura de un viejo bibliotecario, el aspecto de un modelo en Tumblr y la personalidad de un pirata borracho. No podía negarlo, me caía bien. —Carrie. Seguía dándome un poco de miedo, pero la admiraba. Debía ser una roca emocionalmente si había conseguido abrirse paso en este mundo. Aunque claramente me despreciaba, quizá solo quisiera apartar a la gente de su lado para que no pudieran ser usados en su contra. —Alex. Me parecía encantador, desearía haberle conocido en otra situación (como en el metro o cuando se cayesen mis libros al chocarnos tontamente). Parecía un alma pura y buena atrapada en el infierno de otro. —Atlas. Este fue el "genio" que me secuestró y asesinó a mi compañero de clase. Si no fuese por él, aún seguiría sin saber nada del negocio de mi tío y estudiando algo que no soportaba. Supongo que le estoy agradecida. —Poe. A este solo le había visto de espaldas, no tenía mucha información, pero nunca llegué a tenerla. Era todo un misterio del que solo oía conversaciones vanales en las que no se dirigía a mí y solo veía violencia. —Lysandra y Neo. Los dos últimos eran los piratas, trabajaban en la parte del negocio de la Deep web, aún no les había conocido. —Te olvidas de mí.
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