Capítulo 2

1691 Words
Repaso en mi oficina los detalles de la rutina de Laura, busco sus amistades e historias, me siento con lo suficiente para enfrentarla, me dirijo hacia donde ella se encuentra, está en una pequeña oficina firmando documentos, pido permiso para verla, ella levanta la mirada, sonríe de medio lado y baja la mirada de nuevo. —Buenas tardes, quería hablar con usted. —Hable con mi padre—responde sin levantar la mirada. —La protegeré, seré su guardia personal, no me notará, lo prometo. Ella se ríe pero sigue sin levantar la mirada y sin verme. —¿Cree que le vería? Es invisible. —Sea hiriente como quiera. Tengo una agenda de su rutina y partiré con usted tan temprano como salga de casa. Me mira por fin, suspira, deja todo sobre el escritorio, me mira de arriba abajo, me pone algo nervioso ver que recorre mi cuerpo con sus ojos azules, y su mirada intimidante. —Ya tengo seguridad. —Su padre ha insistido en… —Manténgase alejado. No lo necesito. —Estaré ahí aunque no lo quiera—insisto. Ella se carcajea. —Bien, lo aceptaré para joder a mi padre y a usted por necio. Verá que no será nada agradable perseguirme el culo por la ciudad. Considérese advertido. —Nos vemos, empezaré ahora mismo. —Una pregunta—dice. —Dígame. —¿Cómo va a coordinar a todos estos hombres si me persigue  por dónde voy? —Soy un experto señora. —Llámame Laura. —Como guste Laura. Salgo de su oficina y me dirijo a la sala de monitoreo, desde allí veo si sale o no, todos tienen órdenes de informarme si sale de la casa, sospecho que querrá dejarme atrás. —¿Todo bien con la señorita de hielo?—pregunta Ignacio. —Sí, aceptó sin problemas que yo la escolte. Ignacio ladea la cabeza, se ríe. —¿Qué es gracioso? —Lo hace para joderte la paciencia. —Me lo advirtió. —Esa mujer es rara—se queja y continúa en lo suyo. Después de tres horas, la veo intentando salir de la casa enfundad en un vestido color beige muy ajustado a su cuerpo, lleva tacones. Los guardias la detienen, gesticula y manotea. Sonrío para mis adentro y me dirijo a la puerta, la veo gesticular, manotear, más cerca escucho los gritos y los insultos que le grita a los chicos. —¿Pasa algo Laura? Ya estoy aquí. Ya podemos irnos–digo. Me mira alzando una ceja y torciendo la boca hacia abajo. —¿Vamos? —Usted accedió a que yo sea su guardia personal. Rueda los ojos y asiente. Me lanza las llaves. —Maneja tú—dice con una sonrisa maliciosa, no me molesta que me trate como a su chofer, para nada. Se sube y la veo colocarse el cinturón de seguridad, evito mirarla porque el vestido es casi transparente se le ven los pechos y sus caderas muy sinuosas, me recuerdo que es la jefa y yo un profesional, quizás lo hizo a propósito, pienso por un momento. —¿Qué pasa? ¿Por qué evitas mirarme?—pregunta con sarcasmo. —Trato de conducir, si miro al frente quizás no choquemos contra algo. Se ríe de forma escandalosa. —¿Y a dónde vamos? —Usted me lo dirá ahora mismo. —Creí que nunca lo preguntarías. Voy al Club Roraima. ¿Sabes dónde queda? —Sí, sé. —Bien, llévame allí. Conduzco más de prisa, al llegar estaciono, me apresuro a abrir su puerta, ella niega con un gesto, camina con pasos rápidos y seguros delante de mí. La sigo, noto como todos la miran de arriba abajo y ella ignora a todos como si fuera de un planeta diferente o como si ella fuera de la realeza. Se abren las puertas, y el hombre me mira mal, la mira a la cara a ella esperando instrucciones, aquí podría dejarme por fuera. Me mira con curiosidad, sonríe. —Es mi escolta. Lo verás conmigo siempre —dice. El hombre me mira con amabilidad y me saluda con entusiasmo, respondo a su saludo y sigo a mi jefa. Se tumba sobre unos muebles en la parte superior del local, es un área exclusiva, me hace señas con la cabeza para que me siente. —Gracias Laura pero mi deber es protegerla, no debo sentarme—digo, ella se ríe como burlándose, se burla, lo sé. Le traen botellas de licor y platillos que apenas prueba, aparece un hombre alto con el cabello engominado y una vestimenta llamativa, ella se levanta a saludarlo, se besan en los labios, el hombre acaricia su espalda y su cintura, lleva las manos a sus glúteos y los aprieta masajeándolos, su cuerpo es fenomenal y con ese vestido todas sus curvas se asoman orgullosas. Ella jadea un poco y se recuesta de su pecho, se sientan y continúan en una sesión de besos y caricias, bailan, comen entretenidos. Aparece un par de chicas y chicos que se unen a la pequeña fiesta, todos bailan, ahora ella se besa con el hombre en medio de la pista. Una de las chicas que anda con ella se me acerca, me toma por la solapa del traje y hace una imitación de un baile erótico frente a mí, todos ríen. Laura se acerca a ella, la toma por el cabello y la aleja. —Es mi monigote, si alguien va a jugar con él, soy yo, es mío, pago por él —dice riendo, esta ebria. —¿Tuyo?—grita la chica. —Sí, es mi escolta, se los presento, chicos, chicas, vengan, él es ¿Cómo es que te llamas?—pregunta sin siquiera hacer un esfuerzo por recordar mi nombre. No parece que finja no recordarlo. —James. —¡James! Se llama James y es mi escolta, guarura, guardaespaldas, niñero, mi seguridad, Cómo quieran llamarlo. Mi esclavo—ríe de forma escandalosa. —¡Pues que suerte tiene si es tu esclavo!—dice el hombre con el que se besaba. —¡Qué suerte tiene ella! Querrás decir, esto está pero que muy rico, que fuerte que brazos—dice la rubia amiga suya mientras acaricia mi espalda. —¡Shu shu! Que lo sueltes te dije, es mío—grita, ríe de forma frenética. —¿No prestas?—pregunta la mujer haciendo puchero. —Algún día, quizás—responde Laura y se planta frente a mí, rodea mi cuello con ambos brazos, sonríe con malicia en mi dirección. Me turbo un poco porque sus pezones se marcan claramente y están erectos, sus pechos son grandes, se acerca más a mí para recostarlos de mi pecho, gime, se muerde el labios luciendo ebria y coqueta, es hermosa, su cuerpo es muy tentador, soy un profesional pero su olor es tan s****l y tentador que debo tomarla de los brazos y alejarla, se la entrego al hombre con el que se besaba. Regresa hasta mí y me planta un beso en los labios de forma sorpresiva, mi boca no reacciona y la separo rápidamente. Ella se ríe y se lanza sobre los brazos del hombre, continúan besándose. Me quedo de piedra, pensando en la suavidad de sus labios, son rellenos y suaves, su boca sabia a una mezcla de fresa y vodka, bajo la mano con disimulo para acomodar mi paquete que se alterado un poco por la cercanía e imagen de Laura. Ella casi está inconsciente y el hombre con el que estaba insiste en llevársela, ella se niega. Él se acerca a mí. —Bueno amigo ¿James? ¿Cierto? Nos vamos a casa, yo la regreso, adiós—dice. Dejo que crea que se lo permitiré, la toma del brazo y la alza sobre él, la besa en los labios y ella aparta la cabeza, lo empuja ligeramente pero está muy ebria para defenderse, todos los están, nadie nota nada, por suerte yo estoy allí. Me acerco a la puerta y bloqueo su paso. —¿Disculpa?—inquiere el hombre. —Solo yo puedo llevarla, dime a dónde vives y te la dejo en la puerta de tu casa. —No hace falta amigo, es obvio lo que vamos a hacer, puedes irte. —¿Laura? ¿Te quieres ir con este tipo? —Me quiero ir a casa—dice ella con la lengua lenta y a punto de desmayarse. Él palidece. —Lo siento, ella es mi jefa y me ha dado una orden.  La alzo en brazos y con mi cuerpo lo empujo, no dice nada solo nos ve largarnos, la subo en la parte de atrás del auto y conduzco. —¿Qué hiciste guardia? ¿Le pegaste? Tenías que pegarle, se quería aprovechar —dice, me giro a verla y la veo cerrar los ojos, se quedó dormida. Llegamos a casa y la llevo hasta su habitación, la cargo y la subo a su cama y salgo de prisa, el contacto con su sensual cuerpo me ha puesto caliente. Me maldigo por enfermo. Voy a mi habitación y antes de dormir me doy un baño con agua fría y me regaño mentalmente por lo inapropiado de mis pensamientos y reacciones. Al día siguiente la espero a pie de las escaleras de la mansión para salir con ella, trae un conjunto de chaqueta y pantalón blanco y tacones del mismo color, trae gafas oscuras que se quita al detenerse frente a mí. —Buenos días Laura. —¿Qué mierdas crees que hiciste anoche?—pregunta alterada. —¿Disculpe? —Anoche ¿Por qué me trajiste? —Usted lo pidió. —Mira, te voy a aclarar algo vigilante: No me pones una sucia mano encima más en tu sucia vida. La miro, mi mandíbula se tensa, asiento, sé que no valdrá la pena decirle que estaba arrastrándose de ebria y apenas podía caminar. —Disculpe, no pasará de nuevo. —Más te vale—dice. Camina delante de mí y se sube al auto. Está loca, es lo que se me ocurre pensar.
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