Capítulo 2: 100 Monedas

2761 Words
Combatir contra una persona que tiene habilidades extraordinarias a la hora de besar es una pérdida de tiempo, ¡No puedo ganarle! Sus besos se sienten realmente muy bien, tanto que cualquier mínimo roce de nuestros labios acaba con una desenfrenada batalla entre nuestras lenguas. Se supone que mi trabajo es provocarlo y seducirlo, he hecho esto durante muchos años, lo que creí me había convertido en un experto, sin embargo, ahora que nos estamos besando no puedo dejar de pensar en lo difícil que es controlarse. Mi cuerpo está cosquilleando, sus manos las deslizó hacia mi trasero donde comenzó a tocarme levemente, aunque era evidente la clase de intenciones que tenía en mente. Tenía que pararlo antes de que continuara, no podía dejarme llevar por el deseo de ser tocado por otro hombre, uno que para variar me resultaba muy guapo. Sus ojos al cortar el beso me provocaban casi tanto como sus labios, aquel carmesí brillante de su mirada me hacía sentir tímido, lo que me motivó a buscar una solución para este problema. —Debo advertirle una cosa antes de comenzar— anuncié, manteniendo mis manos sobre sus mejillas— el tocarme por delante no es una opción. —¿Por qué? —preguntó desconfiado. —Porque es un sitio que estoy guardando para mi futuro esposo— mentí, a lo que él sonrió. —Bien, por atrás también está bien. —Ni siquiera con las manos— insistí— además, lo haremos con las lámparas apagadas y sólo me podrá desnudar si así lo deseo. —Demasiadas reglas, ¿no crees? —Usted decide— le dije viéndolo directamente a los ojos— puedo irme ahora si lo desea. —No...—susurró acercándose a mis labios— sigamos. Sólo me alejé de sus brazos para acercarme a las lámparas de aceite y así logré quitar toda iluminación de la habitación, lo que nos permitía estar en completa oscuridad. Gracias a esto me quité el velo para que el besarnos fuese más sencillo, lo que también le permitió deslizar su mano a través de mi mejilla y me acarició con gentileza. Sus manos no eran violentas, usualmente los clientes borrachos buscan tocarme con desesperación, mientras que el Coronel parecía no tener prisa. Claro que, cuando deslizó sus manos por debajo de mi sostén, me sentí raro cuando comenzó a juguetear con mis pezones. No parecía importarle que no tuviese busto, él apretaba la zona como si con lo que había fuese suficiente, lo que nuevamente me logró incentivar. Estoy nervioso, esta es la primera vez que estoy dispuesto a estar con un cliente, al principio pensaba en irme una vez se durmiera, sin embargo, entre más me toca, un deseo incontrolable surge en mi cuerpo impidiendo que pueda pensar con claridad. Debido a mi inexperiencia no me animo a tocarlo como quisiera, siento que quizás es demasiado pronto como para tocar su entrepierna, aunque el sentirla contra mi trasero es extraño. Me gusta saber que está caliente, se está frotando contra mi trasero, sin siquiera importarle mi vestuario, uno que terminé apartando para que su erección se pudiese rozar contra mi trasero. Cuando se rozaba contra mi piel se sentía bien, puede que también los besos hayan tenido la culpa de que mi cuerpo se sintiera cautivado, ¡Estaba ansioso por llegar al final! No es que quisiera acabar con esto, es sólo que llevo toda mi vida soltero y desde que tuve la suficiente edad como para conocer de estos temas, desee probar lo que se podría sentir hacerlo con un hombre. ¿Qué se sentirá meterlo? ¿Dolerá? ¿Él será capaz de sentirse bien aun si no soy una mujer? Hay muchas preguntas qué deseo hacer, pero por supuesto que estas preguntas deben ser calladas, ya que no se puede enterar de que soy un chico. El tono suave de mi voz me permite pasar desapercibido, además debido a la peluca que utilizo y combinado con mis facciones, él no se dará cuenta de que lo soy aun si me viera sin velo, supongo que sólo se daría cuenta si me viese sin los accesorios de chicas o directamente desnudo. Ahora mismo yo mantengo mi entrepierna oculta entre mis piernas, no puedo permitir que la toque o roce, ¡es obvio que se dará cuenta si lo hace! Por ello, mantenía cierto margen de distancia de su cuerpo y el mío. Creí que podría mantener el control de mi cuerpo a lo largo de la noche, me gustaba como me estaba tocando, pero no era nada que yo dijera "Perderé la cabeza" O al menos eso pensé hasta que metió sus dedos, ¡Yo ya he metido mis dedos antes! El problema es que sus dedos son más largos y tienen aquel grosor perfecto para hacerme suspirar. Mis caderas pronto comenzaron a sacudirse, yo deseaba que sus dedos se rozaran más adentro, era casi una necesidad el sentirlos dentro de mí, como si fuesen suficientes como para hacerme sentir lo suficientemente bien como para querer correrme. El Coronel movía sus dedos con velocidad, sólo se detuvo para ponerme boca abajo en la cama y pedirme que levantara mis caderas. Mis gemidos fueron floreciendo cuando levanté mi trasero, por un lado, porque debido a la posición él podía meter un tercer dedo que me hacía suspirar, mientras que, por otro lado, mis gemidos aumentaban debido a que mi mano derecha estaba agitando con cautela mi entrepierna. Yo no creía que podría llegar a sentirme así de bien sólo por la ayuda de los dedos de un extraño, unos que se mantuvieron en mi agujero hasta que aseguró sentirlos acalambrados. No sé cuánto tiempo pasó, pero sí sé que me corrí 2 veces en aquel periodo de tiempo, mientras que él hasta ese momento no se había corrido ninguna. —¿Puedo...? —preguntó como si hiciese falta una confirmación. —Sí...—respondí, sintiendo mis mejillas sonrojadas. Yo estaba excitado, mi cuerpo ardía tanto que el dolor que sentí no me importó, ni siquiera le presté atención, yo estaba tan feliz de sentirlo dentro que casi no fui capaz de percibir dolencias. Mi corazón latía con fuerza, estaba realmente muy emocionado por la idea de abandonar ese mundo de la virginidad, sintiéndome de paso eufórico por la idea de hacerlo con un hombre. Para variar, sus embestidas eran certeras y profundas, estaba disfrutando cada embestida que me daba, eso sin mencionar el hecho de que al juntar su pecho contra mi espalda, sus suspiros a la altura de mi oído me empapaban por delante. ¡Lo estoy haciendo con un hombre! Puedo sentir su seductora respiración chocando contra mi cuello, además él está acariciando mi pecho como si lo estuviese disfrutando. —Ah... haah... ¡ah...! Coronel... —Creí que... ah...—suspiró— con mis dedos había hecho espacio, pero sigues igual de apretada... —nnnngh... ¿e-eso es malo...? —No...—susurró besando mi cuello— me gusta como aprietas... —S-Se siente muy bien... —¿Cuánto...? —trató de decir, pero acabó suspirando de nuevo—ah que rico... Debo reconocer que me elevaba el ego saber que le gustaba mi interior, incluso que lo ponía tan nervioso que acabó nalgueándome lleno de deseo. —Ah... ¡nnngh...! —¿Cuánto dijiste que era...? —preguntó. —U-Una moneda de pla-plata...— respondí excitado. —No...—dijo apretando mis nalgas con fuerza—tu culo merece 10... —Es de-demasiado... —Lo vale...—me aseguró dándome estocadas profundas—te pagaré diez monedas de plata por cada vez que te lo haga... —¿Regresará...? —pregunté ingenuamente, creyendo que pensaba pagarme aquello por cada vez que viniera de visita. —Pienso hacértelo toda la noche... —¿Más de una vez? —pregunté con sorpresa, ya que eso no suele ocurrir, la mayoría de clientes sólo paga por una vez, o al menos eso suelen decir mis compañeras. —¿Por qué te sorprendes? —preguntó riendo— ¿acaso dudas de mi resistencia...? —N-No...—respondí avergonzado, soy yo quién no cree soportar tantas rondas de placer. —Te enseñaré qué tanto puedo resistir, no pienso irme hasta que te haya comido como mereces. Mis mejillas se sentían muy calientes, tanto que por un instante no fui capaz de respirar, pues no sabía qué planeaba hacerme a lo largo de la noche. Lastimosamente no estaba preparado para lo que vino después, esta era mi primera vez, ¡No estaba preparado para tal placer! El Coronel era increíble, su resistencia era envidiable, pues cada que yo me corría unas dos o tres veces, él se corría una. Lo mejor es que se recuperaba rápidamente y volvía a comenzar, llenándome de besos, caricias y embestidas profundas que en más de alguna ocasión me hicieron gritar. Mi cuerpo sentía un hormigueo que me hacía creer que tenía mariposas por dentro, unas que fueron quemadas por aquel intenso placer que me encendía hasta el punto de tenerme ardiendo. En un punto dado de la noche, mi cuerpo quedó completamente desnudo, eso me hizo mantener mi mano cubriendo mi entrepierna, ya que no deseaba que él se diese cuenta, aunque había posiciones donde no había necesidad de preocuparme, ya que él no me rozaba con su cuerpo, además tal como prometió, no me tocó por delante. Esta era la primera vez que yo conocía a un cliente capaz de mantenerse despierto hasta que los primeros rayos de sol entraron por la ventana, yo estaba boca abajo, sintiéndome exhausto y con la respiración muy agitada trataba de despedirme. —¿Cuánto te debo? —preguntó en un tono coqueto, a la vez en la que rozaba sus dedos por mi espalda. —10 monedas— respondí tímidamente. —Entonces serían 100— comentó estirándose para alcanzar sus cosas. —100 es demasiado— le aseguré preocupado— deme sólo 10. —No, vales más que eso— me discutía. —Coronel, no puedo aceptar 100 monedas. —Bien, tienes razón, no tienes bolsillos como para guardar 100 monedas, así que te daré una de oro— me propuso como solución. —Es lo mismo, señor. —Sí, pero una moneda es más fácil de ocultar que 100. —Pero...— intenté oponerme, el recibir tanto dinero cuando claramente lo disfruté mucho más que él me hacía sentir muy culpable, sin embargo, el Coronel me besó con dulzura, haciéndome suspirar en medio del beso—nnh... —No estaba en mis planes regresar, pero ahora que conozco las delicias de este pueblo, me aseguraré de hacerlo pronto—murmuró sobre mis labios, algo que me hizo suspirar, sobre todo porque me dio un pequeño beso— descansa. —¿No dormirá? —No, ya debo irme— respondió levantándose de la cama, acercándose a la bañera para limpiar su cuerpo, algo que me permitió ocultarme bajo las sábanas para cubrir mi entrepierna a la vez en la que él se daba un baño. La luz del exterior no entraba lo suficiente como para vernos fácilmente, aunque si se podía ver algo. —¿Ya puedo encender la lámpara? —me preguntó desde la bañera. —No— respondí rápidamente— no quiero que me vea así, debo estar desaliñada y...—titubee, algo que lo hizo reír. —Seguramente te ves hermosa. —A la próxima que nos veamos, quizás pueda verme mejor— le propuse. Ahora mismo no podía aceptar que me viera así, el cabello de la peluca estaba desordenado y ni siquiera estoy seguro de que esté en su lugar, de hecho, varias veces de la noche tuve que ajustarla, ya que se me estaba cayendo. Por suerte él accedió, no fue insistente, él es todo un caballero y no quiere incomodarme, claro que, cuando se vestía, fingí estar muy cansado como para mirarlo, lo que me permitió taparme con las sábanas hasta la cabeza, de ese modo me aseguraba de que no me viese bajo ningún concepto. Lo malo es que terminé durmiéndome de verdad, me desperté sólo al mediodía cuando el sol estaba en lo alto. La habitación estaba vacía para ese entonces, él había dejado la moneda de oro en la mesita de noche del lado izquierdo, justo a mi alcance, además también dejó una nota y una rosa. "Nos veremos pronto" seguido de una firma que me hizo sonreír, pues decía "Coronel Conrad" Nosotros no nos presentamos, supongo que no hubo tiempo para ello, sin embargo, el saber que su apellido era Conrad me hacía muy feliz, sobre todo porque "Coronel Conrad" sonaba muy bien. No es usual en mi despertar tan feliz, sin embargo, hoy era un día especial donde me dolía todo el cuerpo, mis piernas temblaban y el sentarme era igual de doloroso que tener una herida, la única diferencia es que mis labios no borraban la sonrisa que traía dibujada en ellos. Cuándo me fui a mi habitación, me limpié y cambié para luego bajar a desayunar, sabiendo perfectamente que a esta hora la dueña estaría allí. Yo deseaba darle el dinero del alcohol, el Coronel me había dejado una moneda de plata para pagar por el licor consumido, aunque en realidad debíamos darle vuelto, algo que no podríamos hacer hasta que regresara. —Buenos días— me saludó con entusiasmo la señora Paulina. —Buenos días...—respondí tratando de ocultar mi sonrisa, acercándome despacio. La señora Paulina estaba contando las ganancias de la noche en una de las mesas cerca de la barra de licores, esto es algo que hace siempre y usualmente me siento frente a ella, aunque hoy no sabía si debía hacerlo. —¿Dónde estuviste? No te vi a lo largo de la noche— preguntó fijando sus ojos en mí, mientras yo abría la silla y muy lentamente me sentaba, algo que la hizo mirarme con sorpresa— ¿qué ocurre? ¿Te duele algo? —preguntó con mayor preocupación. —No se preocupe, n-no es nada... —No me digas que...—susurró aterrada— ¿Ese Coronel te hizo algo? ¡Lo voy a matar! ¿Quién se ha creído como para hacerte esto? Estúpido animal de... —No, el Coronel no me hizo nada— la interrumpí preocupado de lo que ella pudiese hacer— a-al menos nada de lo que yo no quisiera...—añadí con las mejillas sonrojadas. —¿Quiere decir que...?— murmuró dibujando una sonrisa en sus labios— ¿Tú lo permitiste...? —Sí...—respondí avergonzado. —Recuerdo haber dicho que no le dieras tu virginidad a cualquier borracho, pero un Coronel no pasaba por mi mente en ese momento —comentó en un tono juguetón— ¿fue bueno? —Sí... el Coronel fue muy bueno conmigo...—respondí sin poder evitar sonreír. —Me alegra saberlo, aunque me preocupa que no te puedas sentar... —E-Es que fueron muchas veces...—respondí avergonzado, algo que la hizo carcajear. —¿Y no le importó que fueses un chico? —No dejé que se diera cuenta— respondí, a lo que ella me miró con extrañez. —Quiero detalles, eres mi consentido, no me pienso mover de tu lado hasta que me digas cómo fue— me dijo dejando el dinero a un lado para centrar su atención en mí— espera, debes tener hambre, te prepararé un nutritivo desayuno antes de que me cuentes, debes recuperar tus fuerzas. —No es necesario, puedo hacerlo yo... —No, no, descansa, no trabajarás hasta que te recuperes— me decía con una sonrisa. Mis labios rápidamente correspondieron su sonrisa, sintiendo que la señora Paulina era la mejor de todas. Ella es como una madre para mí, me da buenos consejos, me regaña o me apoya cuando más lo necesito, sin duda es alguien en quien confío y por lo mismo, a pesar de que me da vergüenza decirlo, con ella sé que puedo hablar sobre estas cosas sin tener miedo de que se lo diga a alguien más. Por otro lado, sé que ella se sentirá feliz por mí, ya que es evidente que yo me siento muy feliz por haber perdido mi virginidad, a pesar de que ella me decía que esperara "a la persona correcta" y que fuese paciente, ya que tarde o temprano aparecería y sería muy especial Con el Coronel no fue especial, aunque si fue muy cuidadoso con mi cuerpo, incluso podría decir qué dulce... Ojalá podamos vernos pronto...
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD