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1169 Words
Glenn desvió la mirada para no encontrar su mirada, apretando los puños a los costados, dolido. - Padre estuvo en prisión 100 años humanos por haber sido rechazado por su dragón - explicó Thalias - ¡Silencio! - Glenn interrumpió a su hijo, furioso - No tienes derecho de revelar eso... - Soy su Centinela ahora, padre - refutó el joven elfo - Si mi dragón pregunta, diré la verdad, no importa cuál. Es mi deber. - Habla, elfo - pidió el dragón ansioso Drage giró la cabeza, sus ojos azules escrutando a Thalias con curiosidad. No estaba acostumbrado a verlo tan serio y la intensidad en su mirada captó de inmediato su atención. - Habla, Thalias. No me gusta cuando los elfos hablan tan solemne. Drage frunció el ceño, sin comprender de inmediato el peso de aquellas palabras. - ¿Prisión? -repitió, con incredulidad. - explica - Glenn era un centinela, Drage, tu centinela. Los de nuestro linaje no pueden simplemente abandonar su deber o dejar a su dragón designado sin enfrentar consecuencias. Cuando él regresó al bosque tras tu despedida, las autoridades del consejo de centinelas consideraron su acto de abandono como una traición. Lo sentenciaron a cien años de confinamiento en las profundidades de las montañas negras. El silencio cayó entre ellos, profundo e implacable. Drage abrió la boca, pero no encontró palabras que pronunciar. La imagen de Glenn, su joven centinela, aprisionado durante un siglo, se clavó en su mente como una espina ardiente. Jamás había imaginado el alcance de las consecuencias que aquella despedida podría tener. - ¿Cien años… por dejarme? - murmuró finalmente, sintiendo el peso de la culpa como un muro implacable sobre su pecho - Yo no lo sabía… nunca lo hubiera permitido de haberlo sabido. - Lo sé - respondió Thalias, colocándole una mano en el hombro para confortarlo - Padre también lo sabía. Sin embargo, él nunca te culpó. Sabía que la responsabilidad de un centinela es proteger a su dragón hasta el final y fue consciente de que su acto, por más voluntario que haya sido, iba en contra de sus principios y del juramento que había hecho ante el consejo. Drage permaneció en silencio, los ojos llenos de sombras. Aquel conocimiento lo asfixiaba y se sentía traicionado, no por Glenn, sino por quienes lo habían condenado. - Me dijeron que debía confiar en los guardianes y en el equilibrio de sus leyes - dijo con la furia aflorando en sus palabras - Pero ¿Esto es lo que llaman justicia? ¿Condenarlo solo por cumplir mi deseo de estar solo? - Él te defendió hasta el último momento. He leído los registros de su juicio - respondió Thalias con la voz tan firme como su mirada - Nunca rompió su juramento en su corazón, Drage, aunque lo hubieran sentenciado mil veces. Cien años no son un suspiro, pero para Glenn solo reforzó su lealtad. El dragón cerró los ojos, tratando de ocultar el dolor que bullía en su interior. Sabía, al fin, que su decisión de apartarse no solo había afectado su propia soledad, sino que había despojado a su más fiel guardián de toda libertad. Y, al mismo tiempo, aquella lealtad había resistido el castigo, como una prueba de la fuerza que Glenn tenía en su interior. Finalmente, abrió los ojos y miró a Thalias, una promesa de furia y resolución en su mirada. - No permitiré que vuelva a suceder - les dijo a los presentes con voz fuerte - El consejo de guardianes ya no dictará las condiciones de mi vida, ni la de quienes me protegen. Soy el dragón negro...Soy Drage Black... - Nunca hubo un centinela que abandonara su puesto- dijo un consejero con resolución lo que sólo hizo que Drage gruñera furioso. - Mi centinela NO abandonó su puesto. Yo fui quien lo expulsó. Si hubiese sabido que iban a ser tan estúpidos no lo hubiese hecho. Pensé que iban a cuidarlo como uno de los suyos...Olvidé que los elfos no tienen corazón ni empatía... - ¿Cómo te atreves, dragón irrespetuoso?... - comenzó a decir un elfo anciano, pero Kaelen los detuvo. - ¡Suficiente! - ordenó - Aprendimos la lección y Glenn ha sido regresado a su clan y a su rol. Basta. - ¿Y quien le devolverá los 100 años que pagó por mi culpa? - preguntó enojado el dragón. - Yo lo pagué por él- dijo el anciano, hijo de Glenn - No soy inmortal como ustedes y en algún momento moriré. Cómo su rama pagaré el valor de todo el árbol. - Calla, Altheas...- dijo Glenn afectado - Eres un invitado del pueblo humano. No puedes hablar ante el consejo sin su permiso. - ¡Padre! - exclamó Thalias - Sigue siendo tu hijo y es uno de nosotros... - ¡Silencio, Thalias! - exclamó el elfo - Aún sigo siendo el jefe del clan y debes obedecer. Los ojos de Glenn brillaron y la joya en su diadema en la frente brilló haciendo que su hijo se apoyara en una rodilla en el suelo - Si quieres seguir sirviendo como centinela del dragón al que protege nuestra familia te comportarás o designaré a otro de los nuestros en tu lugar... - la voz del elfo estaba cargada de furia. - Padre...- pidió Thalias en un jadeo - Me disculpo, yo... - ¡Basta, Glenn! - ordenó Drage con los ojos azules brillando con estelas azules a su alrededor - Obedece el comando del dragón. El elfo miró a Drage temblando de furia antes de cerrar los ojos al tiempo que la joya dejaba de brillar para luego marcharse del lugar sin mirar atrás. Altheas corrió hacia su hermano y lo ayudó a levantarse mientras Drage miraba a Kaelen incrédulo ¿Su centinela era el jefe de todo su clan? ¿Y sus ancestros? Según recordaba era el más joven en ese momento ¿Qué había pasado? - No tengo permitido hablar de eso - se adelantó el elfo avergonzado ante su expresión - Te llevaremos a una habitación para que puedan comer y descansar antes de partir al dominio del dragón dorado... Tu centinela te escoltará y se encargará de lo que necesites... - Puedo demandar una respuesta... - siseó Drage. - Me temo que, frente al consejo, solo eres otro inmortal, como un hada o un espíritu. Los dragones ya no tienen el poder de ser los ejecutores de los dioses. El trato y el honorífico que te damos es por respeto no por autoridad. - Maestro... - dijo el anciano afirmando a su hermano - Haga lo que dicen...por favor... La expresión preocupada del anciano y el rostro bañado en sudor de Thalias lo puso ansioso y no quería darles más problemas. - Guíenme... - ordenó para observar como uno de los custodios se inclinaba ante un gesto de Kaelen y los llevaba hacia el lugar de descanso informado. El elfo los miró hasta que los perdió de vista...Todo podía complicarse.
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