La primera vez que le hablé de nuestro vínculo fue cuando cumplió dieciséis años. Para entonces, Émer ya era una joven llena de luz y sabiduría, más fuerte y valerosa de lo que podría haber imaginado. Le expliqué que siempre la había protegido y que la amaba, no como un desconocido, sino como alguien que había sentido cada latido de su corazón, que había compartido su vida en silencio.
Kean se llevó una mano al pecho, tocando el lugar de la marca y una sonrisa llena de nostalgia se dibujó en sus labios.
- Cuando finalmente nos unimos, Drage, fue como si el mundo entero cobrara vida de nuevo. Todos los años de espera y anhelo desaparecieron en ese instante. Me di cuenta de que ella había sentido esa conexión también, en silencio y en lo profundo de su ser. Supe que el vínculo que compartíamos no era una simple coincidencia; era algo sagrado, un destino al que ambos estábamos atados desde antes de nacer.
- ¿Ella lo sintió? - le preguntó.
- Cuando me vio, pero era demasiado joven para saber lo que significaba...
Drage asintió, conmovido por la historia. Ahora veía a su hermano no solo como el dragón dorado, fuerte y protector, sino como alguien que había experimentado un amor puro e inquebrantable, un amor que había requerido paciencia, sacrificio y una devoción absoluta. Drage observó la suavidad y el orgullo en los ojos de Kean al hablar de Émer y supo en ese instante que su hermano había encontrado algo que él mismo había anhelado sin saberlo.
Kean observó a Drage en silencio, leyendo la duda y la inseguridad en su rostro. Con la intensidad de alguien que había aguardado siglos para ver a su hermano en ese momento de vulnerabilidad, posó una mano firme en su hombro.
- ¿Crees que no mereces su amor por algo que ocurrió hace tanto? - preguntó Kean con suavidad, sus ojos dorados llenos de comprensión - Drage, lo que sientes es natural y sé que la traición del pasado pesa en tu mente, pero los errores de su linaje no son suyos y tampoco son los tuyos.
Drage apartó la vista, inseguro. La idea de acercarse a la princesa lo inquietaba de una forma que ni él mismo comprendía del todo.
- Ella es la descendiente de quien juré proteger y quien, al final, me traicionó ¿Cómo podría verla sin recordar la traición? Y aún así… - hizo una pausa, su voz temblando con un peso que parecía imposible de aligerar - La siento aquí, - dijo, tocando su pecho - tan fuerte que me asusta. Ella es tan joven y yo… un dragón de mil años, marcado por siglos de conflictos. ¿Qué derecho tengo yo de acercarme a ella?
Kean lo miró con empatía, sintiendo la magnitud de su hermano en conflicto consigo mismo.
- Drage, el amor de una compañera no se da ni se quita como un simple favor. Ella no será solo la descendiente del emperador, ni tú serás solo el dragón que vivió mil años de dolor. Cuando te vea, verá en ti mucho más que eso. Tal vez no lo entiendas aún, pero el vínculo transformará lo que ahora sientes como temor en algo que ambos construirán juntos.
Drage suspiró profundamente, buscando las palabras adecuadas para expresar el torbellino de emociones dentro de él.
- ¿Y si no puede amar a un dragón? - preguntó finalmente, su voz apenas un susurro - ¿Y si… cuando sepa quién soy y lo que represento, decide alejarse?
Kean sonrió, y la calidez de su mirada llenó el salón.
- Primero, somos infinitamente atractivos en nuestra forma humana, no he visto a ninguna hembra resistirse a nuestra forma, segundo la princesa ya lleva en ella la marca, Drage, así como tú llevas la tuya. Y cuando los lazos de la profecía se consuman, cuando ambos acepten lo que son y para qué están aquí… no habrá lugar para las dudas que ahora te atormentan. Cuando la veas todo lo demás desaparecerá. - Hizo una pausa y su voz se suavizó - Ella es tu compañera, Drage. No tengas miedo de ser vulnerable con ella, de mostrarle tanto tu fuerza como tus miedos. Los vínculos verdaderos, como el que compartirán, solo se forjan en la sinceridad y la confianza.
Drage, aún inseguro, asintió lentamente, permitiendo que las palabras de Kean se asentaran en su mente. Se aferró a esa esperanza, aunque pequeña, de que algún día podría acercarse a la princesa no como un dragón atrapado en las sombras del pasado, sino como alguien digno de compartir su vida con ella.
Kean le apretó el hombro con fuerza, brindándole un último consejo, lleno de afecto y de la sabiduría que había ganado en su propia experiencia.
- Ella será tu compañera no por lo que eres, sino por lo que juntos serán. Dale esa oportunidad, Drage. Dale la oportunidad de conocerte realmente y quizás, en el proceso, tú también te encuentres a ti mismo y te sorprendas... - el dragón alzó una ceja y Kean lo miró divertido - La he visto hace un par de años y creo que es justo la compañera que necesitas...Ya verás...
Drage asintió, impresionado. Émer no era simplemente la compañera de Kean; era alguien con su propia historia y con una relación de confianza profunda con Altheas. Observó cómo ella continuaba hablando, llena de vida y energía, como un rayo de sol en medio de la solemne quietud del salón.
- Parece que es una buena influencia para todos. - comentó Drage en voz baja, capturando el afecto que ella irradiaba.
- Lo es. - replicó Kean, con una sonrisa cálida - Y creo que descubrirás que ella también tiene mucho que enseñarte.