Al abrirse las enormes puertas del gran salón, el grupo quedó frente a un amplio espacio decorado y columnas que se extendían hacia un trono elevado. A ambos lados, la luz del sol se filtraba a través de enormes ventanales, iluminando la figura de un hombre que esperaba de pie, con una postura imponente pero relajada. Sus ropas eran de finos tejidos dorados, adornadas con sutiles bordados en tonos que recordaban las escamas brillantes de un dragón dorado. Aunque en apariencia humana, había en él una presencia que hablaba de algo más antiguo y poderoso.
Drage se detuvo en el umbral del salón, observando detenidamente al hombre ante él. Los ojos del desconocido, de un dorado profundo, destellaban como si llevaran un fuego contenido, una energía que parecía imposible de reprimir. La mirada del dragón dorado se encontró con la de Drage, ambos evaluándose en un instante de reconocimiento silencioso, uno que trascendía las palabras.
Luego, el dragón dorado, con un gesto solemne, inclinó la cabeza en una reverencia respetuosa. Fue un acto deliberado y medido, no de sumisión, sino de reconocimiento a un igual.
- Bienvenido seas, hermano mayor - dijo el dragón dorado acercándose, su voz resonando suave pero profunda en el espacio del salón, como el eco de un trueno lejano - Es un honor recibirte aquí, en mi hogar. Hace mucho que no teníamos el privilegio de la visita de uno de los nuestros y menos de alguien tan valioso como tú.
Drage observó a su anfitrión con la misma calma, asintiendo apenas en respuesta. Aunque su expresión era tranquila, en sus ojos brillaba una chispa de orgullo y respeto mutuo, algo que solo se reservaba para aquellos que compartían el vínculo de su especie. Dio un par de pasos hacia el centro del salón y, con un breve, pero solemne movimiento de cabeza, le devolvió el gesto de respeto.
- Dragón dorado… - dijo Drage, reconociéndolo con una voz que llevaba la cadencia de antiguas memorias y cicatrices - Mi agradecimiento por permitirme cruzar tus tierras. Tu recibimiento es… inesperado y digno. Es curioso ver que los nuestros aún forjan lazos con los humanos y adoptan sus formas.
El dragón dorado sonrió, una leve inclinación en sus labios, que daba testimonio de una paciencia y sabiduría de siglos.
- Mi nombre es Kean, hermano (Significa: Antiguo) Por favor, háblame cómodamente - respondió él, su mirada no apartándose de Drage - Soy el mayor de tus hermanos menores. Tengo quinientos años. Quien te recibió es mi centinela, Luan...
El elfo hizo una inclinación de cabeza nuevamente.
- El es Thalias, mi centinela y el humano es Altheas, consejero del imperio humano y guardián de mi compañera - presentó Drage a los hombres a su lado.
- Los conozco, hermano - contestó divertido indicándoles los asientos en una mesa redonda - Tu centinela tiene un carácter fuerte cuando se trata de proteger tus intereses...
- Maestro Kean - advirtió Thalias.
- Explícate... - ordenó Drage al dragón sin saber muy bien cómo dirigirse a él.
- Cuando mi huevo eclosionó, el consejo quiso asignar a uno de su clan para ser mi centinela, pero el consejero Glenn recordó que cada uno de los seis clanes debe ser responsable por un dragón por lo que Luan fue asignado... Hace doscientos años cuando encontraron tu nueva cueva, Thalias se enfrentó a todos los centinelas activos para ser nombrado el tuyo...
Drage levantó las cejas sorprendido ya que Thalias debía haber sido un adolescente y enfrentó a Luan con quinientos años y a los otros centinelas con mucha más experiencia. Un niño contra hombres adultos.
- Enfrentó a cada uno y finalmente a Luan... - prosiguió Kean divertido - Aposté por mi centinela y me hizo perder mucho dinero...
Luan bufó con una mueca divertida.
- Todo lo que ganó se convirtió en la base de tu nuevo nido... - continuó Kean alegre.
- ¿Mi nido? - preguntó Drage a Thalias, quien se movió inquieto.
- El maestro Kean ha guardado todo lo que he ganado...No quise presentarme ya que estabas dormido.
- Vaya...- murmuró incrédulo. Hasta qué punto Glenn y su familia se habían esforzado por él...
- Algunos caminos son distintos a los que imaginamos, hermano.
- He dormido mucho tiempo... - le dijo Drage - Sigo enterándome de nuevas cosas... No me gusta estar en la oscuridad...
- Todos respetamos tu descanso... - dijo Kean.
- Necesito saber la verdad... - dijo frustrado.
- Contestaré todo lo que necesites...Lo mismo hará Thalias o cualquiera de los centinelas que nos han jurado lealtad.
- He venido a hablar con tu compañera - le dijo levantándose, incómodo - Tomaré la información y decidiré por mi mismo.
- Maestro Drage...- le dijo Thalias afectado.
Kean miró al elfo y negó con la cabeza.
- Fui impulsivo, hermano - se disculpó el dragón - Olvidé que haz dormido quinientos años...y acabas de despertar...Aún no tienes toda la información...
-Tengo casi mil años...Soy el más antiguo de los dragones vivos.
- Al final, todos aprendemos que el tiempo y la voluntad de cambio pueden ser más poderosos que nuestras propias escamas, hermano. Danos una oportunidad.
Drage lo miró en silencio, su propia mente absorbiendo el peso de esas palabras. Había algo en la serenidad del dragón dorado que lo intrigaba, una paz interna que él mismo, después de siglos de soledad, apenas comenzaba a vislumbrar.
- Prepararé nuevas ropas y le pediré a mi compañera que te ayude con un cambio de emergencia para después de transformarte.
- ¿?
Kean se rio antes de hacerle un gesto a Drage para que lo siguiera.