**ALAI**
Mis labios se movieron lentamente, como si cada palabra fuera un peso que no valía la pena disfrazar. La franqueza de sus palabras era como un espejo que reflejaba no solo su historia, sino también la mía, la nuestra, la de tantos que alguna vez hemos tenido que aceptar lo que no podemos cambiar.
—Eso espero —dije, sin inmutarme, con una voz firme, que no temía mostrar su desgaste—. Porque si hay algo que aprendí, es a no entrar en batallas que ya tienen ganadores definidos.
Volví la mirada al campo. Allí estaban Nicky y su hijo, riendo juntos, ajenos a la tormenta que se había desatado unos metros más arriba. La sencillez de ese momento me golpeó con fuerza. La inocencia en sus risas, la complicidad en sus gestos, parecían un recordatorio cruel de lo que había perdido o quizás
