El Bosque Sagrado
El dragón descendió con suavidad en el claro en la entrada del bosque sagrado, sus alas extendidas como un dosel mientras tocaba tierra con una destreza envidiable. Apenas las patas del dragón rozaron el suelo, el anciano se deslizó con agilidad, sus ojos brillando de felicidad y adrenalina. Parecía un niño eufórico totalmente y feliz.
- ¡Lo lograste, anciano! - dijo el dragón, con una especie de sonrisa en su tono grave - Volaste como un verdadero profesional. Diría que tienes espíritu de jinete en el corazón.
El anciano sonrió, haciendo una reverencia respetuosa, pero el ruido de arcadas a su lado interrumpió el momento. Thalias, su hermano, había bajado del dragón con la cara completamente pálida, sujetándose el estómago con ambas manos, apenas logrando mantenerse en pie.
-N..no… vuelvo… a montar en un dragón - jadeó Thalias antes de agacharse, claramente descompensado - ¿Es esto… normal?
El dragón soltó una risa grave, agitando las alas con una satisfacción evidente.
- No te preocupes, Thalias - dijo con una mezcla de compasión y diversión - Algunos elfos están hechos para volar, otros… para caminar. Creo que tú estás destinado a lo segundo. A pesar de que no tiene apariencia de elfo, tu hermano tiene sangre de jinete de dragón. Lo lleva en su herencia. Glenn es muy buen jinete.
- ¿En serio? - preguntó el anciano sorprendido.
- Claro...Glenn fue el jinete de dragón más joven de su generación y por eso fue asignado a mí ya que era el más joven de la mía. Así podríamos crecer juntos...
- Padre jamás lo mencionó - dijo el hombre mayor.
- Posiblemente porque fui un imbécil y no escuché sus advertencias - reconoció el dragón abatido.
- Es bueno tener algo en común con él... - dijo el anciano pensativo y sus acompañantes lo escucharon.
- Padre te respeta mucho Altheas...- dijo Thalias
- Respeto es diferente al afecto...- murmuró el anciano.
- Hermano...
- Tranquilo...- dijo con rapidez al ver la expresión de su hermano - Estoy consciente de que no cumplo sus expectativas. No solo por mi físico si no por mi corta vida. Siempre me ha visto como un niño frágil. Ambos lo sabemos...
Consciente de sus palabras y con la intención de cambiar de tema, el anciano le dio unas palmadas en la espalda a su hermano, sonriendo con un brillo de satisfacción en sus ojos.
- Vamos, Thalias, admito que no estuvo nada mal, ¿verdad? - dijo con tono animado algo forzado - Ahora tenemos una historia digna de recordar juntos. Volamos sobre el gran dragón n***o.
Thalias le lanzó una mirada exasperada mientras se incorporaba con esfuerzo.
-Te lo dejo a ti para que la cuentes. Yo… preferiría olvidarla, si no te molesta. Si padre se entera me castigará.
- ¿Cuántos años tienes, elfo? - preguntó Drage
- 280 años humanos...- le dijo sacudiendo sus ropas antes de que entraran al bosque.
- ¡Eres un niño...! - exclamó Drage sorprendido.
- Oye, mi padre tenía 150 cuando se convirtió en tu centinela...- acotó el joven ofendido ante sus palabras.
El dragón, aún divertido, los miró a ambos antes de voltear su mirada al bosque, en dirección a su destino, sabiendo que el próximo tramo del viaje no sería más fácil… pero estaba listo.
- Pide a los custodios que abran los sellos...- pidió a Thalias.
El elfo, aún tambaleante, extendió las manos hacia los árboles circundantes, cerrando los ojos y concentrándose. Su respiración se volvió más lenta y una energía sutil comenzó a emanar de él, conectándose con la esencia misma del bosque. La vegetación pareció responder, moviéndose y susurrando, como si escuchara y comprendiera sus pensamientos.
Un suave resplandor emergió de los árboles más antiguos y, entonces, de entre la espesura, surgieron dos elfos de aspecto imponente vestidos con armaduras doradas. Sus ojos brillaban con una luz antigua y cargada de sabiduría y al ver a Drage, intercambiaron una mirada solemne antes de inclinarse respetuosamente ante él.
- Drage Black, Guardián del Fuego y Protector de los cielos - dijo uno de ellos con voz reverente - Eres bienvenido en el bosque sagrado.
- ¿Cuál es tu motivo de presencia? - preguntó el otro
- Solicito ver al consejero Glenn - pidió serio.
- El consejero lo espera... - dijo el otro custodio.
- Recuerde Excelencia que en estos dominios no se permite la entrada en tu forma de dragón.
Drage asintió, aunque una ligera sombra cruzó por su mirada. No le agradaba deshacerse de su forma original, especialmente en un terreno que podía esconder trampas o adversarios desconocidos. Sin embargo, comprendía y respetaba las leyes de los elfos y sabía que sus reglas no se imponían a la ligera.
- Acepto sus condiciones, custodios del bosque - respondió, con una voz cargada de paciencia - Cambiaré mi forma, por respeto a sus costumbres. Pero sepan que mi esencia no será contenida tan fácilmente.
Los elfos asintieron y Thalias, habiendo recuperado algo de compostura, dio un paso adelante.
- Gracias, hermanos. - dijo, inclinando la cabeza - Hoy solicitamos acceso al corazón del bosque. La misión es urgente y el tiempo es escaso.
Los elfos intercambiaron una mirada antes de apartarse, permitiendo que Drage cambiara su forma.
Drage se mantuvo inmóvil por un instante, cerrando los ojos y centrándose en su respiración profunda y rítmica, como si estuviera reuniendo cada partícula de su esencia. Sus enormes alas comenzaron a retraerse, plegándose lentamente mientras su cuerpo entero vibraba con una energía latente que parecía contenerse antes de liberarse. No había usado esa forma en 500 años.
Su piel, una gruesa coraza de escamas oscuras y metálicas, empezó a iluminarse en un resplandor azulado y las escamas comenzaron a desvanecerse, como si se disolvieran en la luz. Cada una de ellas se reconfiguraba en un tejido que adoptaba la apariencia de una capa fina y elegante de tonos oscuros y azules, la que se posó sobre su espalda como si fuera un manto de sombras y brasas apagadas hasta desaparecer dejando la piel blanca a la vista.
La musculatura poderosa de sus patas se fue adaptando en una estructura más esbelta y humanoide, mientras sus garras se alargaban en dedos, aunque conservaban un toque ligeramente afilado y peligroso. Los cuernos que sobresalían de su cráneo se replegaron hasta convertirse en líneas sutiles en sus sienes, apenas visibles bajo la forma humanoide de su rostro, donde todavía brillaban sus ojos incandescentes y antiguos.
Al abrir los ojos, esos orbes de fuego azul centellearon con la misma intensidad que en su forma de dragón, reflejando siglos de sabiduría y poder acumulado. Su melena se oscureció y tomó una textura que recordaba a las cenizas de un incendio reciente, desordenada y con reflejos azules bajo la luz del bosque. Aunque ahora estaba contenido en un cuerpo más humano, Drage irradiaba una presencia indomable y sobrenatural.
Finalmente, extendió una mano frente a él, como para asegurarse de que la transformación había concluido apreciando su cuerpo humano tonificado y atractivo. Observó con calma sus nuevos dedos, flexionándolos lentamente, antes de fijar la mirada en los elfos custodios y sus compañeros, que parecían asombrados por la majestuosidad y el dominio que Drage mantenía, incluso en esta nueva forma.
Uno de los custodios le entregó una capa con capucha con la que cubrió su cuerpo desnudo.
- ¿Listos para continuar? - preguntó con una voz que aún resonaba con el eco profundo de su ser dracónico, una mezcla de humanidad y la esencia de un dragón eterno.
- Síganos, Excelencia - le dijo el elfo.