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1317 Words
Leoni, quien hasta ese momento había estado concentrada en sus heridas y en su dolor, alzó la mirada al oír el ruido. Sus ojos se encontraron con los de él y por un instante, sus pupilas reflejaron sorpresa, una sombra de temor y algo más... Drage no avanzó, conteniéndose. Él, más que nadie, entendía el dolor que cargaba y no quería asustarla. - Leoni… - murmuró suavemente, la voz llena de una mezcla de preocupación y ternura que él mismo no supo de dónde venía. Dio un paso hacia ella, pero ella se tensó y retrocedió ligeramente, el dolor cruzando su rostro cuando el movimiento hizo que la tela de la camisa rozara las heridas abiertas en su espalda. - ¿Quién eres? - preguntó ella con voz temblorosa, el sufrimiento mezclado con una pizca de orgullo que la hacía mantenerse en su lugar a pesar del dolor. Drage la miró fijamente, tratando de mantener su tono sereno para no alterarla más. - Soy Drage Black… He venido a ayudarte. - Al decir su propio nombre, sintió la profundidad del vínculo que compartían, como si esas simples palabras llevaran un peso antiguo y eterno. Vio cómo la confusión se reflejaba en su mirada, pero ella no retrocedió más. Su instinto le decía que, a pesar del sufrimiento y la desconfianza que él veía en sus ojos, también había un rastro de reconocimiento en la mujer. Sin poder evitarlo, Drage extendió una mano hacia ella, sus dedos rozando apenas el borde de su camisa desgarrada. - ¿Puedo ayudarte con esas heridas? - preguntó con suavidad, su voz baja con una mirada intensa, pero gentil. Leoni dudó, su respiración aún rápida, pero algo en su presencia, en la sinceridad de sus ojos, pareció calmarla ligeramente. Asintió en silencio. Drage se arrodilló junto a ella y sacó un pañuelo de su bolsillo, humedeciéndolo en un recipiente con agua fría que estaba en la mesa. Con enojo se dio cuenta que era un lugar frio y sucio que no correspondía a su compañera. - ¿Te han tenido aquí todo el tiempo? - preguntó. - Si...Dime quien eres. Nunca te había visto... - Soy amigo de Altheas...- le dijo con cuidado. - ¿El maestro? ¿Está bien? - le preguntó y Drage se sorprendió que priorizara al viejo humano que las condiciones en las que ella misma estaba. - Si, él me envió a buscarte... - ¿Cómo puedo creerte? - preguntó con desconfianza. - Vine con el dragón azul... ¿Está bien para ti? - ¿Lord Kavan? - preguntó con una sonrisa que pareció iluminar el lugar. - No tenemos mucho tiempo - interrumpió incómodo al ver esa sonrisa dirigida a su hermano y no a él - Levántate. Cuando Drage extendió la mano para ayudarla a incorporarse y sus dedos se tocaron, una corriente eléctrica los recorrió quitándoles el aliento haciendo gritar a Leoni por lo que Drage optó por la solución más sencilla: La atrajo a sus brazos y la besó. Leoni aún estaba paralizada, ante el gesto de Drage el que no comprendía del todo, la dejaba entre la sorpresa y una extraña sensación de paz. El primer contacto fue suave, apenas un roce de aliento y piel. Leoni abrió los ojos de par en par, sorprendida y por un segundo pensó en protestar, pero antes de que su cuerpo obedeciera, el calor que emanaba de él se desplegó en su interior, como si un río de fuego y calma a la vez llenara cada rincón de su ser. El beso no era feroz, pero contenía una necesidad contenida, un anhelo antiguo y profundo. Drage la besó como si ambos fueran el centro de un universo que, en ese instante, solo contenía a los dos. Ella se dejó llevar, olvidando el dolor en su espalda, el frío de la habitación y el miedo que la había mantenido en pie hasta ese momento. Leoni sintió el peso del vínculo entre ellos, recorriendo su piel como una corriente, despertando en su pecho una calidez desconocida, una que la hacía ansiar más de él, de esa conexión que ambos compartían sin comprender del todo. Drage también sintió cómo el vínculo respondía al contacto, encendiendo cada fibra de su ser en una tormenta de emociones. Sus manos temblaban ligeramente al sostenerla, mientras su mente trataba de contener la intensidad del sentimiento, pero el vínculo no le permitía retroceder; lo arrastraba hacia ella, hacia la necesidad de protegerla, de tomarla, de demostrarle con cada respiro que su vida estaba atada a la de él. Leoni podía sentir el latido acelerado de su corazón, la tensión en sus hombros mientras él se esforzaba por contener el poder que irradiaba. Finalmente, el beso se rompió, dejando un espacio en el que ambos se miraron, todavía atrapados en el recuerdo de aquel primer contacto. Leoni respiraba agitada y su mirada reflejaba la mezcla de asombro y anhelo que se agitaba en su interior. Drage la soltó despacio, sus manos aún temblorosas al liberarla, mientras bajaba la mirada para no intimidarla más. Sin embargo, algo en su expresión parecía haber cambiado, como si ese simple beso hubiese desatado una verdad profunda entre ellos, una que ni él mismo podía negar. - No quería asustarte - murmuró Drage, su voz baja y un tanto ronca. - No… no estoy asustada - respondió ella, más rápido de lo que esperaba, sintiendo el rubor encender sus mejillas. Las palabras salieron en un susurro, como si admitirlo en voz alta le otorgara una vulnerabilidad nueva, pero también una certeza que crecía en su pecho - Estoy… confundida ¿Qué fue eso? - Es un poco largo de explicar. Tendrás que confiar en mi... Él también estaba confundido, atrapado entre el impulso de protegerla y el deseo de volver a besarla, de seguir descubriendo aquella conexión que el destino les había dado. Leoni, aún con el eco de aquel beso en sus labios, sintió cómo su propia voluntad flaqueaba y, a pesar de la incertidumbre, se permitió un atisbo de esperanza. Ambos se quedaron así, en el silencio de la habitación comprendiendo, al menos en parte, que el vínculo entre ellos era inquebrantable, más profundo y poderoso que cualquier juramento que pudieran hacer. - Déjame limpiar las heridas o se infectarán... - Las sirvientas volverán pronto. - le dijo preocupada dejándose llevar a una silla cercana. Con movimientos cuidadosos, Drage comenzó a limpiar las heridas en su espalda. La suavidad de sus manos y la delicadeza de sus gestos parecían extrañas en un hombre de su talla y presencia y Leoni observó cada uno de sus movimientos, sin saber si agradecerle o desconfiar de aquella ayuda inesperada. El silencio entre ambos era denso, cargado de palabras no dichas y emociones apenas comprendidas, pero mientras él limpiaba las heridas, el dolor de ella parecía disminuir, reemplazado por una sensación cálida y desconocida hasta que Drage movió la tela cerca del hombro y la marca se reveló ante él, sorprendiéndole. - Esta marca... - susurró. - Nací con ella, el maestro dijo que nadie puede verla, excepto quien tenga una igual... - ¿Sabes quién es? - preguntó conteniendo el gesto de tocarla. - No...pero sé que lo encontraré... Drage sonrió ante su tono decidido. Era lo mismo que él había jurado. - Te lo dije, Leoni. Vine porque… eres importante. Aunque aún no lo comprendas, estoy aquí para protegerte. Pronto sabrás el motivo. Ahora, mantente fuerte y aguanta un poco más... Ella se giró y lo miró fijamente con sus labios entreabiertos y Drage sintió en su interior que el vínculo entre ambos, aquel que los había traído a ese momento, era más fuerte de lo que cualquiera de los dos pudiera entender o controlar. Mierda, pensó. Esto es difícil...lo atraía como un imán. Cuando iba a revelar su identidad el ruido de la puerta al abrirse los alertó.
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