Mi determinación es bastante clara y se lo hago saber cada vez que puedo, han pasado tres días desde mi advertencia, no he parado de acorralarla, me gusta verla intimidada, con las mejillas sonrosadas y tan nerviosa que hasta se le ha hecho costumbre tartamudear. Dánae será mía, así sea lo último que haga. . Ya la mujer de mi hermano no me parece tan atractiva como antes. La verdad pasó a un segundo plano.
Me metí en su habitación e intenté besarla, aunque Amaia me rechazó no le di importancia, ya que al salir me enfoque en escuchar una conversación bastante acalorada que se llevaba en el jardín entre la novia de Dán y ella. No es correcto espiar, sin embargo, pongo en práctica mi entrenamiento militar. Es una misión de vida o muerte donde yo seré el más beneficiado si ella decide matar su relación con esa tipa. ¿Estoy celoso? No le llamaré celos, por el momento es una especie de furia interna que crece cada vez que la escucho hablar con esa.
Disfruté escucharla pelear con esa mujer, aunque ella llegó primero a la vida de Dán, seré yo quien se quede y la desplace, cuando pruebe mis labios, no pensará en otra cosa que no sea besarme. Sentí satisfacción cuando ella le recalco que si continuaba de esa forma tan asfixiante terminarían su noviazgo en definitivo. La observó llorar y me acerqué, ella al verme de inmediato se limpia las gotas emergentes. —¿Deseas consuelo… Preciosa? —Aquí tiene un pecho músculo en el cual llorar. —Acaricio mis músculos con suficiencia mientras sonrió con sensualidad.
—Eres un estúpido, solamente tienes músculo… Pero el cerebro te abandonó —Exclamó irritada mientras se limpiaba las mejillas, me acerque con cautela, la observó con detenimiento, su valentía se esfumó cuando la acorraló entre uno de los muros que rodean el lugar. Se enmudeció, cuando aspiré el olor de su cabello. —Hueles delicioso, aunque puedes oler mejor, me encantaría dejar mi aroma impregnado en tu piel. —Susurre cerca de sus labios. El sonido de sus palpitaciones cardíacas es música para mis oídos. Disfruto tentarla.
—El olor a bestia no es lo mío —Una linda sonrisa se forma en esos labios que anhelo besar. —Ni a peces de mar, eres como un rape abisal. —Se carcajea.
—Me gusta que conozcas el mar, seriamos la pareja ideal, yo un marino y tu mi esposa. —Se torna seria al saber que su ofensa no me causó el efecto que ella deseaba. Ese pez es desagradable ante la vista, diría que el más horrendo del mundo, tiene dientes sobresalientes, en sí una ofensa para cualquiera, pero a mí no me ofende que me diga de esa manera, ya que es experto en engañar a su presa, juega con su comida antes de alimentarse.
—¿Tu esposa? Jamás. —Me acerque mucho más, tome sus manos para que no me golpeara y la besé, uní mis labios con los de ella y sentí una estúpida satisfacción de esas que no se quitan ni con noticias desagradables. Ella no responde, solamente lucha por zafarse de mi agarre así que la solté.
—Fue una pequeña probadita de lo que mi boca puede hacer —Esta vez se tornó roja como una apetitosa manzana y se alejó de mi lado sin observarme en pocas palabras huye como una cobarde.
Celebre, esta batalla tendrá un solo ganador, es decir yo, me adentre a la casa y la nana se encontraba sirviendo la cena, me senté frente a ella. Siento que estoy cayendo en un juego peligroso, tal vez perdiendo también gane. Ella desvía su mirada al encontrarse con la mía «Hay Ninfa me estás tentando» Llevo a mis labios la copa de vino, la explosión de sabores invadió mi paladar, no dejo de mirar sus apetitosos y provocativos labios saboreo el licor antes de beberlo por completo. Uriel no pierde detalle y solamente me encojo de hombros para no darle la importancia que verdaderamente tiene. Mi hermano aún no es santo de mi devoción, pero las niñas están haciendo que mi corazón se ablande un poco, no puedo verlas como mis hijas, nunca podría.
Me queda más que claro que soy su tío favorito, miento, no me quieren, pero me convertiré en el favorito de Dan. No puedo reclamar mi paternidad cuando tienen un excelente padre, Uriel se encargó de cuidar el bienestar de los clones. Son idénticas físicamente, pero una salió parlanchina y odiosa, la otra tímida y amorosa. El destino les obsequió una madre amorosa acompañada de dos hermanitos. No se vería bien que rompiera ese vínculo entre ellos, aunque ser malvado, definitivamente es lo mío.
Nací con el don de incomodar a las personas con tan solo mirarlas, y a eso me dedico, incómodo tanto a Dánae, como a mi cuñada y a mi hermano Uriel, me gusta ver cuando se enoja porque observo a su esposa ¿Por qué se casó con una mujer tan sexy? Es su culpa, no desvió la mirada ni por un segundo, parezco un obseso desquiciado, es mi nuevo hobby observar a la pequeña Ninfa, me encuentro aburrido, deseo diversión así que la obtengo quite mi zapato y con mis dedos acaricio los de Dan, ella se sobresalta.
Alzó una ceja y sin disimular le envió un beso volado, los colores se le suben al rostro —Eres un cretino —Leí en sus labios, no lo expresa en voz alta, pero todos se percataron que algo sucedía. —Permiso iré a dormir —Se levanta lanzando la servilleta en la mesa.
—Tía Dán ¿Podemos subir a tu habitación? —Las gemelas suplican y de inmediato su rostro de gata salvaje cambio, a una dócil gatita domesticada, así la deseo poner yo, que apenas le hable sea una cariñosa Ninfa.
—Vamos mis niñas, pero antes terminen de comer —Es su consejo, todos intentan disimular que me odian delante de las pequeñas. Se encuentran en mi propia casa y me hacen caras largas, hasta les cocino y aun así me odian. Aunque claro no es como que pobrecito Ariel, el hombre indefenso, ese concepto no se me da para nada… Me he encargado que sus caras largas permanezcan más largas aún.