Conduzco de camino a la ciudad nuevamente, ella va conversando con Alexa sobre el proyecto que le presentaron, Alexa es una chica linda, no entiendo porque se deja humillar por Laura, es como si en cualquier momento pudiera hacerla quedar en ridículo o humillarla delante de quien sea. No se parecen en nada, Alexa es amable y sencilla, Laura es proponente y extravagante.
Sin duda es una mujer intimidante, me rio solo pensando en el idiota que se le insinuó en el restaurante, es ese tipo de hombre que cree que una mujer sola anda buscando un compañero porque sí. Laura lo puso en su sitio rápido, fue divertido de ver. La mirada de complicidad que compartimos me desconcertó bastante.
—Podemos hacer una parada James. Necesito ir al baño.
—Entendido señora—digo, la miro por el espejo retrovisor, rueda los ojos.
Paramos en un restaurante de paso, ella asegura que está bien, se baja y le hace señas a Alexa, quien niega con un movimiento de cabeza.
—Yo estoy bien—dice. Laura tuerce los ojos y la mira mal, me mira, duda y sigue. Se regresa.
—¿No me vas a acompañar?—me pregunta.
La miro confundido y avanzo sin pensarlo mucho, voy detrás de ella y Alexa dice que quiere comprar algunos dulces y quiere ver si se los venden en el restaurante, entra con nosotros, me quedo en la puerta del baño de damas a esperar que Laura termine. Alexa en un segundo está junto a mí, me ofrece una golosina.
—Ella parece ruda, pero no es tan mala—dice. Se ruboriza.
Me parece muy sexi el rubor que se le sube a sus mejillas muy blancas, su piel luce suave. Es una chica sexi, asiento sin responder y desvío la mirada. Lo último que quiero es que Laura me sorprenda mirando a su asistente, según ella soy un sirviente que no está a su altura. Vaya que Laura es prejuiciosa y pretenciosa. Se viene a mi mente el recuerdo de ella estando ebria dándome aquel beso, en ese momento claro, ella ebria, no le parecía yo menos.
Alexa lleva un vestido beige manga larga y encima un abrigo, pero puedo ver sus pechos generosos y que se marcan sus piernas torneadas, lleva el cabello suelto, es bastante rubio, natural y largo, sus ojos verdes y labios rosados lucen como una tentación, es hermosa y sexi, pero no me lo parece más que Laura. Me regaño por estar pensando en eso, soy un profesional y no puedo estar haciendo valoraciones sobre el físico de mis jefes y de nadie, menos compararla.
Se abre la puerta del baño, miro a Laura quien nos lanza una mirada asesina a los dos, pasa batiendo su cuerpo y choca contra mí, me aparto y camino detrás de ellas. Hay una tensión palpable entre los tres.
El resto del camino ellas se mantienen en silencio y yo con la vista al frente.
—¿Cómo llegaste guardia?—pregunta Laura intrigada.
—Me trajo uno de los hombres de Armando.
—¡Oh ya veo!
Suena su teléfono y ella atiende.
—Hola Orlando precioso ¿Cómo estás? Sí, yo sé, yo también, si será después, un día que no esté tan ocupada.
Ríe. Nuestras miradas se cruzan en el espejo retrovisor.
—Ah sí, y qué me harías, porque justo ahora llevo un conjunto blanco de encaje debajo de mi pantalón blanco, él top de arriba es pequeño, sí pudieras verlo. Sí así como el de una novia —ríe.
Trago grueso y trato de disipar la turbación que me causa oír su voz tan sensual hablando de su lencería—cuelga.
—¿Orlando?—pregunta Alexa.
—Sí, ese idiota, necesito que crea que me importa y que si dejaré que me folle, en sus sueños, no es más que un fracasado del montón, pero su padre es muy influyente en el gobierno y necesito esos permisos.
—El senador, claro, ¿Se dará cuenta?—pregunta Alexa.
—No, es un retrasado mental.
Alexa ríe.
—Creí que de verdad te gustaba.
—¡Por favor!—se queja Laura.
Siento de pronto curiosidad por su marido, o ex marido ahora que se divorcia, ¿Qué hombre le parecerá suficiente a ella? me pregunto, aunque es inapropiado que piense en eso, no recuerdo mucho de la ficha de su esposo, no era muy relevante, Fabricio Testa, ex corredor de autos de formula una, dejó de correr tras una lesión definitiva que lo dejó fuera de las pistas, empresario como su familia, hombre joven de 30 años. Famoso, bien parecido de familia rica y bien posicionada, así le gustaban a ella y se está divorciando.
¿De carácter cómo sería? Me pregunto, y me vuelvo a regañar. Eso no es tu asunto James, me digo. Llegamos, bajo para abrirle la puerta a las dos, Laura pasa ignorándome, Alexa me sonríe, le devuelvo la sonrisa. Subimos por los ascensores, sigue una tensión rara en el ambiente que se la atribuyo a la sonrisa tonta que Alexa no ha dejado de dedicarme, lo que provoca que Laura le dedique su mirada asesina a ella. Las dejo a las dos en la oficina y me muevo para salir.
—Estaré con Armando, me llamas si sale, esta vez en serio—digo.
—No, quédate—me dice.
La miro sorprendido.
—¿Segura?
—Sí, haré que te habiliten la sala junto a mi oficina, no estarás aquí ni tan lejos, allí pueden hacer instalar unos monitores y alguna computadora, no estarás de pie en mi puerta ni tan lejos —dice.
Me parece raro que haya cambiado de opinión pero no digo nada, solo afirmo con la cabeza y espero instrucciones, me comunico con los hombres de la casa, le doy instrucciones y recibo reportes, me aseguro de que todo esté bien y reviso las cámaras de la casa en mi Tablet. Una vez instalado en la oficina, se abre la puerta y veo a Alexa entrar a hurtadillas. Sonríe nerviosa y se acerca.
—Hola—digo casi preguntando, dejándole saber que no entiendo que hace aquí.
—Solo quería ponerme a la orden por cualquier cosa.
—Tengo toda la información sobre ti, trabajas para Laura, es el procedimiento estándar.
—Sí, lo sé pero me refería a algo más informal, llamadas, y esas cosas, por si ella quiere escaparse otra vez—dice ruborizándose de nuevo. Me pasa un papel con su número telefónico.
Me resulta muy sexi y tierno que se ruborice cuando me habla, pero recuerdo las palabras de Laura: ¡No seas cochina! Es el servicio. Le sonrío.
—Gracias Alexa, espero que eso no vuelva a ocurrir, si ocurre, tendré que renunciar, ella no es una niña y yo soy un profesional.
—Bien, pero no soy virgen—dice y su cara es roja, tiembla.
No sé si reírme o qué, no sé si es una trampa de Laura. Ella mira hacia la puerta con nerviosismo.
—Ella cree eso y no se lo aclaro pero no lo soy —dice.
—Eso no es de mi incumbencia, no era necesario que me lo aclarara—digo con sinceridad.
—Sí, lo sé, lo siento—dice nerviosa.
Me resulta tan sexi verla tan nerviosa y ruborizada en mi presencia.
—Bien, no hay nada más de que hablar —digo esperando que se vaya, su presencia me está poniendo nervioso.
—Y yo no soy prejuiciosa como es ella, es decir, no quiero hablar mal de ella pero no estuvo bien que hiciera los comentarios que hizo…
—Descuida, mi trabajo es protegerla, no importa lo que ella piense de mi—aclaro para ella y para mí, para recordármelo, porque vaya que si dolieron un poco sus comentarios.
Se acerca más y su perfume me resulta agradable, se inclina sobre mi rostro fijando sus grandes ojos verdes en los míos.
—Gracias por ir por nosotras, conmigo cuentas—sonríe.
—Gracias—digo devolviéndole la sonrisa.
Se abre la puerta. Los dos miramos en esa dirección, es Laura, nos mira con mala cara en especial a Alexa, quien tiembla como corderito en su presencia.