**NICKY**
Lo vi, en ese instante, suspendido en el tiempo, como sus dedos se detuvieron sobre la libreta, como si el gesto de revisar la fecha en la esquina fuera solo una excusa para no enfrentarse a la mirada de aquel hombre. Sentí cómo apretaba su pierna, una tensión contenida que traspasaba la superficie.
No dije nada. No hacía falta. Ni a ellos, ni a ella. La reunión seguía su curso: términos en discusión, acuerdos que avanzaban, decisiones que tomábamos con precisión mecánica. Pero en mi interior, algo se agitaba, una corriente incómoda que no podía ignorar.
Era una especie de recordatorio interno, una alerta silenciosa: hay espacios donde ella brilla, sin que yo tenga que dar permiso. Espacios donde su presencia, su inteligencia, su energía, resaltan por sí mismas, sin necesidad
