Te Encontré
Drage caminaba con su hermano y los elfos por uno de los amplios corredores que conectaban el salón de audiencias con las habitaciones destinadas a los huéspedes ilustres.
La atmósfera se sentía tensa y todos parecían inmersos en sus propios pensamientos, analizando las palabras del rey y el posible desenlace de aquella noche. Sin embargo, Drage no estaba preparado para lo que sentiría en ese instante.
De repente, un dolor profundo, ardiente, le recorrió el cuello como si una mano invisible lo sujetara con fuerza, cortándole el aliento. Sus ojos se abrieron de golpe y una mezcla de sorpresa y agonía le recorrió la expresión. Sentía el latido de su corazón martillando en sus sienes y antes de que pudiera procesar la intensidad de esa conexión, una segunda oleada de dolor lo invadió, esta vez en la espalda, como si fuera golpeado con brutalidad.
Drage cayó sobre una rodilla, apretando los dientes mientras sus manos se aferraban a su cuello como tratando de liberarse y sus acompañantes reaccionaron de inmediato.
- ¡Drage! - exclamó Kavan, arrodillándose junto a él con evidente preocupación en su mirada - ¿Qué ocurre? ¿Es algún tipo de hechizo?
Thalias, alerta, extendió una mano para examinar la energía que lo rodeaba, tratando de detectar cualquier maldición o manipulación mágica en el ambiente, pero no encontró nada anormal.
Drage respiraba con dificultad, su pecho se alzaba y caía rápidamente mientras cerraba los ojos, tratando de entender lo que sentía. Era como si una conexión más allá de lo físico se estuviera manifestando en él. El dolor no era suyo… y, aun así, lo estaba experimentando como si lo fuera, igual que la vez anterior. Las imágenes en su mente eran confusas, pero en su interior, algo se encendió con una certeza irrevocable. Era ella. Era su compañera. Podía sentirla.
- Es… ella… - susurró con esfuerzo, sin aliento. Las palabras salieron entrecortadas y llenas de emoción contenida - Está aquí… y está en peligro.
Kavan y Colin intercambiaron miradas sorprendidas, pero no dudaron. Sin embargo, antes de que pudieran decir algo más, Drage sintió otra punzada de dolor que le recorrió la espalda, como si su compañera estuviera siendo castigada, herida de alguna forma. Esta vez, el dragón n***o no titubeó. Su determinación creció y el ardor en su pecho lo impulsó a levantarse, recuperando el control de su cuerpo.
Sus ojos se tornaron brillantes, como un pozo profundo y su energía comenzó a fluctuar, desbordándose en forma de una sombra imponente. Sin decir una palabra, se separó de sus hermanos y se acercó a una de las ventanas del corredor, abriéndola de par en par. Sus hombros se tensaron y, en un gesto que dejó a todos en silencio, extendió las alas en su forma humana, unas alas negras, fuertes y robustas que surgieron de su espalda, rodeándolo con su poder.
Kavan intentó hablar, pero se detuvo. La intensidad en la expresión de Drage, su determinación palpable, le dejó claro que nada lo detendría. Sabía que Drage había encontrado algo esencial en su vida, algo que todos los dragones anhelaban: una conexión que era única, un vínculo con una compañera destinada y la de él estaba sufriendo.
- Maestro, si necesitas ayuda… - comenzó a decir Thalias, pero el dragón n***o lo interrumpió con un gesto.
- No… -su voz sonó entrecortada, pero firme - Esto debo hacerlo yo. Regresen a la habitación. Volveré.
Con un último vistazo a sus compañeros, Drage inhaló profundamente y dejó que la energía de su naturaleza fluyera a través de él, elevándose del suelo. Sus alas batieron con fuerza y, en un movimiento decidido, se lanzó por la ventana, volando sobre los jardines y el palacio en dirección al ala en la que la sentía con mayor intensidad. La conexión con su compañera lo guiaba, como un hilo invisible que lo atraía hacia ella.
El frío del atardecer envolvía el palacio, pero Drage apenas lo notaba. Su cuerpo era impulsado por la mezcla de miedo, ansiedad y una urgencia ardiente por encontrarla. A cada batida de sus alas, su corazón latía con fuerza, acelerado y en su mente podía sentir el eco de sus propios temores reflejados en el vínculo que compartían ¿Cómo era posible que su conexión con ella fuera tan poderosa, tan visceral, si aún no se habían conocido? La pregunta quedaba suspendida en su mente, mientras se acercaba a la zona del palacio que sentía como el lugar en que ella estaba cautiva.
Finalmente, se detuvo en el aire, justo sobre una sección del ala este. Cerró los ojos, respirando profundamente, sintiendo cómo el dolor en su cuello y espalda se intensificaba. Ella estaba cerca, su dolor lo rodeaba y la sensación era tan vívida que, por un momento, Drage casi pudo sentir el miedo y la resistencia en sus emociones. Era como si estuviera a su lado, como si pudiera escuchar el latido acelerado de su corazón.
Volando con agilidad, pero oculto de las miradas de los humanos, Drage se acercó a una ventana iluminada tenuemente. Sin saber aún lo que le esperaba dentro, supo que haría cualquier cosa para protegerla.
Drage aterrizó silenciosamente en el alféizar de la ventana, sus alas plegándose con precisión mientras observaba el interior de la habitación tenuemente iluminada. Su vista de dragón, aguda y penetrante, distinguió el movimiento de tres sirvientas que rodeaban a una figura en el suelo. Su corazón se detuvo por un segundo al verla: era su compañera, la princesa Leoni.
Ella estaba arrodillada en el suelo, la tela de su camisa interior adherida a la piel herida y ensangrentada de su espalda, donde tres largos surcos de latigazos aún sangraban. Leoni temblaba, pero no emitía ni un solo sonido de dolor, su cabeza alzada con dignidad, pese al evidente sufrimiento.
Drage sintió una furia abrasadora encenderse en su pecho, sus músculos se tensaron y el impulso de saltar y acabar con las sirvientas que la habían lastimado lo inundó.
Por un instante, las uñas en sus manos se alargaron, transformándose en garras y sus ojos se oscurecieron, revelando el destello azul de su ira. La visión de su compañera herida, de rodillas y humillada, era suficiente para hacerle perder el control. Sin embargo, una voz en su interior, profunda y sabia, le recordó que su primera misión era protegerla. Si perdía el control ahora, solo empeoraría la situación.
Respiró hondo y retrocedió un paso, obligando a su cuerpo a volver a la calma mientras observaba con atención cada movimiento de las sirvientas. Escuchó a una de ellas decir con desdén.
- El rey ha ordenado que luzca como una verdadera mujer de Sax. Que se quite ese aire altivo que tanto disgusta a su majestad.
Otra sirvienta, que sostenía un vestido de tela delgada y opaca, el que había llevado desde su entrada al palacio asintió con una sonrisa maliciosa.
- Esperemos que esto la amanse. De nada le sirve ese corazón fuerte si no va a obedecer. Pero, por ahora, buscaré agua caliente para lavarle la espalda. Volveré pronto.
Las tres mujeres abandonaron la habitación, saliendo por una puerta lateral y cerrándola tras de sí. Drage observó cómo la última sirvienta lanzaba una mirada fría hacia Leoni antes de salir. Apenas la puerta se cerró, Drage saltó de la ventana y aterrizó en el suelo con suavidad.