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895 Words
El grupo avanzó cuidadosamente entre los árboles hasta llegar a un claro donde se alzaba una estructura abierta, hecha de piedra antigua y rodeada de enredaderas. Las columnas, desgastadas por el paso de los siglos, sostenían un techo parcial adornado con símbolos elfos y runas de protección, que resplandecían débilmente al percibir la presencia del dragón y sus acompañantes. Allí, en el centro del claro, un elfo de apariencia joven, de no más de cuarenta años, esperaba. Su postura era relajada, pero su mirada era seria y cautelosa. Vestía una túnica de tonos verdes y marrones, que se mimetizaba con el entorno y sus ojos reflejaban el conocimiento de alguien que había visto y vivido más de lo que parecía a simple vista. El elfo los observó con detenimiento, deteniéndose un segundo más en Drage antes de inclinar ligeramente la cabeza en un gesto de respeto. Había algo en su porte que inspiraba confianza y seriedad, un aura de quien no subestima a sus visitantes, pero tampoco se intimida fácilmente. - Bienvenidos al corazón del bosque - dijo el elfo, su voz serena y con una musicalidad característica - Soy Kaelen, guardián de este santuario. Me han informado de su llegada y del propósito que los trae hasta aquí. Kaelen dirigió una breve mirada a Thalias y el anciano, reconociendo a sus compañeros volvió su atención hacia Drage, en quien parecía detectar algo más profundo que una simple transformación. - Dragón de antiguos pactos - prosiguió Kaelen - Hemos esperado largo tiempo tu regreso, aunque no en estas circunstancias. La mirada de Drage no flaqueó. - Quiero hablar con Glenn - le dijo serio. Kaelen observó a Drage con una mirada profunda y calculadora, evaluando la intensidad de su resolución. Tras un largo silencio, el guardián asintió y pronunció las palabras que resonaron en el claro con un tono casi solemne. - Entonces, ¿Estarías dispuesto a hablar no solo ante tu antiguo centinela, sino también frente al consejo? - inquirió Kaelen, con una mirada fija en Drage, evaluando cada faceta de su reacción. El dragón, ahora en su forma humana, clavó los ojos resplandecientes en el elfo sin titubear. Aunque el peso de las formalidades élficas y sus intrigas le resultaba innecesario, estaba dispuesto a afrontar cualquier obstáculo si eso lo acercaba a comprender el motivo detrás de esta alianza inusual. - No me importa la audiencia - respondió Drage, su tono profundo y cortante - Solo exijo una respuesta clara: ¿Por qué están colaborando con los humanos? ¿No se supone que la tregua nos impedía relacionarnos? Kaelen mantuvo la mirada, respetuoso ante la intensidad de la voz de Drage. Finalmente, hizo un gesto, indicándoles que lo siguieran hacia una gran sala ceremonial, construida en el corazón del santuario. Era un espacio vasto y majestuoso, donde los árboles formaban arcos y las raíces mismas parecían enredarse para crear asientos y bancales elevados para los miembros del consejo élfico. Poco después de que Drage y sus acompañantes tomaran sus posiciones, una figura se adelantó. Era Glenn, un elfo de cabellos plateados y ojos verdes con su rostro marcado por las sombras de la experiencia y el conocimiento. Se acercó hasta Drage y lo miró con respeto, aunque también con una dureza que reflejaba años de vigilante protección hacia los suyos. - Maestro Drage, noble dragón - comenzó Glenn, inclinando levemente la cabeza - Entiendo que el propósito de nuestra alianza con los humanos es motivo de desconcierto para ti. Y es comprensible. Pero hay algo que debes saber, algo que podría cambiar la perspectiva desde la que observas esta situación. - ¿No me amenazaste con las penas del infierno por ayudar a Dylan? - exigió - ¿Por qué ahora el consejo de todos los seres sobrenaturales está trabajando con los humanos? Drage lo miraba con expectativa, su paciencia a punto de agotarse. - Habla de una vez, Glenn - gruñó al ver que su antiguo centinela, con un aspecto mayor al chico que recordaba no le respondía - Explica por qué los guardianes del bosque estarían sometidos a semejante alianza. Glenn asintió, su mirada sombría, pero decidida. - Lo hacemos por la profecía, Drage - dijo con gravedad - La profecía que señala que solo una unión entre las antiguas razas y los humanos, sellada por un vínculo sagrado, puede evitar que las sombras consuman toda la vida en los reinos. Y tú… tú eres una pieza clave en este equilibrio. Drage frunció el ceño, tratando de procesar aquella revelación. Su desconfianza hacia los humanos seguía latente, pero el peso de aquellas palabras le recordaba que había fuerzas mayores a las rencillas pasadas. No se trataba solo de una simple alianza, sino de un pacto de supervivencia que podría inclinar el destino de todos. - ¿Y qué papel juega mi compañera en esta profecía? - preguntó Drage, intentando controlar la inquietud en su voz. Glenn lo miró, sus ojos sombríos y cargados de sinceridad. - La princesa es la pieza final, Drage. Ella es el vínculo que asegura esa unión sagrada, una conexión tan fuerte como la que alguna vez sellaste con el reino en tus días de gloria. Tu y tu compañera harán realidad la profecía. Las palabras tajantes descolocaron a Drage quien no pudo más que soltar una carcajada nerviosa ante los presentes quienes alzaron una ceja sorprendidos.
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