Desacuerdo
La tensión en la sala era palpable. Drage y Glenn se miraban con una mezcla de desafío y frustración, cada uno aferrado a su propia versión de la profecía que marcaba el destino de los reinos humano y mágico. Los miembros del consejo y los elfos presentes intercambiaban miradas discretas, poco acostumbrados a ver una discusión tan acalorada en el santuario sagrado.
- ¿Así que para ti todo esto se reduce a una "unión sagrada"? - Drage escupió las palabras con un dejo de sarcasmo, sus ojos centelleando como brasas encendidas - ¿Realmente crees que el destino de nuestras razas depende de forzar vínculos y alianzas que no harían más que enredarnos aún más en problemas?
Glenn lo miró con exasperación, sus cejas fruncidas y la mandíbula apretada, claramente irritado por la postura del dragón.
- No es "forzar", Drage, sino cumplir con el propósito. La profecía señala que, para evitar la destrucción total, nuestras razas deben sellar un vínculo profundo y trascendente. Es lo que todos hemos esperado durante siglos y ahora que la oportunidad se presenta, ¿Pretendes ignorarla? - replicó Glenn con una nota de incredulidad.
Drage soltó una risa sarcástica y cruzó los brazos, sus ojos fulminando a Glenn.
- No pongas palabras en la profecía que no existen, Glenn. Todo lo que dice es que alguien con el poder de unirnos llegará. Punto. No menciona alianzas forzadas ni vínculos sacros, ni tampoco que necesitemos entrelazar nuestros destinos con los humanos, como si eso pudiera sanar milenios de conflictos y desconfianza - replicó con una intensidad que, a pesar de su tono bajo, parecía llenar toda la sala.
Glenn dio un paso adelante, su mirada fija en el dragón, con su postura desafiante.
- ¡Esa es una interpretación miope, Drage! ¿O acaso temes tanto a los humanos que prefieres ignorar la esencia de lo que se necesita para mantener la paz? ¡El "vínculo sagrado" es la única solución! Los dioses nos han advertido de ello, y tú lo sabes.
- ¡Los dioses no me han dicho nada! - replicó Drage, levantando la voz con un rugido contenido en sus palabras - No necesito que me digas a mí cómo interpretar una profecía, Glenn ¡Tú, que ni siquiera estabas cuando fue recitada por primera vez!
Los ojos de Glenn destellaron de furia, sus palabras impregnadas de resentimiento.
- ¿Crees que solo porque eres inmortal tienes la última palabra en todo, Drage? ¡Tal vez si hubieras aceptado antes la necesidad de estas uniones, no estaríamos en este punto crítico! Siglos de obstinación nos han llevado a este lugar ¡Y ahora quieres ser tú quien decida cómo interpretarlo todo!
Drage avanzó un paso, cada vez menos dispuesto a contener su frustración, sus ojos ardiendo como dos brasas azules que se negaban a apagarse.
- No te atrevas a culparme de la terquedad de los humanos o del caos que han sembrado. ¡No me interesan las promesas de paz que están respaldadas solo por palabras vacías! Tal vez si tú no fueras tan crédulo…
- ¡Y tal vez si tú no fueras tan cerrado, entenderías que los humanos también son necesarios para el equilibrio! - interrumpió Glenn, levantando la voz con una fuerza inusual.
- ¿No eras tu el que los odiabas?- gruñó Drage.
Ambos respiraban agitados, sus miradas entrelazadas en una pugna de voluntades, cada uno dispuesto a defender su interpretación a toda costa. El consejo miraba en silencio, asombrado y casi divertido por lo inusual de la situación: dos antiguos seres, un dragón y un elfo, discutiendo como si fueran dos adolescentes empecinados en tener la razón.
Finalmente, Glenn respiró hondo, tratando de recuperar algo de compostura, aunque su expresión seguía endurecida.
- ¿Sabes qué, Drage? Tal vez la profecía no importa para ti… pero importa para todos los que confiamos en que algún día podremos vivir en paz sin la amenaza de las sombras sobre nosotros.
Drage cruzó los brazos, lanzando una última mirada desafiante.
- Y para mí, Glenn, esa paz no vendrá de alianzas a la fuerza. No es la profecía lo que salvará este reino, sino la voluntad genuina de paz. Sin ella, tus vínculos sagrados no son más que ilusiones.
Ambos quedaron en silencio, las palabras colgando en el aire como un eco cargado de desafío.
Thalias y el anciano intercambiaron una mirada de asombro y, al notar la intensidad de la discusión, dieron un paso adelante, sorprendidos por la conducta inusualmente inmadura de su padre, Glenn.
- Padre, basta. - intervino Thalias, con una mezcla de sorpresa y decepción en la voz - Esto no es propio de ti y definitivamente no resuelve nada. Drage merece respuestas, pero no a gritos y acusaciones.
El anciano, que hasta entonces había permanecido en respetuoso silencio, posó una mano firme en el hombro de Drage, con la misma intención de calmar el enfrentamiento.
- Nos ha traído hasta aquí por una razón que va más allá de cualquier interpretación individual. No permitamos que las emociones borren la razón - dijo el anciano con voz serena, sus palabras dirigidas tanto a Drage como a Glenn.