**ALAI** Subimos al auto en silencio, el motor rompiendo la quietud, y la ciudad se abría ante nosotros como un suspiro largo y expectante. Todo parecía posible… hasta que giramos hacia un parque deportivo. Lo entendí todo cuando vi los carteles. “Juego de béisbol infantil”. Y en ese instante, como si el destino tuviera sentido del humor, allí estaba él… su hijo, rodeado de risas y pelotas. Y claro… Amanda. Vestida de forma perfecta, saludando con esa sonrisa que parecía no reflejar toda la historia, con esa sonrisa que ya no me engañaba. Era una sonrisa que mezclaba alegría y nostalgia, como un recordatorio de lo que había sido y lo que tal vez nunca volvería a ser. Los tres caminaban juntos, unos metros más adelante, ajenos a mí, en un mundo que parecía haberles entregado un capítulo

