Se pronto y sin explicación hubo un largo silencio en toda la torre. Ni siquiera las runas parpadeaban ahora. Todo estaba quieto. Demasiado quieto. —No lo sé —admitió Lucas, pasándose una mano por el rostro—. Pero no es normal. Ni para tu padre, ni para ella. —Nunca había visto algo así —dijo Aerlana, casi para sí misma—. Mi padre es… era un guerrero. Un estratega. No se encierra. No se rinde. Lucas no respondió de inmediato. Miró a Abril. Su piel pálida. Sus labios ligeramente entreabiertos. —Por eso viniste, fu tu oportunidad de salir —dijo finalmente. No era una pregunta. Ella asintió. Bajó la vista, y por primera vez, dejó que el dolor se mostrara sin máscaras. —Recibí tu mensaje y no lo dudé. Tenía que verla… —su voz se quebró— antes de que su luz se apagara por

