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De Alquiler (Boys Love)

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Blurb

Mi nombre es Charlie, pero también soy Samantha, ambos son el mismo ser a pesar de que existan muchas diferencias entre nosotros, principalmente durante las noches cuando Samantha se ve forzada a intercambiar sus sonrisas por dinero.

Debido a la época en la que nací, mis clientes no pueden descubrir mis engaños, ellos jamás deberían enterarse de que bajo las reveladoras túnicas femeninas que utilizo se esconde un joven muchacho con aspiraciones y sueños.

Samantha es quien se encarga de seducir a los hombres que, con mentiras, engaños y alcohol la acompañan a uno de las habitaciones del bar en el que trabajo.

Mi plan era generar dinero, ahorrar lo suficiente y comprar una casa en el campo donde borraría todos mis desafortunados recuerdos de vida, sin embargo, durante una noche fría mis ojos se posaron en un Coronel que a diferencia de mis otros clientes no se dejaba guiar por mis artimañas.

Él llegó para cambiarlo todo, pero si llegase a enamorarse de Samantha, ¿será capaz de aceptar también a Charlie?

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Capítulo 1: Bar
12:30 de la noche marcaba el reloj del bar donde bellas mujeres con atuendos reveladores sacaban a la luz sus mejores dotes para conseguir un poco de dinero, todas cubrían sus rostros con un velo de algún color distintivo, dejando ver solamente sus ojos. Este velo es de un tipo de material que con un poco de esfuerzo y una luz más fuerte podría ser algo más revelador, a la luz del día el velo parece trasparentar, ya que no es muy grueso, casi como el tul, sin embargo, en un bar con poca iluminación y llena de borrachos el velo cumple su función. Todas estaban aquí por el dinero, vivimos en una ciudad donde los costos de alquiler y comida son elevados, por lo mismo, este camino era nuestra única salida. Sólo se admiten a mujeres, los hombres del lugar sólo están para cuidar que los clientes no se vayan sin pagar, o para vender el alcohol, sin embargo, a comparación de las mujeres, los hombres que trabajan en este lugar se pueden contar con una mano y aun así sobrarían dedos. Yo llegué aquí bastante joven, fui desechado por mis padres a cambio de un par de monedas, así que una vez estuve encerrado en un sitio lleno de esclavos, me escapé y llegué a este lugar donde me permitieron trabajar, aunque ganaba una miseria. Mi inteligencia me llevó a tomar una importante decisión, una que podría costarme la vida, pues disfrazarse de mujer es algo que podría hacerme perder la cabeza gracias al verdugo del rey. Sé lo que me juego cuando me pongo aquellos vestuarios reveladores y la peluca de cabello largo de tono castaño que oculta mi cabello de tono rubio, casi blanquecino natural. Sin embargo, mientras ningún cliente se entere de que soy hombre, todo está en orden. Por supuesto que mis compañeras saben quién soy, ellas son las únicas que conocen lo difícil que es vivir y guardan el secreto sólo para que pueda trabajar y sobrevivir en esta ciudad. De hecho, la dueña del bar fue quien me ayudó a encontrar atuendos acordes a mi cuerpo para ocultar la “sorpresa” entre mis piernas. Yo suelo seducir a varios hombres, como soy uno sé lo que les gusta, así que durante la noche me dedico a llenarlos de alcohol para que una vez los lleve a la habitación, estos caigan dormidos y al despertar, les hago creer que tuvieron una desenfrenada noche cuando en realidad sólo los dejo sobre la cama y me voy. Soy un gran estafador, pero el acostarme con ellos jamás será una opción, principalmente porque obviamente notarían lo que hay entre mis piernas y el tener relaciones entre hombres es algo castigado con la vida. Por supuesto que no planeo hacer esto por siempre, sino que sólo deseo comprar un terreno donde pueda construir una casita en la que me sea posible rehacer mi vida. No tengo conocimiento de cómo trabajar las tierras, pero aprenderé y planeo vivir de ello. Necesito mucho dinero para cumplir ese sueño, ya que no sólo necesito las tierras, sino que también semilla, animales y herramientas, por tanto, estaré aquí durante uno o dos años más... Como trabajo en un bar nocturno, es evidente que mi horario de trabajo inicia tarde, justo cuando la gente decente regresa a sus casas y los borrachos salen de sus cuevas para poder despilfarrar el dinero que ganan durante el día. Al momento en el que me dieron las seis, me apresuré en entrar a bañarme y saqué de mi baúl mi uniforme de trabajo. El color que elegí para el día de hoy, fue un rojo borgoña que me compré hace poco gracias a la insistencia de unas compañeras. Ellas aseguraban que debido al tono claro de mi piel, el color borgoña realzaba mis pronunciadas caderas. Nuestro uniforme consiste en un sujetador ajustado que adornamos con cuentas o monedas, unas que provocan un peculiar sonidito que anuncia nuestra llegada, también utilizamos una falta tipo harén que obligatoriamente debe tener dos cortes en los muslos para que nuestras piernas se vean fácilmente. También usamos un cinturón ajustado a la cadera con la misma decoración que el sujetador. El velo también es muy importante, a este también se le agrega algún tipo de decoración, aunque no tan llamativo como el del sujetador o cinturón. En cuanto al rostro, el maquillaje es opcional, en lo personal no me gusta, me incomoda y suelo restregarme los ojos inconscientemente, lo que muchas veces me hace parecer mapache, en cambio, mis compañeras lo utilizan para realzar sus ojos y no cometen el mismo error que yo. Cuando estuve listo, bajé a través de las escaleras para llegar a la primera planta donde se encontraba el bar. Varias estaban ayudando a limpiar, así que antes de que se nos echara el tiempo encima, me puse a limpiar las mesas y acomodé algunas sillas. —Pronto abriremos chicas, prepárense— anunció la dueña saliendo de su oficina con unos papeles en las manos. —Woow te ves increíble— me aseguró Alicia, una joven castaña de ojos miel con 24 años de edad. Yo rápidamente me giré y le sonreí, sintiéndome un poco incómodo por lo mucho que sobresalía el color de mi atuendo. —Aún no me convence el color— murmuré tapando inconscientemente mi vientre descubierto. —Te queda muy bien— aseguró Julieta, acercándose a nosotros— sin duda, elegimos el color indicado. —Te ves muy lindo, no te sientas tímido— me trataba de tranquilizar Alicia. Yo no podía evitar sentirme nervioso, no me gusta sobresalir demasiado, de partida porque podrían descubrirme y odiaría perder la cabeza en la plaza de la ciudad. Al momento en el que las puertas fueron abiertas, los clientes se fueron acercando mientras las demás chicas y yo guiábamos a los clientes hasta una mesa disponible. Pronto el calor de la noche logró llenar de risas y cantos de borrachos el bar, la música se mantenía alegre, esto tiene el propósito de animar a aquellos hombres que sólo vienen en busca de una copa. Cuándo logramos que se unan a la fiesta aquellos que sólo vienen por un cuarto donde pasar la noche o una simple copa de vino, se quedan hasta que cerramos y son quienes más terminan gastando. En las plantas de arriba hay varios cuartos, los del segundo nivel son para los clientes, mientras que los del tercer nivel son para los trabajadores. Yo estaba haciendo lo que mejor se me da cuando en un instante la música se detuvo, esto gracias a que en la entrada había un grupo de soldados armados que nos hicieron pensar que venían a cerrar el lugar. Fue nuestra jefa la primera en acercarse para darles la bienvenida y acomodarlos en la mejor mesa, ella al nada más ponerse frente a los soldados les ofreció una cerveza fría, añadido "cortesía de la casa" Cuando los soldados se acomodaron en aquella gran mesa con mejores vistas, pronto me acerqué a la dueña con varias de mis compañeras, queriendo saber si se podía o no trabajar con ellos. —Ya saben cómo son, los soldados son quienes mejor pagan, pero si el capitán no los deja, entonces sólo se irán a dormir una vez la cerveza se haya acabado. —Deberíamos iniciar el show ahora— comentó Alicia— un baile lleno de sensualidad podría provocar al capitán. —Bien, Alicia, Julieta, Caroline, Francia y Samantha, ustedes abrirán el evento de hoy— nos anunció— el resto que siga atendiendo a los clientes. —De acuerdo— dijeron todas. Mi nombre es Charlie, pero cuando comencé a trabajar como mujer, la dueña me llamó "Samantha" para que los clientes no sospecharan. El bailar se me da bien, así que me acerqué a los músicos para avisarles sobre lo que haríamos, por lo mismo, apagaron algunas lámparas de aceite, dejando sólo las velas del escenario donde ponto nos acomodamos. El baile debía ser sensual, todas se movían al ritmo de la música creando su propia melodía gracias a los movimientos de cadera. Yo mantenía mi mirada fija en la mesa de los soldados, principalmente porque trataba de adivinar quién era el capitán de aquellos hombres. Todos se veían entusiasmados y fascinados por el lugar, eso nos llevó a pensar que el capitán había permitido que sus hombres se quedaran gozando de las maravillas que hay en el bar, sin embargo, al finalizar el baile y tras varias compañeras acercarse para seducirlos, mi cuerpo chocó contra un sujeto alto de cabello n***o que utilizaba su armadura de hierro. Debo reconocer que mantuve la respiración al verlo, era visiblemente más grande que yo en todos los sentidos, parecía ser un hombre fuerte y con la capucha de su capa color rojo me hacía pensar que estaba frente a la misma muerte. Este se quitó la capucha y me miró directamente a los ojos, antes de bajar a través de mi cuerpo de un modo extraño. —Coronel, llega justo a tiempo— habló uno de los sujetos de la mesa predilecta. —Creí haberles dicho que reservarán los cuartos— habló pasando por mi lado con un andar firme que lograba intimidar a sus hombres. —Sí, pero señor, estas angelicales señoritas nos han ofrecido una cerveza gratis, una vez la acabemos, subiremos— le garantizaba aquel soldado. Yo miré en dirección a la dueña, viéndola con la misma sorpresa que ella, ya que el soldado ha dicho "Coronel" y eso significa que estamos frente a la presencia de un sujeto con mucho dinero. Ella me negó discretamente con la cabeza, casi indicándome "No los molesten" pero aparté la mirada y retrocedí para sujetar con seguridad el brazo del Coronel. —Ha de estar cansado, una cerveza por cortesía de la casa podría ayudarlo a dormir— le sugerí, notando como él miraba su brazo derecho antes de mirarme a mí. —Estamos de servicio, sólo deseo el cuarto— me aseguraba— somos 10. —Entiendo...— dije pensando deprisa en una solución— mientras preparamos las habitaciones, tome asiento, le avisaré cuando pueda subir. Yo le indiqué el sitio donde se podría ubicar, asegurándome de alejarlo un poco de los demás soldados, ya que si los poníamos a todos juntos, los demás soldados no se verían tentados en comprar la otra mercancía. El Coronel no se quejó, sino que pacíficamente me siguió hasta que poco después yo me acercara a la jefa para pedirle vino, uno de los más caros, ya que claramente el sujeto se podría ofender si le dábamos cualquier cerveza. Ella accedió y le hizo gestos a los músicos para que tocaran una canción más alegre, mientras yo trataba de respirar con calma para no cagarla. —Le traje un poco de vino— le avisé, llamando su atención— la espera será un poco larga. —¿Qué tanto? —Unos diez minutos— mentí. —Bien— accedió, pero no tomó el vaso que le serví. —¿Le importa si me siento? —pregunté, a lo que él negó con la cabeza, aceptando que me sentara a su lado— sus hombres se ven cansados, ¿Cuánto tiempo planean quedarse? —Sólo una noche— respondió. Su voz es algo que me logra estremecer, es un tanto ronca y masculina, tiene todo aquello que se esperaría de un hombre con una gran armadura de metal, una que parece ser pesada e incómoda. —¿Cuál es tu nombre? —me preguntó tomando el vaso, por lo que inmediatamente sonreí. —Samantha— respondí, mientras él me miraba directamente a los ojos— ¿Qué ocurre? —pregunté deslizando disimuladamente mi mano por su brazo, deseando dar un siguiente paso. —Nada, sólo deseaba conocer el nombre de la persona que ha sido enviada a distraerme para que mis hombres se emborrachen— comentó, haciéndome reír. —No me enviaron— le garanticé— si le incomoda mi presencia puedo retirarme, aunque no creí que un soldado tan fuerte como usted se intimidaría sólo por mí. —¿Intimidarme? —preguntó mirándome con diversión. —Claro, a varios hombres les pasa, se ponen nerviosos cuando ven a una joven con poca ropa que trata de ser amable. —Tú no tratas de ser amable— me aseguraba. —¿Qué le hace pensar que no? —Si lo fueses, me darías el cuarto que pedí. —Asumo que uno de los cuartos debe estar listo, puedo llevarlo allí ahora mismo si lo desea, aunque...— dije tratando de idear rápido un plan— quería ahorrarme unos minutos de trabajo. Él me miró con diversión— ¿soy tu excusa para no trabajar? —Claro, no todos los clientes son atractivos y... —Y no todos son Coronel— añadió. —Bien, si le molesta mi presencia, iré a saludar a sus soldados, les avisaré que pronto las habitaciones estarán disponibles— mencioné levantándome de mi asiento e intenté irme, aunque sorpresivamente me tomó del brazo. —Llévame a mi cuarto— pidió levantándose para seguirme. Yo miré en dirección a mi jefa y le hice un gesto de "necesitaremos alcohol" por lo que ella rápidamente golpeó a uno de los chicos con el brazo y le indicó que lo subieran. Por mi parte, tomé la mano del Coronel y lo dirigí hacia su habitación, queriendo hacer tiempo para que dejaran el alcohol antes de que nosotros llegásemos. Él me siguió en silencio, en ocasiones yo acercaba su mano a mi cintura, pero pronto la alejaba, pues deseaba hacerle creer que no era intencional. Al momento en el que estábamos andando por el pasillo, vi a mi compañero quién me hizo un gesto con los ojos para avisarme en qué habitación había dejado el alcohol, por lo mismo sonreí y me adentré con mayor confianza. —Adelante— dije abriendo la puerta, colándome dentro al mismo tiempo. —¿Y esa jarra? — preguntó tras observar su cuarto. —Es por si los clientes desean beber en su cuarto, todas las habitaciones tienen una, se les cobra cuando se van y sólo si la beben— le mentí. —Bien— dijo quitándose el nudo de la capa— ya puedes irte. —Puedo ayudarlo a quitarse la armadura— le propuse. Él sabía cuáles eran mis intenciones, pero aun así cerró la puerta y aceptó mi ayuda. Yo lo hacía por dos razones, primero, porque es mi trabajo y segundo, porque deseaba ver la clase de cuerpo que ocultaba bajo aquella armadura y he de reconocer que la vista me hizo suspirar. —¿Le preparo su baño? —le pregunté mientras él se quitaba la camisa, dejándome ver un cuerpo seductor que pocos clientes tienen. Él no me dijo nada, pero aun así me acerqué a la tina para llenarla. Esta se encuentra en una esquina del dormitorio, así que yo le daba la espalda queriendo darle un buen ángulo para observarme. Podía sentir su mirada recorriéndome, normalmente los demás clientes no se limitan a simplemente mirar, con regularidad se apegan a mi cuerpo en cuanto entro a la habitación. Lo maravilloso es que, cuando la tina se llenó lo suficiente y me giré, pude ver como se quitaba el resto de ropa, dejándome con la boca abierta, pues aun cuando estaba dormido, era enorme... —Te ruborizaste— comentó con diversión. —Eso no es cierto— aseguré, desviando la mirada avergonzado, ya que si lo hice. —Es raro que eso ocurra, aún más para alguien que trabaja en un sitio como este, seguramente has visto muchos— mencionaba, metiéndose en la bañera. —Menos de los que espera…— murmuré. Él me miró y soltó un bufido de diversión, asegurándome con esto que no creía en mis palabras, ni que tampoco había forma de que lo convenciera de lo contrario. Como mi principal modo de generar dinero era haciéndole creer que lo hicimos, decidí servir una copa de vino y se lo entregue, dándole al mismo tiempo una propuesta que lo ayudaría con su baño. Él desconfiaba de mis movimientos, es un hombre que parece conocer el modo en el que la gente trabaja en esta clase de lugares, por ello, bebía con desconfianza y cuando acerqué mi mano a su cuerpo para ayudarlo a bañarse, él se dedicó a observar el recorrido que hacían mis manos. Sé que no puedo tocarlo si está sobrio, por lo mismo, busqué el modo de iniciar una nueva conversación, demostrando curiosidad por conocer un poco más sobre su trabajo. Él apoyó su cabeza en el borde de la tina para mirar en dirección al techo, comenzando a contarme la historia de cómo terminó trabajando para el rey. Entre más hablaba, más se relajaba y eso me permitía ofrecerle más vino, de ese modo terminó tomándose la jarra entera. Al momento en el que salió de la tina, lo ayudé a secarse y como la copa que tenía en la mano era la última que podría beber esta noche, imaginé que estaría lo suficientemente borracho como para insinuar una noche juntos. —Si usted gusta, puedo darle un mejor servicio— le anuncié cuando estaba de rodillas frente a él, casi terminando de secar su cuerpo. —Me gusta tu mirada...—murmuró, deslizando su mano a través de mi cabello— bajo el velo debe ocultarse un rostro muy bello. —Sólo puedo quitármelo si está dispuesto a pagar. —Bien— accedió, por ello rápidamente me puse de pie y lo fui guiando para que retrocediera hasta terminar sentado en la cama. Pronto me senté sobre sus piernas, algo que él utilizó para deslizar sus manos a través de mis muslos desnudos, esperando impaciente a que me quitara el velo. No planeaba quitarme el velo, sino que lo levanté un poco para poder atrapar sus labios, sintiéndome tímido, para estas alturas usualmente mis clientes ya están dormidos. Nunca había tenido que llegar al punto de insistir para que ellos quisieran acostarse conmigo, normalmente están tan borrachos y calientes que en cuando los acerco a la cama, ellos terminan dejándose vencer por el sueño. En este caso, el Coronel me besaba apasionadamente, era un beso extraño que me hacía sentir ganas de más. Ya he besado a otras personas, aunque no recuerdo que se haya sentido así de bien. Su experiencia es innegable, es evidente que se ha involucrado con muchas mujeres, sin embargo, si se llega a enterar de que no soy una, eso seguramente lo enfadará muchísimo. No sé cómo lo haré, pero debo conseguir que se duerma antes de que desee quitarme la ropa. [...Elizabeth Carter...] ¡Nueva historia! Espero les guste y ver a lo largo de los siguientes capitulos su maximo apoyo! :)

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