Capítulo 32

2035 Words
La castaña buscaba en la cocina, en la sala, en el pateo trasero y delantero, sin encontrar a su amiga. —¿no has visto a Lía?. —Pregunto a su hermano quién dormía en su habitación. —¿mmm?. —Gabriel levanto la cabeza aún con los ojos cerrados y negó. La castaña sacó su celular y comenzó a marcarle, Lia no contestaba, bajo al primer piso aun llamándola. —Abuela, ¿has visto a Lía?. —Creo que iba para el establo. Angie corrió en busca de ella gritando su nombre, la encontró en su lugar secreto, ese que ambas tenían. Lía se encontraba con botellas de chaparros, esos que Ángel guardaba como tesoro, ya que don Antonio las preparo hace tiempo con frutas fermentadas. —Veo que tienes una fiesta y sin mí. —La castaña se sentó frente a su amiga con las piernas cruzadas. —¿Cuánto has tomado?. —Tttwuuuo. —La voz de Lía salió con las palabras enredadas, casi en susurro y arrastrando las letras. Levanto la mano, se miró los dedos bajo tres, dejando dos dedos arribas, subió uno, luego dos, los volvió a bajar aún mirando los dedos. —¿Dos botellas?. —Angie abrió los ojos por la sorpresa. Miro al rededor de su amiga, pero solo tenía una, casi a la mitad, para el cuerpo de Lía y su resistencia era suficiente para emborracharla. —Estás borracha. —Angie comenzó a reír al ver a su amiga. —ño. —Amalia movió la cabeza en negación. — ño lo estoy. Amalia se volvió a empinar la botella, Angie trato de detenerla, su amiga se miraba tan divertida en ese estado. —¿Cuál es el motivo?. —Pregunto la castaña. Lía comenzó a llorar y a decir cosas que Angie no entendía. —Nuestro amor es prohibido. —Volvió a levantar la botella, la castaña volvió a bajarla impidiendo que su amiga tomara. —¿Te gusta un chico?. —Angie no sabía si alegrarse o sentirse mal, se suponían que eran mejores amigas, que se contaban todo; sin embargo, ella no estaba enterada de que su amiga tenía puesto los ojos en alguien. —No sé, es que nos besamos, nos tocamos nuestras partes, pero no sé qué siento. —Lía apenas y podía hablar, su garganta estaba tan seca que sus cuerdas vocales apenas y vibraban correctamente. —¿Qué se tocaron?, ¿qué?. —Me metió sus dedos y… Lía se echó a llorar con más fuerza, Angie estaba en chock quito la botella que sostenía su amiga y se la empino. —Lía, ¿tú y ese chico ya?. —Pregunto la castaña. Lía negó deslizándose por el suelo, se quedó un momento ahí mirando a la nada. Angie volvió a tomar, ya que el sabor le gusto un sabor a nances, ese que tanto le gustaba a ella. —¿te acostaste con él?, ¿lo conozco?. “Es tu hermano”, pensó Lia sin contestar a su amiga. —¿Es del instituto?, ¿en qué momento?. —Angie comenzó a reflexionar, quién era ese chico por quien su amiga se encontraba en ese estado. Hizo memoria de todos sus compañeros. “Ninguno de ellos, son una bola de perdedores”, “¿podría ser de otro ciclo?”. —¿Estudia en el instituto?. Angie quería sacarle información a su amiga; sin embargo, Amalia se encontraba en una tormenta de pensamientos, ella no soportaba guardar más ese secreto, quería decirle lo que sentía por Gabriel. No tenía idea de como la castaña iba a reaccionar, le aterraba creer que su amiga la odiaría, si se enteraba Lucia y Ángel la mirarían de otra manera. Aunque ellos no eran así, talvez estaba equivocada, pero para hablar tenían que estar de acuerdo ambos y en esta ocasión Gabriel no quería que su hermana o padres se enteraran. —Él no quiere… —Lía comenzó a calmarse, aunque aun sus ojos se miraban perdidos, sus pensamientos se estaban calmando. — no importa. —¿Él no quiere qué?. —Pregunto Angie. —Él no me quiere, yo tampoco debo quererlo. —Volvió a sentarse, tomo otra botella, la destapo y comenzó a tomar. —¡Carajo!, está más fuerte. Angie, quería saber quién era ese chico que le rompió el corazón a su amiga, lo encontraría y le patearía todo el trasero por ser un verdadero asno. La castaña acompañó a su amiga, de trago en trago el chaparro comenzó a ser estragos en su cuerpo. —Te odio, creí que éramos mejores amigas, te veo como mi hermana y asta hoy me doy cuenta de que hay un chico. —Las palabras de Angie aún se entendía, aunque su voz era más fuerte que la de su amiga, ya no se encontraba en sus cinco sentidos. —Lo somos, lo somos. —Contesto Lia. —Dime quién es ese, dime para patearle los adornos que tiene en medio de las piernas. Lía comenzó a reír, si le decía en ese momento, Angie patearía las bolas de Gabriel. —Con sus bolas no te metas, que aún no las he visto. —Le apunto con el dedo casi golpeándola por lo cerca que se encontraban. —y todavía defiendes sus asquerosas bolas, estás pisoteando nuestra amistad. —¡Sus bolas!. —Lía tenía un ataque de risa. —¿Por qué estamos hablando de sus bolas?. —No lo recuerdo. Las dos comenzaron a reír con fuerza sin poder contenerse. —Quiero besar sus bolas. —Lía, pero que dices. —Se quejó Angie. —qué asco, voy a vomitar. —¿No le besarías las bolas a Liam?. —Por su puesto que nnnnn, tal vez. — Soltó una carcajada. —Qué cosas me haces decir, Lia, eso no se hace. —Lo que no se hace es jugar con los sentimientos. —Amalia hizo un puchero y volvió a llorar. —Dime quién es para arrancarle las bolas. —Angie la tomo del cabello y la jalo hacia ella. Amalia se quejó del dolor, no dijo nada a su amiga, ya que lo que Angie quería era abrazarla, así que Lia se dejó abrazar. —Si no me dices quién es, lo voy a averiguar por mis propios medios. Lía tenía en la punta de la lengua el nombre de Gabriel; sin embargo, no salía como ella lo deseaba, por ende se quedó en silencio una vez más. —¿qué están haciendo?. —Liam se encontraba platicando por celular con su padre, Raúl quería llegar en un acuerdo con su hijo, uno que los beneficiara a ambos. Cuando termino la llamada busco a la castaña sin encontrarla después del beso, se le hizo imposible hablar con ella, ya que se encontraba los familiares de Ángel y de ella, luego en el camino todos se durmieron y al llegar a casa recibió la llamada de su padre. El busco la espero y al caer la noche se preocupó, despertó a Gabriel y pregunto por ella, al darse cuenta de que Lia tampoco se encontraba, imagino que estaban en el establo, en ese lugar dizque secreto. Gabriel no se equivocó escucho las risas de su hermana y de Lía, luego el llanto de ella. —¡Gabriel!. —Angie giro mirando a su hermano con las cejas casi unidas y los brazos cruzados, sin duda él se parecía más a Lucia. Liam se encontraba detrás de Gabriel, él se encontraba sonriendo. A Liam la situación le perecía divertida, las dos chicas se encontraban hasta rojas por el alcohol en sus cuerpos. —¿Qué han hecho?. —Gabriel estaba más molesto porque se terminaron dos botellas que por encontrarlas en ese estado. —Papá, se va a molestar mucho. Gabriel tomó las botellas con preocupación, sabía que su padre las tenía como recuerdo de su abuelo Antonio, siempre decía que eran sus tesoros. —¿te preocupas por unas botellas?. —Se quejó Amalia. —Tú no sabes nada. —Le grito Gabriel. —Mi abuelo las preparo mucho antes de morir, era lo último que quedaba. El labio de Amalia comenzó a temblar, ella quería la atención de él, que él se notara preocupado por ella, sin embargo, él ni siquiera se preocupó por darle una explicación. —Iré a vomitar en recipiente. —Lía se puso de pie empujando a Gabriel, sus pies no hacían caso a sus deseos de salir triunfante de ese sitio, que termino cayendo de bruces al suelo, Liam le ayudo a ponerse de pie. —Estoy bien, siempre lo he estado. Comenzó a caminar de un lado para otro sin encontrar el equilibrio exacto. —Exactamente, ella no lo sabía, no tienes por qué regañarnos. Angie se puso de pie, le sonrió a Liam, quien la tomo de la mano para que no cayera al suelo. —Necesitas un baño, luego un descanso para que se te pase. Liam y la castaña salieron del establo en dirección a la casa. Gabriel al pensar bien las cosas se sintió mal, él no tenía por qué haberle gritado, era verdad que Lia no sabía sobre esas botellas de chaparro. Salió tras de ella, encontrándola parada con un cántaro en las manos. —Lo siento. —Le dijo Gabriel. —puedes irte, quiero concentrarme para devolverte el chaparro. —aun su voz salía arrastrada también con un tono triste. —Aunque te concentres no saldrá como entro. —¿Te gusto?, dime, ¿que sientes por mí?. Los ojos de Amalia se encontraban cristalizados. —No lo sé. —Ya no me beses, quiero borrar tus labios. Amalia tiró el cántaro y camino a pasos lentos hacia la casa. Su cabeza comenzaba a doler, sus ojos se sentían pesados y sentía que el suelo se movía impidiendo que caminara bien. Gabriel la siguió en silencio, a su edad él no podía decir que estaba enamorado de ella si le gustaba, era bonita, divertida y tierna. Sabía que todo había sido su culpa, él la beso, él comenzó a ir más allá que unas caricias, el lepidio que no mencionara nada de lo que ocurría sobre su cama. Liam se encontraba sentado en una silla, sobre sus piernas se encontraba la castaña con la cabeza escondida en su cuello. Amalia pasó frente ellos, entrando en la casa seguida por Gabriel. —Me quedaré con ella un momento, no quiere entrar a la casa. —Le dijo Liam a Gabriel, quien solo asintió. Amalia iba directo al cuarto de la castaña cuando Gabriel la tomo de la mano. —Ven conmigo. —Ella no dijo nada, solo lo siguió. —¿Qué quieres de mí?, ¿qué quieres que seamos?. —Le pregunto Gabriel sentándola en la cama. —No lo sé. —Contesto ella. —¿Quieres que seamos novios? —Amalia asintió. —Pero me dices que ya no quieres que te bese, ¿eso quieres?. —Amalia negó. —Bésame. Gabriel no esperó que Amalia terminara la frase, se lanzó a sus labios como todo un depredador, Lia se dejó llevar por las carias de Gabriel por esos besos que eran adictivos para ella. —¿Qué más quieres que te haga?. —Hazme tuya. —Gabriel sonrió, mientras le quitaba el pantalón. —¿Estás segura?, ¿no te arrepentirás mañana?. —No. Gabriel le quito toda la ropa a Amalia, luego se desvistió por completo. El cuerpo de Lía temblaba, esa era su primera vez, no estaba segura de lo que estaba haciendo, no estaba segura si se arrepentiría al siguiente día, sin embargo, en ese momento quería más que besos más que carias y toques. Ella lo quería a él, quería todo de él. —¡Gabriel!, ¡espera!. —Gabriel no escucho la súplica de Amalia, entro en ella sin delicadeza, haciendo que ella se quejara por el dolor de perder su virginidad. —¡Mierda!. Lía trató de alejarlo un poco, Gabriel entraba más en ella con la respiración entre cortada. —Eres mía, serás solo mía. —Le dijo él y luego la beso.
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