Capítulo 2:

2257 Words
Limpia pisos. Al llegar a la empresa de Harrison, Francis se sintió un poco asustada, ella nunca antes había trabajado en una empresa como esa, era una fábrica enorme, los tres se dirigieron hacia las oficinas y todos saludaron con respeto al CEO, Jordana caminaba a su lado robándole toda la atención a la esposa, pero a Francis no le importó mucho, caminó detrás de ellos como una sombra hasta que por fin llegaron a la oficina de Harrison, Jordana se fue a su escritorio y Harrison miró a la chica que estaba detrás de él, —Ve con Elli, dile que yo te mandé, y que te asigne algo— —¿Quién es Elli? —preguntó Francis, —Su oficina es la de ahí— dijo Harrison y señaló una puerta al otro lado de aquel lugar, él se metió a su oficina y la dejó completamente sola en aquel sitio, Ella fue hasta donde él le dijo y miró la placa que estaba en la puerta, «Encargada general de limpieza» Era extraño, Francis tocó a la puerta y la voz de una mujer se escuchó , —Adelante — Francis entró con cautela y miró a una mujer sentada detrás de un escritorio lleno de papeles, la mujer miró a Francis y arrugó la nariz, —¿Qué necesitas? — —El Señor Harrison me mandó con usted, dijo que me asignara un puesto — —¿Y quién eres tú? — —Soy Francis — La mujer puso cara de enfado y se puso de pie, –Ven— dijo y salió de la oficina, Francis la siguió de cerca, —Pará empezar, no puedes trabajar con esa ropa—dijo la mujer, llegaron a una bodega y aquella mujer sacó un overol azul de un contenedor, —Ponte esto — ordenó y luego fue por un calzado de goma de color n***o, —Y estos— dijo ella, Salió de la bodega y Francis frunció el ceño, ¿Por qué tenía que usar ese atuendo?, no lo pensó más y se cambió, unos minutos después la mujer volvió y miró a Francis, —Este calzado es muy grande—dijo la joven, —Es lo que hay, acostúmbrate, sígueme—ordenó la mujer sin un poco de amabilidad, Francis la siguió y llegaron hasta una pequeña sala donde había más personas usando la misma vestimenta que ella, un overol azul y unos zapatos de goma negros, junto con una gorra negra, que decía con letras blancas, “Intendencia “, “Tiene que ser una maldita broma”, pensó Francis, —Leslie, te traigo una nueva, enséñale que tiene que hacer y dejala en la planta baja—le dijo la mujer a otra chica, —Si señora — —Quédate con ella— le dijo la mujer a Francis y se marchó, —Hola, soy Leslie— —Yo soy Francis — —Mucho gusto, ven, te llevaré al almacén, hay que ir por nuestras herramientas — dijo Leslie y sonrió, ella no parecía tan cruel, —¿Somos de intendencia? — —Si, ¿Qué no te lo dijeron? — —En realidad no, ¿Y que hacen? — —De todo, limpiar baños, limpiar el comedor, limpiar las oficinas, los casilleros, de todo— —Ya veo— —Es fácil, no te preocupes — dijo Leslie, Llegaron hasta una bodega, donde había un montón de carritos, donde cada uno tenía bolsas de basura, una escoba, un trapeador, y productos de limpieza, —Toma el que quieras— dijo Leslie y tomó un carrito, Francis tomó uno y la siguió, subieron a un elevador y se bajaron en el tercer piso, ahí había muchas personas trabajando, eran líneas de producción, —Este será tu piso, te aconsejo empezar por los baños, los limpias una vez en el día, una en la tarde y una vez antes de salir — —Okey— Ambas dieron un recorrido por todo el lugar, mientras que Leslie le daba indicaciones, aquello era humillante, no el trabajo, pues Francis creía que no había trabajo malo, pero siendo ella la esposa del dueño, ¿Cómo podía él ser tan cruel?, No le quedó más remedio que soportarlo, solo tenia que aguantar un poco y pronto todo esto ya no sería más su problema, Se puso a limpiar los baños hasta que quedaron limpios, luego fue a limpiar el comedor junto con una compañera, limpió los pasillos y las ventanas, y después salió a comer junto con todo el personal, se sentó en una mesa y sintió ganas de llorar, —Hola ¿puedo sentarme?—preguntó un chico de hermosa sonrisa, Francis asintió y se mordió la lengua para no soltar ni una sola lagrima, —Soy Kevin, te vi esta mañana en las oficinas, creí que eras una nueva secretaria, tienen una vacante, y creí que tú ocuparías el puesto — —No— —Yo soy de recursos humanos, ¿Conoces al señor Harrison?, miré que hablabas con él — —No lo conozco —respondió Francis rápidamente, –Está bien— dijo aquel chico y sonrió, comieron y conversaron un poco, luego Francis volvió a su trabajo, casi era la hora de salida y ella estaba exhausta, no sabía que debía de hacer, ir con Harrison o volver por su cuenta, Sin duda era mucho mejor volver por su cuenta, se cambió en uno de los baños y salió de aquella empresa, fue a la parada de autobus y se sentó a esperar, De pronto su teléfono empezó a sonar, era ese hombre cruel, ella no respondió y sólo se puso sus audífonos, no quería saber nada de nadie, Se bajó en un parque cerca de la residencia de su esposo y se sentó en una banca, se disponía a llorar cuando un enorme perro con un pelaje blanco y hermoso llegó hasta ella, Francis sonrió y acarició al peludo animal, parecía que se había escapado de algún lugar, de pronto un hombre llegó corriendo y sonrió al ver a su mascota en las manos de una bonita chica, —Lo siento, no quería molestarte, Alma es un poco traviesa—dijo aquel hombre, estaba sudado, parecía que hacía ejercicio, era guapo, y tenía una sonrisa muy deslumbrante, —No no me molesta, es muy bonita— dijo Francis, —Soy, Edgar, ¿Vives por aquí? — —Si, en las residencias de la zona privada diez— —Oh, ¿De verdad?, yo también vivo ahí, no te había visto — —No, me acabo de mudar — —Si, ¿A que propiedad? — —A la numero siete— —¿Qué?, ¿Vives con Harrison? — —Si, ¿Lo conoces? —preguntó Francis, —No realmente, yo y él no congeniamos muy bien, ¿Pero… tu eres familiar de él, o… empleada?, no pareces empleada— —No yo… soy su esposa — Aquel hombre se rio y tomó asiento junto a ella, —¿Enserio?, que coincidencia tan grande, no sabía que se había casado — —Si, no quisimos hacerlo tan público — —Si, él es un hombre reservado… pero.. ¿Qué haces aquí sola?, si fueras mi esposa yo no te dejaría andar sola por ahí, eres muy bonita— Aquel cumplido hizo que Francis sonriera, se acomodó el cabello detrás de su oreja y miró a aquel apuesto caballero, debía de ser alguien con dinero, pues en esa zona residencial sólo había gente rica, —Bueno, fue un gusto conocerte —dijo Francis y se puso de pie, —Aún no me has dicho tu nombre— —Soy Francis — —Francis, que elegante —dijo Edgar y sonrió, —Déjame acompañarte, yo también ya me iba— —Esta bien — Ambos empezaron a caminar y Edgar examinaba a detalle a aquella joven, —¿Qué edad tienes? — —Veintinueve — —Mientes, te vez más joven, como de veintidós — —¿Tú cuantos tienes?— —Treinta y tres — —¿Y vives con tu esposa? — —No, no estoy casado, soy soltero, pero… me están dando ganas de conseguir una esposa bonita como tú, ¿No tendrás alguna hermana? —preguntó Edgar y sonrió, —No, lo siento — —Esta bien, no te preocupes, ya llegará la indicada— —Si, ¿Y a que te dedicas? — —Soy arquitecto, tengo mi propio estudio de arquitectura — —Eso es genial— —Si, así que si quieres que construya una casa, o que redecore tu sala, no dudes en llamarme — Ambos entraron a la zona residencial la cual tenía vigilancia las 24 horas, siguieron caminando, hasta llegar a la enorme casa donde vivía Florence, —Es aquí—dijo Francis y se detuvo, —Si lo se— —Mi casa es la numero tres, mi casa es tu casa, si algún día te aburres ó algo… no dudes en venir… y mejor ya me cayo — Francis se río de el y asintió, —Gracias — —De nada, que pases buenas noches— Francis entró a la propiedad y atravesó el bonito jardín, llegó hasta la entrada y suspiró, “Mierda”, dijo mentalmente al recordar que había olvidado pasar a la farmacia. Entró a la casa y miró todo en paz y silencio, le dolían un poco los pies, estaba acostumbrada a estar de pie en su trabajo, así que podía soportar trabajar de limpieza, Fue a la cocina y miró que una sirvienta limpiaba los trastes de la cena, —¿Gusta comer algo? —preguntó la mujer, —Si, una fruta— La mujer le trajo un frutero y ella escogió un durazno, —Gracias, ¿Y el señor Harrison? — —No está, salió hace una hora— —Gracias— dijo Francis y sonrió aliviada, subió a la habitación y se metió a la ducha, sentir agua tibia sobre su piel era lo más relajante del mundo, una vez que terminó salió de la ducha y se puso una pijama, se metió bajo las sábanas y se quedo dormida casi de inmediato. Harrison llegó a su casa casi después de media noche, había tenido una reunión con unos amigos, así que estaba ligeramente ebrio y su traje olía a cigarro, mezclado con la colonia que usaba, Subió a la habitación y miró que su esposa ya dormía, segúramente debía estar cansada, una niña mimada como ella trabajando en la limpieza, era una broma que él le estaba jugando, ella no le gustaba, de echo lo irritaba más que cualquier cosa, y aún no sabía ¿por qué?, Se metió a la ducha y salió de ella sintiéndose mucho mejor, miró de nuevo a la chica y notó sus mejillas sonrojadas, su boca ligeramente entre abierta y sus largas pestañas, tenía cierta belleza, pero él estaba seguro de que no le gustaba, Se metió bajo las sábanas y se quedo un momento mirando el techo, tal vez había sido un error casarse con una completa extraña, pero ahora no había vuelta atrás, todo lo que podía hacer era que ella lo dejara, pero debería de ser después de que le diera un hijo, Lo pensó y lo pensó y llegó a esa conclusión, no había manera de que ellos dos se entendieran en plan romántico, ella no le atraía, y casi podía asegurar que él tampoco era del agrado de ella. A la mañana siguiente Francis se levantó más temprano, incluso se levantó primero que Harrison, se metió a la ducha y se cambió, esta vez, se puso ropa mucho más cómoda, unos jeans y una camiseta gris, recogió su cabello en un chongo y se puso sus tenis preferidos, salió del armario y se encontró con la mirada de Harrison, Él la examinó de pies a cabeza, usando esa ropa ella parecía una adolescente de 19 años, —¿Qué traés puesto? —preguntó él un poco molesto, —Ropa—respondió ella, —¿Dónde estabas anoche? — —Tomé el transporte, supuse que llevarías a tu secretaria a su casa y no quería ser un mal tercio — —¿Eso que quiere decir? — —Es obvio que te acuestas con ella, solo cuídate de no contraer una enfermedad, eso sería vergonzoso — Harrison sintió una punzada en el estómago se acercó a la pequeña chica y la empujó contra el mueble que estaba detrás de ella, —No vuelvas a hablarme así, ¿Entiendes?, puedo volver tu vida un infierno — —Señor Harrison, mi vida ya es un infierno, y créame no puede ser peor—dijo Francis mientras le sostenía la mirada sin sentir temor, ella había estado delante de personas muy aterradoras, y si, Harrison la intimidaba, pero había aprendido a no demostrarlo, Harrison miró los carnosos labios que ella poseía, sin duda eran su mayor atractivo, junto con su descaro incontrolable, pero no había nada que no fuer imposible para un hombre como él, la tomó de la nuca y alzó su rostro hacia él, le dio un beso en los labios y la soltó, dejándola sin aliento y perdida, —Toma tu transporte —dijo él de mala manera y se metió a la ducha, Francis se limpió la boca y tomó su bolso, odiaba a ese hombre, lo odiaba y lo odiaría por siempre.
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