Mientes
El dragón lo miró a los ojos desconfiado.
- ¿A mi? Nada me relaciona con tu imperio. Ya no.
- Necesitamos tu ayuda, maestro - le dijo - Lo que te traigo no es una súplica vacía, sino un vínculo que quizá no sabías que existía - dijo y de entre sus ropajes sacó un objeto envuelto en una tela oscura, que desdobló con manos cuidadosas. En su palma descansaba un pequeño medallón de plata con la forma de un dragón enroscado, que resplandecía en la penumbra con un brillo extraño y místico. Es el sello de la familia real.
- ¿De donde lo obtuviste? - le preguntó - Eso fue un regalo a un amigo que ya ha muerto.
- Es el sello de la familia imperial. Lo lleva cada emperador...- le explicó el anciano.
- ¿Por qué lo portas tú, entonces...
- El emperador murió hace tres meses en el palacio cuando este fue tomado por el ejército enemigo. Su hija fue llevada como botín de guerra...Necesitamos rescatarla...
- ¿Y tus caballeros?- preguntó señalando a los hombres tras de él.
- No son suficientes para ir a territorio enemigo para ir a buscar a la princesa...
- ¿Y quieres que los ayude? Olvídalo...Ella lleva la sangre del traidor...No me importa su destino...
- Debería importar...- le dijo el anciano críptico haciendo que el dragón lo mirara serio.
- Habla claro Elfo... No soy un humano...- ordenó el dragón - No necesito tus frases dispersas y acertijos.
El anciano asintió.
- La princesa, hija del actual emperador, lleva la misma marca en la piel. Es tu símbolo.
El dragón se irguió un poco más, sus ojos entrecerrados. Aturdido por la información. Sólo otro ser podría llevar su marca.
- ¿Mi símbolo? - preguntó con escepticismo, pero en su mirada apareció una chispa de curiosidad y confusión - ¿Qué clase de engaño es este?
- No es un engaño. Nació con ella. La princesa lleva en su carne la Marca del Dragón, un símbolo que hasta ahora pocos conocían, pero que existe… - explicó el anciano, sosteniendo la mirada del dragón.
Por un momento, el dragón quedó inmóvil y el resplandor en sus ojos se intensificó. Luego, una chispa de comprensión y, quizás, de dolor se encendió en su expresión. El dragón observó al anciano, su voz ahora más baja y cargada de incredulidad.
- ¿Dices que la princesa… lleva mi marca? - preguntó, sus palabras lentas, como si le costara creerlas - ¿Y ahora está…?
- Secuestrada -respondió el anciano -Tomada como botín de guerra por un general enemigo. Ya ha amenazado con extinguir la línea de sangre imperial que tú ayudaste a crear. Sin ti, la esperanza de escapar y sobrevivir de la princesa es mínima. Sabes lo que significa si ella muere.
La furia del dragón se encendió de inmediato, sus llamas internas chisporroteando en sus ojos como brasas vivas. Pero en su mirada también había una sombra de dolor, una vulnerabilidad que apenas permitía asomarse.
- La marca… nunca la supe mía - susurró el dragón y en su voz se notaba una mezcla de desconcierto y una punzada de algo más profundo - Nunca supe que un lazo tan antiguo aún persistía. Según los registros, casi no han aparecido en miles de años.
- Lo sé - dijo el anciano con compasión - Padre me lo explicó. Por eso es tan importante que puedas traerla de regreso. Sé que está en tus manos decidir. No te pido que confíes en el imperio, ni en los hombres. Solo te pido que pienses en ella, en esa joven que lleva tu marca, perdida y sola, sin nadie que pueda protegerla de un destino que no eligió.
Por un instante eterno, el dragón no dijo nada. Su mirada parecía perdida en un pasado que había creído sepultado hacía mucho tiempo, en recuerdos de una traición que aún dolía, pero en la llama de sus ojos había algo nuevo: una chispa de resolución, una decisión que comenzó a arder dentro de él.
Finalmente, el dragón habló, su voz más contenida y firme.
- Iré...Si lo que dices no es cierto, me aseguraré de matarte con mis propias manos - amenazó.
- No lo hago - le dijo - Soy el tutor de la princesa desde que era una niña. No jugaría con eso. Además, padre también vio la marca y me envió a buscarte. De lo contrario no tendría su sello.
- Quiero hablar con él - dijo - Sabe mas de lo que dijiste y tú también.
- Hay algo más...- reconoció el anciano.
- Lo sabía. Siempre hay algo con ustedes los elfos...
- Tienes un nuevo centinela...- le soltó.
- ¿Qué? ¿Estás loco? No necesito otro.
- Lo lamento...es orden del consejo - le explicó - Si no lo haces, tu compañera no podrá ser reconocida ni protegida por los seres espirituales y dioses. No podrás tomarla...
- Pero es mi compañera...Aunque sea humana puedo tomarla o perderé mis poderes...Bastardos...Si no lo hago nos condenarán a muerte.
- Los dragones deben tener a un centinela que los apoye y proteja en sus fases de fragilidad.
- Me las he arreglado bien estos 500 años. Nadie había venido hasta ahora...
- ¿En serio? - dijo un joven caballero que se adelantó para mirarlo con descaro - Te robaron todo tu tesoro, te quitaron tu cueva y nido y haz dormido 500 años por flojo. Deberías estar entrenando y acumulando riquezas.
- ¿Y tu eres? Que humano tan descarado ¿Quieres morir?
- No soy un humano...- le dijo sacándose el casco revelando su largo cabello claro trenzado con firmeza para despejar su rostro y el dragón pudo ver sus orejas en punta. No representaba más de veinticinco años humanos - Por tu culpa, padre la pasó muy mal cuando volvió al bosque...Toda nuestra familia ha cargado con ese estigma.
- ¿Glenn?- preguntó Drage sorprendido, pero luego, observando con atención sus ojos azules, supo que no era él.
- Soy su hijo y medio hermano de este anciano.
- ¡Oye! Soy tu hermano menor - se quejó el hombre mayor.
- Tu nombre, elfo - ordenó Drage