Capítulo 15 - Siguiendo - La Vida que te Enfermo no puede Ser la Misma que te Sane.

1300 Words
Se desprende que, una voz que esperaba escuchar en ese lugar me susurró al oído cambiándolo todo. Estos cortaban, sea que venga, ya que el viernes me tocaba llevármela con la silla de ruedas para la casa, que quedaba como a 20 cuadras. Por añadidurita, en que empezamos la travesía para llevarla a la casa con la silla de ruedas y para acabar de completar, las calles estaban bastante deterioradas debido a la situación del país que estábamos pasando, Sea el atardecer, algo solas porque las personas se habían ido del país, bueno mientras la llevaba, tenía que hacer fuerza en algunos lugares difíciles para pasar la silla, ella se quejaba por la situación, diciéndome algo de "mala hija" por llevarla de esa manera. Pero gracias a Dios conseguíamos a personas en el camino que me ayudaban con la silla de ruedas y así ella no sufría tanto. A veces me decía que no quería ir los viernes, pero yo era constante y le dije que había que ir todos los días, puesto en la cartilla. La dureza de mi madre María, y su persistente rechazo a los viernes, me dejaban una inquietud. Ni tan lejo, sea que se vayan, porque habíamos pasado una semana en esto, hasta que se me ocurrió que el viernes nos viniéramos en buseta. Ya que la veía un poco más dura, mi abuela Emilia se enfermó de tensión baja de las preocupaciones que le daba mi madre María, A veces se ponía exigente, que no aguantaba el aire y que la sacáramos para la sala. La constante tensión en la casa, provocada por la mejoría física de mi madre María que venía acompañada de una creciente dureza emocional, estaba pasándonos factura a todos. El agotamiento ya no era solo físico, si no del alma. La tensión era insostenible, y la salud de mi abuela se deterioraba. Pero el verdadero impacto llegó cuando, en medio de su debilidad. Mi abuela Emilia me revelo un secreto que mi madre María había guardado con celo, un secreto que cambiaba el significado de cada "no quiero ir los viernes" De los cuales, seguí avanzando mientras esperamos conversábamos. llegaba mas personas que cubría la distancia que había dejado a mi madre María, por eso no quedaba tan sola. Así pasaron 5 minutos. Aquellos por la izquierda, avanzamos hasta la esquina donde ya se podía ver la entrada, hací que decidí irla a buscar y le avise a la señora que ya venia, ella dijo "ok "y me fui. Pero justo cuando me alejaba la señora de a lado me susurro algo que me detuvo en seco: "Ten cuidado con lo que busca, jovencita. A veces, lo que parece débil son los más peligroso, y los secretos.... no siempre quieren ser encontrados" Ni tan cerca, fue lo que me acerque a mi madre María. le puse la andadera para que se fuera apoyando y me ayudara a subirla. Mientras lo hacíamos, una señora decidió ayudarnos, y entre las dos levantamos a mi madre María. Su ayuda fue bienvenida, pero la advertencia de la otra mujer y el peso de las revelaciones de mí abuela me hacían ver a mi madre María con otros ojos. Su fragilidad física contrastaba con una nueva dureza en su mirada, una dureza que me recordaba a la expresión que Dela tenía cuando hablaba de Nardo. Unos deambulaban, esperando un rato mientras se le despertaba las piernas. Luego caminamos hasta la señora que había marcado, le dije que se quedara parada por más rato con la andadera que si se cansaba la sentaría. Pero no paso mucho rato cuando caminamos otro poco más y la señora me dijo ya que estábamos más cerca de la puerta, ve a sentar a tu mama cerca de la puerta mientras hace la cola. Su sugerencia era amable, pero la advertencia anterior y la tensión en el aire me hicieron sospechar. ¿Era solo una ayuda o una forma sutil de mantenerme alejada de mi madre mientras ella estaba vulnerable, expuesta a algún otro tipo de visita inesperada en el bulliceo pasillo del CDI? . Otros estaban, agradecidos a dios que había asiento de cementó, más cómodos para mi madre María, así que fui y la senté, mientras me devolvía hacia atrás en la cola a esperar. Luego cada 3 minuto avanzamos un poco más, así fue hasta que llegue donde estaba mi madre y luego la pase hasta que llegar a la puerta. Todo parecía normal, una rutina más en el tortuoso camino de la rehabilitación. pero justo cuando mis ojos se posaron en la entrada, una figura, sutilmente apartada del bullicio, me hizo dudar de la seguridad del lugar. Unas veces, ya era para entrar. Entonces la fui a buscar, y al verla cerca de la puerta, la pasaron de una vez y le colocaron una silla en la parte de adentro. La cortesía del personal era bienvenida, pero la presencia de esa figura en la entrada, apenas perceptible para los demás me ponía en alerta. Era como si la hubiera colocado estratégicamente, no para que descansara, sino para ser observada, o para observar algo, o a alguien. Otras veces, las personas sentadas empezaron hacer fila mientras esperábamos. Me dijeron que fuera hacer la cola y estuviera pendiente de que cuando se desocupara una silla la sentara allí en el asiento. La inexistencia en que yo quedara en la cola y estuviera mientras mi madre María, frágil y vulnerable, esperaba sola, me pareció extraña. ¿Era una simple organización o una distracción deliberada para que mi madre quedara sola y expuesta en un punto ciego de la entrada? El susurro de la abuela, sobre la caja y él, resonó en mi mente, llenando el ambiente de una nueva y perturbadora sospecha. Bien sea, así paso lo que hice enseguida, la traje y avise en la cola. Es más, hací la mude por toda las sillas hasta que paso por el cuarto de corriente con lampara y anotar en la cartilla. Ni una más, espera 10 minuto con la lampara en las piernas luego 5 minuto en las manos, después salimos de ahí para sentarla nuevamente en una silla y esperar para entran al cuarto de cama donde le median la tensión. Ni uno menos, le ponían otro aparato que anotaban en la cartilla y luego de ahí, en la misma habitación la pasaban a un maquina completa que desde los pies hasta el pecho pasaba rayo láser por 15 minutos. Los residentes que trabajaban en cada cuarto y espacio que ellos manejaban la guardaban. Todo el procedimiento era meticuloso, casi científico. Pero la presencia constante de los residentes, su forma de "graduar" y manejar cada espacio, me hizo sentir que mi madre no solo recibía terapia, si no también era parte de un estudio o algo más. Ya debemos, avisar al residente doctor, el cual vino a desconectarla y luego me ayudo a ponerla de pie, colocarle las sandalias, para pasarla a otra camilla y evaluarla nuevamente, anotando todo en la cartilla. De ahí, podía irnos. Después de una semana en ese procedimiento pasaría a los ejercicios que quedaban afueran cerca del escritorio de la amiga de Abraham que siempre nos saludaba cuando pasábamos adentro y se tomaba la molestia de conseguirnos una silla para sentarla. La transición a la nueva fase de terapia parecía un avance, pero la inexistencia en la amiga de Abraham, Ana, no hacía más que aumentar mis sospechas. Sea al amanecer, habían pasado 4 días y nos cambiaron el lugar de la cola para la parte derecha, donde la acera era más alta y podíamos sentar a los pacientes que eran nuestros familiares más cómodos. Ahora bien, las horas de llegada era 7 de la mañana, ya no teníamos que madrugar tanto y
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