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750 Words
—Pero Amy es un nombre genial.— repliqué dando un sorbo a mi vaso de gazpacho.
—Lo sé, pero es tu nombre real y poco común, sería muy fácil rastrearte.— Contestó al tiempo que tomaba la última galleta. Fruncí el ceño y abrí la boca para poder mandarle a la mierda, pero sonó el timbre.
Una pena, porque iba a usar lo único que recuerdo de mi clase de latín "Canis matrem tuam subagiget", lo dijo mi profesor cuando se enteró de que no iban a renovar su contrato. No estoy segura de lo que significa pero contiene un perro y una madre, nada bueno. En fin, otro pensamiento perdido para siempre.
Me acerqué a ver por la mirilla y sonreí al reconocer a la adorable anciana que esperaba al otro lado de la puerta. Tenía el pelo blanco y corto decorado con pequeñas mechitas de color fucsia, unas gafas de diamante y una bata de estilo a******o (no sé si llamarlo kimono, ella misma lo había cosido y estaba hecho a su propio gusto).
—Amy, estaba preocupada.— era mi vecina de enfrente, una mujer encantadora.—Ayer te iba a traer unas galletas, pero no estabas.— ese era el intercambio que hacíamos, yo la ayudaba a subir las bolsas de la compra y ella me daba cosas que cocinaba (que era la única comida casera que tardase más de media hora en hacerse que entraba en mi piso).—Oh.— vi cómo sus ojos se fijaban en Dante. Era comprensible, no solo por lo guapo que era él, sino porque mi casa solía estar más vacía que mi corazón.
—Margarita, este es Lucas, uno de mis compañeros de clase.— él se atragantó con la galleta al oírlo, pero después vino a darle dos besos. Tampoco era tan increíble que viniera conmigo a clase, ni que fuera ingeniero para reaccionar así.
—Encantado...—murmuró con la voz ronca y entre toses, los terribles estragos de la galleta asesina.
—Bueno, veo que tienes compañía, así que te dejo estas galletas y me voy.— extendió la mano con una tartera pequeña y Dante la agarró al momento.
—Gracias.— dijimos los dos al unísono. ¿Me acababa de robar las galletas? Sí, rotundamente sí.
—Cuida de ella.— advirtió mientras cerraba la puerta, con un tono tan persuasivo que hasta yo decidí cuidar de mí misma. Eso fue un poco siniestro, pero juro que es una mujer fantástica.
—¿Cómo sabías mi verdadero nombre?— preguntó al cerrar la entrada. Entonces comprendí porqué había reaccionado tan sorprendido.
—No lo sabía.— alzó las cejas.—Supongo que tienes cara de Lucas.
—Eso no tiene ni pies ni cabeza, tú has estado investigando.— parecía ponerse más y más nervioso.
—¿Cómo?— frunció el ceño.— No es que seas lo primero que sale en Google al buscar "Dante", y he estado todo el tiempo con vosotros, no puedo haber contactado con la policía.
—Claro...— se sentó en la misma silla dónde estaba y abrió el tupper de mi vecina.— Perdona, es que era un poco sospechoso y mmmmm.— su frase se vio finalizada prematuramente por su reacción al morder una de las galletas. No pude evitar sonreír, era bastante fácil de sobornar.
Dante tenía razón, necesitaba un nombre en clave. Todos tenían nombres de personajes literarios y no iba a ser yo la excepción. Pensé en la última saga que me había leído, dónde la protagonista era joven, inteligente, fuerte, independiente y una auténtica heroína.
—Quiero ser Katniss.—literalmente querría ser ella (sin todo el asunto de nacer en Panem y tener que ser voluntaria en los juegos del hambre). Él asintió con una sonrisa.
—Excelente elección, aunque pensé que elegirías Lisbeth Salander.— señaló el ejemplar de Milenium que había en mi estantería.
Lisbeth era sin duda, otra de las nuevas caras del feminismo. Muy inteligente, llena de piercings y tatuajes, bisexual, punk-gótica, traumatizada desde la infancia... Tampoco nos parecíamos tanto, la verdad.
Si no fuese tan terca hubiera cambiado mi elección, pero preferiría llamarme Bella Swan antes que admitir estar equivocada.
Quizá Bella Swan se ajustase más a mí, era bastante torpe y a veces parecía realmente estúpida; pero tampoco era tan tonta como para literalmente "olvidar respirar". Le pido al cielo no ser la Bella Swan de esta historia, es mi mayor miedo.
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