Me siento junto al chofer, quien conduce en calma, ella mueve unos papeles en la parte de atrás del auto, habla por teléfono, maldice, es bastante grosera, la miro de reojo y ella me devuelve la mirada, tuerce los ojos y sigue en lo suyo. Cuando faltan unas cuadras le pide al chofer que se detenga.
—¡James! has el recorrido a pie para que barras el perímetro y detectes alguna potencial amenaza—dice burlona.
—El experto soy yo Laura, con todo respeto.
El chofer nos mira a los dos, está indeciso.
—Ayer me besaban en los labios en plena discoteca y me mantuve profesional, he demostrado que soy muy profesional. Arsenio, avance—digo con firmeza.
La miro por el espejo retrovisor, tiene los ojos muy abiertos y expresión de rabia contenida, hace una mueca torciendo los labios, pero se queda callada y baja la cabeza. Debe recordar lo del beso. Yo no lo olvido.
Llegamos al edificio y me apresuro a abrirle la puerta, pasa golpeándome el hombro, solo consigue que su olor dulzón se quede en mis fosas nasales, no me mira a los ojos y sigue con firmeza, camino detrás de ella. Reparo en el edificio del que solo había visto fotos, es un rascacielos, las escaleras para llegar a la puerta principal son una imitación de las del palacio de justicia de la ciudad, todo es de vidrio con indiscutible aire moderno, al entrar el ambiente es frio, el piso de mármol y los finos muebles ubicados en la recepción me hacen sentir un poco fuera de lugar.
Siempre he trabajado para el gobierno, y he estado en lugares muy finos y elegantes pero esto no se puede comparar a nada con lo que haya visto antes, solo en Dubai quizás, alguno de esos hoteles exageradamente lujoso. Los colores que predominan son blanco y azul pastel, los materiales madera y mármol, vidrio, es todo lo que compone el lugar, más un aura fría y estéril.
Entramos al ascensor y quedamos solos, la oigo suspirar de forma pesada, me mira con intensidad desafiante. La miro inexpresivo.
—¿Qué pretendes? ¿Humillarme? Contarles a todos que te besé, fue solo un piquito. Estaba ebria, ni muy borracha te besaría o dejaría siquiera que te acercarás, fue una apuesta con Alicia. Mi amiga la rubia—se justifica.
—No necesito explicaciones, usted es la jefa, puede hacer lo que quiera.
Ella sonríe y asiente sin dejar de mirarme, yo desvió la mirada ligeramente, finjo que no me dolió escuchar que si recordaba lo del beso y que fue una apuesta, aunque sé que es falso. Ella entra a su oficina y me quedo del lado de afuera de la puerta, nadie entrará si yo no lo permito.
Después de quince minutos, ella sale y me mira a la cara con curiosidad, se cruza los brazos sobre los pechos.
—¿Te vas a quedar allí parado todo el rato? Qué vergüenza, y la gente creerá que corro peligro, que me han amenazado, eso no es bueno para la imagen de la compañía.
—¿Qué sugiere?
—Estoy dentro de la compañía, que es como mi casa, aquí estoy segura, reportarte con Armando López en seguridad de planta física, explícale quien eres y quédate allí con él ayudándolo con la vigilancia del lugar, cuando yo salga te llamo y ya.
—Perfecto—admito y me retiro.
Pienso que tiene razón, sobre todo por la imagen de la compañía, tampoco conviene hacer parecer que estamos sobre aviso de posibles amenazas a su seguridad, así aprovecho de recorrer el edificio y conocer a todos los de seguridad, ya he repasado la seguridad del lugar en planos y simuladores pero hacerlo a pie me dará una idea de todo el lugar, lo puntos débiles y fuertes de su seguridad. Llego al área de seguridad de planta física y me presento.
—Bienvenido James—dice Armando, el jefe de seguridad.
—Gracias señor Armando, Laura me ha pedido—me interrumpe con un siseo.
—Ella me llamó, me parece genial contar con una mente experta en seguridad como tú, podemos recorrer el edificio e intercambiar opiniones —dice sonriendo.
—De acuerdo.
Armando López es un experto en seguridad, ha estado a cargo antes de la seguridad de un sinfín de lugares importantes donde la seguridad nunca fue violada, es respetado en el medio, luce más accesible y de buen humor en persona. Me comenta las incidencias que han sufrido más como anécdotas que como hechos fríos, me agrada enseguida.
—¿Cómo te va con doña Laura?—ríe.
—Hasta ahora bien, pensé que se pondría más difícil —admito.
Se ríe deteniéndose en medio del pasillo que recorremos.
—¿Sabes que en lo que llegaste aquí conmigo ella salió para Puerto Mar?
—¿Cómo? Aseguró que me llamaría, tengo su agenda—digo apenado.
—No te preocupes, no te dije nada porque ella me lo pidió, me dijo que era importante para ella que conocieras todo este lugar como la palma de tu mano, y coincido con ella.
—No debió engañarme.
—No lo tomes personal James, ella parece ruda y fría pero es una mujer muy inteligente y sabe lo que hace, no es un chiquilla loca.
—Pues hasta ahora así es como se ha comportado.
—Es una mujer de carácter fuerte, le gusta que las cosas se hagan a su modo. Es todo—la excusa.
Continuamos el recorrido.
—También soy de carácter fuerte, el experto soy yo y ella parece estar dispuesta a burlarse de mí. No se lo permitiré, deme ya mismo la dirección de dónde estará en Puerto Mar.
Armando me mira contrariado. Abre las palmas y se encoge de hombros.
—Ahora—repito alzando más la voz, él asiente.