Frente al Rey
El gran salón de audiencias del rey de Sax se extendía ante ellos, un espacio opulento y cuidadosamente decorado que reflejaba los gustos extravagantes de su monarca. Kavan, Drage, Thalias y Colin cruzaron el umbral con pasos firmes, dejando que sus presencias se sintieran sin necesidad de palabras. La guardia del rey, vestida con armaduras brillantes, permanecía atenta alrededor de la sala, mirándolos con una mezcla de suspicacia y curiosidad. Al verlos entrar, algunos de los cortesanos murmuraron entre ellos, lanzando miradas rápidas hacia los recién llegados, fascinados y un poco nerviosos por la imponente figura de Kavan y el aire sombrío que rodeaba a Drage.
Kavan, con su porte elegante y su semblante tranquilo, caminaba con la naturalidad de quien había visitado esas tierras antes. A su lado, Drage avanzaba sin prisa, sus ojos recorriendo cada rincón del salón sin esfuerzo, observando discretamente los detalles de la seguridad, los guardias y las rutas de escape posibles. Colin, con su vista aguda de elfo, notaba las pequeñas sutilezas que otros podrían pasar por alto: las miradas tensas de los guardias, las sombras en los tapices de seda que adornaban las paredes, y el ligero parpadeo de los candelabros suspendidos en el techo alto. Thalias, en tanto, mantuvo una expresión neutral, pero sus ojos calculaban cada paso, atento a las reacciones de los humanos, evaluando a los presentes en silencio, como un centinela vigilante que no dejaba cabos sueltos.
El rey de Sax, un hombre de figura rechoncha y vestimenta fastuosa se encontraba sentado en su trono de oro decorado con piedras preciosas. A pesar de su aspecto opulento y, en cierta medida, decadente, había un brillo astuto en sus ojos que denotaba experiencia en el manejo de poder y una cierta brutalidad que no pasaba desapercibida. Sus ropajes estaban bordados con hilos de oro y plata, y un pesado collar de gemas descansaba en su pecho, proclamando su autoridad y riqueza.
Kavan fue el primero en inclinar la cabeza en un saludo respetuoso, mientras Drage lo seguía con una reverencia contenida, lo suficiente para mantener las formalidades sin mostrar sumisión. Thalias y Colin, siguiendo su papel como asistentes, inclinaron la cabeza y dieron un paso atrás, dejando que Kavan y Drage ocuparan el centro de la atención.
- Majestad, es un honor estar en su presencia una vez más - saludó Kavan con una voz suave, pero firme - Como representante de la Confederación de Comerciantes, he traído algunas ofrendas de los lugares más lejanos de nuestras tierras.
El rey de Sax los observaba con una sonrisa sardónica, asintiendo apenas ante la formalidad del saludo.
- Lord Kavan, siempre es un placer recibir a aquellos que traen algo de valor a mi reino. - dijo su voz resonando y cargada de una maliciosa condescendencia - Veo que has traído compañía... interesantes asociados, debo decir.
Drage, con su presencia calmada y severa, inclinó ligeramente la cabeza y dio un paso adelante para añadir a las palabras de Kavan, sus ojos observando directamente al rey sin temor ni sumisión.
- Traemos, además de productos exquisitos, conocimiento y habilidades que quizás puedan interesarle a su majestad - dijo Drage, su voz baja, pero potente, como un río que fluye lento pero profundo - En estos tiempos, toda ventaja que fortalezca su reino podría resultar beneficiosa.
El rey sonrió, mostrando una hilera de dientes amarillentos y, con un movimiento de la mano, les indicó que se acercaran para presentar sus mercancías. Kavan hizo una señal a Thalias y Colin, quienes se adelantaron para colocar sobre la gran mesa de mármol una serie de cofres adornados y telas finas, cuidadosamente seleccionadas para impresionar a los humanos. Cada uno de los objetos era un reflejo de la habilidad y el arte de los elfos: bordados con hilos de oro, sedas teñidas en tonos imposibles de conseguir en el reino de Sax y pequeñas joyas labradas con una precisión que dejaba a los cortesanos boquiabiertos.
Kavan mantuvo su tono diplomático mientras describía las mercancías, pero Drage, siempre observador, percibía las miradas ansiosas de los guardias y cortesanos alrededor. Sabía que esos hombres, aunque humanos, no eran menos peligrosos. El reino de Sax era conocido por su capacidad de manipulación y brutalidad y el rey no dudaría en utilizar cualquier ventaja a su alcance. Aun así, Drage se mantuvo calmado, confiando en la presencia de Kavan y en su propia habilidad para observar y analizar cada movimiento.
Mientras Kavan explicaba las propiedades de una seda especial, tejida con fibras que solo crecían en las tierras élficas y que parecían brillar con una luz propia, Drage notó que el rey dirigía su atención a él, sus ojos entrecerrados en una expresión de interés y astucia antes de cruzar miradas con el general Colton, de pie cerca de él.
- ¿Y usted, comerciante de n***o? - preguntó el rey, alzando una ceja y examinando a Drage con una curiosidad fingida - ¿Qué clase de habilidades trae a mi reino, además de un porte tan... lúgubre?
Los cortesanos soltaron risas burlonas, pero Drage no reaccionó, manteniendo su expresión imperturbable mientras devolvía la mirada al rey con un brillo frío en los ojos.
- Mi habilidad, majestad, es sencilla, pero útil en tiempos de conflicto y en las transacciones con los reinos más peligrosos. - dijo con la voz resonando con la confianza de alguien que sabía el peso de sus palabras - Soy un observador, un estratega, si se permite. No traigo solo productos, sino conocimiento que podría servirle en tiempos de necesidad.
El rey sonrió de nuevo, aparentemente complacido con la respuesta de Drage, pero Kavan, con su percepción aguda, notaba cómo la mirada del monarca no estaba completamente satisfecha. Sabía que el rey de Sax siempre buscaba el control absoluto en cualquier trato y la calma calculadora de Drage parecía desconcertarlo.
Kavan, para suavizar la tensión, extendió la conversación hacia temas comerciales.
- Majestad, como sabe, nuestras tierras son ricas en recursos que no se encuentran en ningún otro lugar. El comerciante a mi lado es quien lo hace posible con sus habilidades. - dijo, abriendo un pequeño cofre de madera tallada que contenía fragmentos de piedras preciosas - Los elfos han recolectado y trabajado estas piedras, cada una con propiedades únicas que podrían beneficiar a su reino de muchas maneras. Desde el poder de sanación hasta la capacidad de mejorar las defensas de sus hombres. Quizás podamos discutir un intercambio que favorezca a ambas partes.
El rey examinó las piedras con un interés creciente, sus dedos gordos acariciando los fragmentos brillantes mientras su mente calculaba el valor de lo que tenía frente a él. Los cortesanos observaban con creciente avidez y Drage pudo ver la codicia en sus miradas, la fascinación que aquellos simples objetos ejercían en los humanos. Como dragones, les gustaban los tesoros y las joyas, pero como parte de su nido, no para llevarlas encima.
- Esto es lo que aprecio de ustedes, comerciantes de tierras lejanas - dijo el rey, volviendo su mirada hacia Kavan y Drage - Siempre saben cómo capturar el interés de un hombre con buen gusto, pero debo advertirles, en mi corte no se tolera la traición ni los engaños. Aquí, todo tiene un precio y estoy dispuesto a negociar siempre y cuando todo se mantenga... claro y justo.
Thalias, quien había permanecido en silencio hasta entonces, sintió una advertencia oculta en esas palabras. Aunque sabía que Drage y Kavan podían manejar la situación, no pudo evitar sentir que estaban siendo evaluados no solo como aliados potenciales, sino como amenazas latentes. El rey de Sax era conocido por su crueldad y su afán de control no toleraba el poder de criaturas como los dragones, a menos que pudiera doblegarlos a su voluntad.
Kavan mantuvo una sonrisa tranquila y asintió, aceptando las palabras del rey sin reparo.
- Nosotros valoramos el respeto mutuo, majestad - respondió Kavan con diplomacia - Y siempre estamos dispuestos a mantener la claridad en nuestras intenciones. Como muestra de buena fe, le hemos traído lo mejor de nuestras tierras. Espero que esto le demuestre nuestro compromiso ante nuevas negociaciones e intercambios.
Mientras el rey continuaba examinando los objetos con interés, Drage y Kavan se mantuvieron alerta. A pesar de la atmósfera aparentemente cordial, sabían que estaban en un lugar hostil y cualquier señal de debilidad podría ser interpretada como una oportunidad para manipularlos. Los guardias mantenían una distancia prudente, pero Drage no dejaba de notar cómo sus manos descansaban sobre las empuñaduras de sus espadas, listos para actuar en caso de que el rey diera la orden.
Colin, en un gesto sutil, se acercó a Drage y murmuró en voz baja:
- Los guardias parecen inquietos. Si algo va mal, tenemos una salida segura por el lado oeste del salón.
Drage asintió levemente, agradecido por la previsión de Colin. Mientras mantenía su semblante imperturbable, su mente continuaba analizando todas las variables.
El rey de Sax, con una sonrisa engreída que resaltaba la satisfacción en sus ojos, aceptó los productos que Kavan y Drage le habían mostrado. Sus dedos gordos se entrelazaron frente a él mientras consideraba las oportunidades que aquellos exquisitos bienes podrían brindarle. La tensión en el salón se disolvió un poco cuando, con un movimiento de su mano, el monarca les extendió una invitación.
- Muy bien, señores - dijo, en un tono que pretendía ser magnánimo - Aprecio las maravillas que habéis traído de vuestras tierras y estoy intrigado por ver qué otros intercambios podríamos realizar. Esta noche, los invito a cenar en el salón privado de palacio. Allí podremos discutir estos asuntos con mayor calma y privacidad. Será un banquete digno de nuestros acuerdos.
Kavan inclinó levemente la cabeza, mostrando su aceptación con diplomacia.
- Será un honor, majestad. Apreciamos su hospitalidad y valoramos la oportunidad de hablar en un ambiente tan prestigioso.
Drage asintió, siguiendo el ejemplo de Kavan, pero sin apartar su mirada del rey ni un instante. Percibió en la sonrisa del monarca una intención oculta, algo más que mera amabilidad. Sus ojos brillaban con esa luz astuta que había notado al entrar en el salón y se preguntó cuál sería su verdadero plan detrás de la fachada de generosidad.
El rey miró entonces a su general, quien aguardaba en silencio junto a los cortesanos. Con un pequeño movimiento de cabeza, el rey le indicó que se acercara y al hacerlo, susurró unas palabras al oído de Colton, cuya expresión se endureció de inmediato. La orden era clara y la obediencia inmediata.
- Prepara todo y trae a la mujer a la cena - dijo el rey en voz baja, pero firme, lo suficiente para que solo Colton pudiera oírlo, pero no contaba con los sentidos aumentados de los dragones.
El general asintió, apenas pestañeando y se retiró de la sala rápidamente. Drage captó el intercambio y, aunque sus sospechas se incrementaron, mantuvo una expresión de calma. Por dentro, sin embargo, sus pensamientos iban a toda velocidad ¿La mujer? ¿Se referiría a su compañera? ¿O habría alguien más cautiva bajo las órdenes de este rey? Fuera como fuera, el interés del monarca en mostrarla aquella noche solo podía significar una cosa: planeaba hacer una demostración de poder.
Mientras los cortesanos comentaban entre sí sobre la próxima cena y sobre la exótica presencia de los visitantes élficos y extranjeros, Kavan y Drage intercambiaron una breve mirada, entendiendo sin palabras la importancia de mantener sus sentidos alertas y de seguir adelante con precaución.