Damián El pincel temblaba entre mis dedos, su punta carmesí suspendida sobre el corazón de Abril en el lienzo, como un verdugo dudando antes del golpe final. La voz de Kael retumbaba en mi cráneo—*Es SU sueño. Usted tiene el control*—pero algo más profundo se rebelaba en mí. De pronto, los ojos plateados de Abril en el sueño irrumpieron en mi mente, cargados de una tristeza tan antigua como las piedras de Niharyn. Y detrás, como ecos de una vida que pudo ser, las risas se mezclaron: la de Lucas, mi hermano, corriendo entre los rosales con su corona de enredaderas torcida, y la de Adrián, ¿mi hijo?, trepando al trono con esos dedos pequeños que aún no sabían empuñar una espada. Libres. Ambos libres. La imagen me atravesó con una dulzura que casi me derriba. —¡NO! El grito me de

