El sello real cayó sobre la mesa con un golpe que resonó en las paredes de piedra de la habitación, tan seco y definitivo como el sonido de un hacha cortando un bloque de madera. Lucas se dejó caer en el sillón, sus dedos temblorosos estaban hundiéndose en su propio rostro como si pudieran arrancar la fatiga que lo consumía. Las arrugas en su frente—eran demasiado profundas para un joven de su edad—se marcaron aún más bajo la luz vacilante de las velas.
—¿Estoy equivocado?
La pregunta flotó en el aire cargado, dirigida a los retratos de sus ancestros que colgaban de las paredes. A los fantasmas que habitaban los rincones de la habitación. A ese hermano que ya no estaba pero cuya presencia lo asfixiaba más que cualquier carga real.
**Entonces el recuerdo lo golpeó de pronto.**
No fu
