Carolle estaba recostada en su cama, mirando el techo mientras el silencio de la habitación se sentía como una lápida sobre su pecho. Habían pasado dos días desde aquel incómodo incidente con Mateo, y no podía dejar de pensar en cómo lo había arruinado. Hablar de dinero en un momento como aquel había sido una pésima idea, y ahora sentía que Mateo no quería volver a saber de ella. Tomó su teléfono por enésima vez y abrió w******p. No había mensajes nuevos. Revisó el estado de Mateo, quien seguía publicando fotografías de su día a día, siempre rodeado de fieles y con una sonrisa serena. Su aparente tranquilidad la enfurecía. ¿Acaso no le afectaba en absoluto lo que había sucedido? De pronto, recordó que ese día daban de alta a su abuelo Marco. Había prometido estar en el hospital

