La Cena
Leoni se sentó en la mesa, la rigidez del vestido que la envolvía era un recordatorio constante de su cautiverio. La opulencia que la rodeaba, con candelabros de bronce brillando en la oscuridad, contrastaba con la inquietud que la invadía. Su corazón latía con fuerza, cada pulsación resonando en sus oídos mientras sus ojos buscaban, casi instintivamente, la figura de Drage.
Cuando sus miradas finalmente se cruzaron, un torbellino de emociones la inundó. Su primer pensamiento fue la incredulidad: ese hombre que tenía frente a ella, tan imponente y atractivo, era la representación de las leyendas que Altheas le había contado desde niña.
Las palabras de su tutor, sus susurros acerca de cómo poderosos seres tenían vínculos que eran más que una simple conexión, reverberaban en su corazón, pero en este momento, todo se sentía tan lejos de esa fantasía. La realidad era cruda, marcada por el dolor que había soportado y el miedo que aún sentía. La idea de que Drage pudiera ser su salvación y al mismo tiempo su destino la llenó de anhelos y esperanzas que nunca había permitido florecer en su corazón.
Al verlo, sentía cómo el dolor y la tristeza se entrelazaban con una chispa de emoción nueva. La necesidad de acercarse a él, la abrumaba. A través de la distancia que los separaba, percibió la tensión en su cuerpo, el modo en que sus ojos brillaban intensamente, como un faro en la oscuridad, prometiendo fuerza y protección. Pero también había una sombra de angustia en su mirada, un destello de furia contenida que la llenó de preocupación. Sabía que no estaba sola en su lucha, que dentro de el hombre frente a ella ardía una llama que podía ser devastadora.
En ese instante, sintió un impulso de levantarse y cruzar la distancia que los separaba. Quería gritarle, decirle que no estaba solo, que lo había sentido en su piel, en su corazón. Cada latido de su corazón resonaba con su presencia, como si de alguna manera, su ser estuviera entrelazado con el de él. Pero el miedo a lo que el rey podría hacerle la mantenía en su lugar, atrapada entre el deseo y la realidad.
Mientras el rey hablaba y los otros nobles charlaban despreocupadamente, Leoni se sintió como una sombra en su propia vida, un mero objeto de entretenimiento para la corte. Las palabras de los hombres a su alrededor resonaban como ecos lejanos, pero todo lo que podía ver era a Drage. Los azotes que había recibido y el sufrimiento que había soportado parecían casi soportables con la sola idea de que él estuviera allí, tan cerca, tan fuerte ¿Qué era esa necesidad tan primaria?
Leoni recordó las historias de Altheas, de cómo el vínculo entre un dragón y su compañero era una conexión profunda e inquebrantable. El destino les unía de una forma que iba más allá de las palabras. Con cada mirada, cada gesto, el universo parecía empujarlos hacia algo más grande que ellos mismos. Cuando niña, anhelaba que ese vínculo fuera para ella, pero las sombras del palacio y la guerra se cernían sobre ella y la realidad de su situación actual amenazaba con aplastarla.
En un momento de silencio, sintió el peso de los ojos de Drage sobre ella y un escalofrío la recorrió. La mirada de él era intensa, casi depredadora, como si pudiera ver más allá de las apariencias y penetrar en su alma. Fue en ese instante que sintió una conexión, no solo emocional, sino algo más profundo, algo que la anclaba a él de manera que nunca antes había experimentado. Sus corazones parecían latir al unísono, una danza que solo ellos podían escuchar. Podía sentir sus latidos ¿Cómo era posible?
Mientras el rey continuaba hablando, la mente de Leoni divagaba ante la revelación, aferrándose a la idea de que tal vez, solo tal vez, el destino les ofreciera una oportunidad de escapar. El dolor en su espalda era un recordatorio de lo que había sufrido, pero el fuego en su pecho, la conexión que sentía con Drage, el beso aún latente en sus labios, le decía que todavía había esperanza, que la historia que Altheas había narrado pudiera hacerse realidad. Un hombre fuerte y poderoso que la considerara su igual como un poderoso dragón
Por un momento, el miedo se desvaneció y una determinación nueva brotó dentro de ella. Sabía que tenía que mantenerse fuerte, no solo por ella, sino también por él. Drage necesitaba saber que no se rendiría, que estaba dispuesta a luchar a su lado. Con esa promesa resonando en su corazón, Leoni levantó la mirada y se encontró nuevamente con los ojos de Drage, el brillo en ellos era un reflejo de sus propios sentimientos.
El tiempo pareció detenerse mientras sus miradas se entrelazaban, el bullicio del comedor desvaneciéndose a su alrededor. En ese instante, todo lo que eran y todo lo que podían llegar a ser se sintió más cercano. Era un momento de conexión pura, donde cada palabra no dicha resonaba en el aire. Esa cena, con sus intrigas y peligros, se convirtió en un mero telón de fondo, mientras el vínculo que compartían se hacía más fuerte.
Y así, en medio de aquel lujoso comedor, rodeada de los que pretendían burlarse de su sufrimiento, Leoni decidió que no se dejaría vencer. Iba a sobrevivir