—Yaaa… creo que debo irme a dormir —digo arrastrando las palabras, tambaleándome mientras levanto un dedo como si estuviera dando un discurso solemne—. Y espero recordar todo mañana… o no, mejor no. Capaz es mejor olvidarlo todo.
De pronto escucho la voz fresca de Irina, como una bocanada de aire entre tanto humo.
—Chicos, ¿cómo van?
—Nos podemos ir o puedes llamar a… —empiezo a decir, pero ella me corta antes de que termine.
—Nos vamos a casa. —Lo dijo con esa autoridad de hermana mayor que no admite réplica—. Hermano, llévanos.
—Sí, vámonos. Yo pago. —escucho gruñir al ogro (Alexei, pero en mi mente borracha sigue siendo el ogro).
—Nooo —interrumpe Irina—. Ya ha pagado Mauricio. Vámonos.
Mauricio otra vez. El nombre retumba y me da risa porque sé cómo le arde a Alexei cada vez que
