**ALAI** Amanda venía un par de pasos detrás, hablando con alguien del personal como si esa también fuera su empresa. La familiaridad en su voz, la naturalidad con la que se movía, transmitían la confianza de quienes saben que están en su lugar, que pertenecen a ese entorno que alguna vez soñaron construir juntos. Yo, desde mi silla, los observaba a través del marco de la puerta semiabierta. No dijeron que vendrían. Tampoco necesitaban decirlo. La escena era perfecta, espontánea, sin añadidos ni pretensiones. Era una imagen que parecía sacada de un catálogo de vidas ideales: padre, madre, hijo, sonrisas, movimiento, unidad. Todo enmarcado por la oficina que alguna vez pensé compartir, que imaginaba como el espacio donde nuestras vidas se entrelazarían, donde los sueños se convertirían en

