En eso la conciencia y el miedo me golpearon de frente, como una bofetada invisible. Fue automático. Lo empujé con todas mis fuerzas y apenas me escuché gritar: —¡No… nooo! Me alejé temblando, el corazón martillándome las costillas como si quisiera escapar de mí antes que yo misma. Era absurdo, pero los pensamientos me cayeron encima como una lluvia helada: pedazos de recuerdos, fantasías incompletas, temores que nunca había puesto en palabras. Sí, carajo, era virgen. Nunca había estado con un hombre. Nunca. Y no, tampoco soy fan de porno, aunque claro que sé lo que es, en las filas de Moscú abundaba en celulares robados, en los mercados callejeros, en los comentarios de los idiotas de barrio. Y sí, también sé lo que es el sexo en el campo, porque las historias corren de boca en boca. Pe

