En definitiva, como un vehículo de escape, una liberación de la extraña atmósfera del hospital, mientras viajamos, pensaba: "Sabe quien es tu gente?".
De ello resulta necesario decir, el primo Ruben nos ayudo a bajarla y sentarla en la silla de ruedas que habíamos prestado al suegro de mi hermano Duncan. En una palabra resumiendo, entramos a la casa y el primo Ruben opino ir a acostar la de una vez, nosotras dijimos que si, el la llevo al cuarto donde la acostamos, se quedo un rato conversando para luego irse.
Para cerrar la idea, mientras viajábamos pensaba, sabes quien es tu gente? Los que respetan tus limites, te valoran, defienden, que se disgustan contigo de frente y a tus espaldas te protegen, los que no se van de tu lado cuando resbalan, si no que te sostiene la mano mientras te levantas.
Como resultados en ocasiones ni si quiera te entiende, pero intenta hacerlo porque te quieren, exactamente que no es un juego, que no hay que fallarse, que van a todas y que están construyendo algo que solo pasa una vez en la vida. En total de esta manera salí de mis pensamientos cuando pude ver la calle de mi casa. Pero en el fondo de mi mente, se formaba un juramento silencioso: no olvidaría lo que había visto, ni lo que había sentido en ese hospital.
De lo que se concluye, después empezaron a llegar los vecinos a visitarla, algunos le traían una fruta y los demás lo hicieron los otros días. Hací pasaron 4 días, en lo que mi hermana Dela venia para levantarla, asearla y conversaba un rato. Por consiguiente, vinieron los nietos Llamaría, Adrián a ayudar a levantarla, bañarla hasta darle de comer a veces. En eso pasaron 6 días. Mi madre María estaba un poco mejor, movía su parte izquierda, hablaba perfectamente y conversaba con ellos por largo ratos. La mejora de mi madre María era asombrosa. ¿Era la casa, la compañía familiar, o había algo más en su recuperación que desafiaba la lógica, algo relacionado con el "nuevo tratamiento" y la partida misteriosa de los otros pacientes?
De lo que se sigue, así mismo después de la efusiva bienvenida, los familiares cercanos se fueron alejando, absorbidos por sus propias preocupaciones. Así que me apoyé en mi hermano Domini para levantarla y hacerle lo demás que le tocaba. Pero con el solo eran tres días de la semana, ya que los otro trabajaba por completo. Esto no viene a decir que me apoye en sus hijos, Sofi y Antony, que me ayudaba bastante. La carga se hacía pesada, y el miedo a que todo se desmoronara era constante
Se desprende que, la rutina era agotadora hasta que un día sucedió: mi madre María se nos cayó. Pero no llego al suelo. Ella, con una fuerza sorprendente y una coordinación impensables para su estado, nos ayudó a subirla, En ese momento solo estábamos los nietos pequeños y yo. Su reacción, ese acto reflejo de ayudarnos a levantarla, fue la prueba de que su mente estaba luchando. Literal, en vista de la situación, me puse a pensar en unas terapias.
Por si fuera poco, como los vecinos que siempre nos visitaban me habían comentado que el señor Lois, daba terapias muy buenas, lo converse con mis hermanos. Enseguida aceptaron, pagando por su trabajo lo que el señor dispuso, aunque no era muy caro y se le pagaba semanalmente. Abajo, comenzaron las terapias el lunes, su esposa tarjó una camilla y luego se fue a buscar a su esposo ya que el señor Lois era ciego. Acostamos a mama en la cama de espalda y empezó con las terapias. Haci pasaron 4 semana. La fe ciega del señor Lois se convirtió en nuestra única esperanza, sin saber que una cita médica estaba a punto de cambiar el rumbo de la rehabilitación.
Al fin y acabo, Junto, rehabilitación en casa, llego el día de la cita con el internista. Para nuestra sorpresa, era la misma doctora que la trato en el hospital. Ella le recomendó terapias en un sitio especifico, lo que nos llevó a decidir dejar las del señor Lois, que bastante había ayudado. La situación nos entristeció, pero la doctora nos dio un nuevo enfoque. Ala derecha, una vecina del frente, karis se emocionó con la noticia y nos prestó una andadera para que mi madre lo hiciera sola. Lo intento con muchos miedos al principio.
Abreviando, A la izquierda mientras mi madre María, intentaba dar sus primeros pasos con la andadera, un buen día se aparecieron mi abuela y mi tía de visita. Internamente, su llegada nos sorprendió. Las recibimos con lo que pudimos, se quedaron un rato conversando. Arriba, yo pensé que se iban a ir las dos, cuando me dieron la noticia que mi abuela había venido dispuesta a quedarse. La relación de mi abuela no era buena conmigo, debido a que nunca le prestó atención a mi madre, aunque mi madre María nunca dejó de visitarla. La abuela, la figura distante que no había estado antes, se instalaba en la casa. ¿Venia realmente a ayudar, o su llegada después de tantos años de frialdad, tenía un propósito oculto?
Al lado de mi abuela, nos turnábamos para ir acompañar a mi madre María, distribuidos entre 3 hermanas y 2 hermanos de mi padre. Aunque mi madre tenía 1 hija de otro matrimonio, la mayor, que no vivía con nosotros, pero siempre nos visitaba. Esa hermana, que rara vez aparecía, era una pieza en el rompecabezas de nuestra familia, y su ausencia o presencia, siempre venia cargada de un significado.
Cabe destacar, que mi abuela Emilia además de su repentina presencia al visitarla, mi madre María lo utilizaba su viaje para la hacienda, para vender sus productos de catalogo: donde venían cosas variada del hogar, maquillaje, ropa íntima, ropa casual, perfumes, zapatos o sandalias. Definitivamente, a veces ser fuerte no es una virtud... es una herida que aprendió a no pedir ayuda, debes estar dispuesto a sustituir ese viejo universo por uno completamente nuevo. Pero esa fortaleza, esa aparente normalidad, escondía una herida que la llegada de la abuela, y "negocio anteriormente" estaba a punto de reabrirla.
Lo que es peor, con la llegada de la abuela, mi madre se emocionó, se dispuso a darle más a la andadera, agarrarla todos los días, tratando de avanzar, aunque todavía le temblaba las piernas y los brazos, notándose el miedo que aún tenía. Cabe resaltar que, se la abuela se entretenía y me ayudaba bastante, pero la alegría de mi madre María era frágil, y sus ojos en ocasiones buscaba algo más que la presencia de su madre Emilia. Era como si mi abuela con su presencia hubiera desatado una nueva determinación en mi madre, una determinación que la llevaría a un nuevo nivel de riesgo.
Finalmente, mientras mi madre María se entretenía con la abuela Emilia, decidí convocar a los muchachos para las terapias que habían indicado. Así que ellos quedaron en poner el transporte, se convirtió en un punto de fricción en la familia, una pequeña g****a que, sin saberlo, se ensancharía hasta convertirse en una verdadera brecha. ¿Serian estas terapias la solución, o el detonante de nuevos conflictos que amenazarían la frágil paz familiar?
Definitivamente d***o remarcar, mi hermana Dela, en medio de la discusión por las terapias y el transporte, propuso hablarle a un amigo que hacía transporte y no era muy caro. Pero eso no fue todo: también dijo que su esposo Abrahán tenía una Amiga de secretaria donde hacían las terapias, y que mañana iría con él a ver si conseguía un cupo. La propuesta de Dela tan oportuna, me hizo pensar en la red de contactos que ella y Abraham tenía, una red que se