Capítulo 1

1628 Words
—¿Me ayudarías a ser más como tú? Te pagaré cinco mil dólares. Me había esforzado durante dos semanas para poder hablar con Sheri Bremmer. Era la persona más popular y extrovertida que conocía. Podía ver que amaba la vida y que la vida la amaba a ella. También lo hacían unas dos docenas de hombres y mujeres de nuestro departamento de marketing, y en el caso de los hombres, aparentemente, no importaba si estaban casados o no. Sheri me estudió y dijo cuidadosamente: —Eres Brianna, ¿verdad? Asentí y forcé una sonrisa. —Brianna Ashley Porter. —¿Y quieres PAGARME para que te ayude a ser como YO?—Había gran incredulidad en su voz. Asentí de nuevo. —Es todo lo que puedo permitirme. Si cuesta más, puedo pagarlo con el tiempo. Sheri se llevó las manos a la cabeza un momento mientras pensaba. Al parecer, no fue fácil venderlo. Ojalá hubiera tenido más dinero para ofrecer. Sheri finalmente dijo: —¿Por qué yo? —Estás siempre tan feliz. Sonríes y tienes algo divertido que decir con todo el mundo. Te he observado. Eres inteligente, además. Le gustas a la gente e incluso te adora. Todos los chicos quieren salir contigo. Eres popular. Tienes un vestuario fabuloso, aunque algunas prendas son bastante atrevidas. Te maquillas a la perfección. Sé que vas al gimnasio de la empresa, así que empecé a hacerlo también. Tu cuerpo es perfecto, mientras que yo necesito moldearlo. Eres mi ideal de mujer perfecta. Sheri me observó. No me parecía tan mal. No tenía sobrepeso ni nada. Pensaba que me veía bien. Simplemente me faltaba confianza y muchas habilidades sociales. Sheri volvió a negar con la cabeza. —¿Qué te ha impulsado a hacer esto?— Señaló la silla junto a su escritorio. Tenía uno de los cubículos más grandes de nuestra oficina y dirigía uno de los proyectos de marketing más importantes de Knightsbridge, nuestra empresa. Me senté. —Mis padres siempre han intentado que sea más extrovertido, y que tome medidas audaces. Me acaban de enviar una foto enmarcada de una tortuga asustada escondida en su caparazón. Sobre la tortuga está el lema 'Sin agallas no hay gloria'. Decidí que a mi edad era ahora o nunca; tengo veinticuatro años. Tengo que ser valiente. Necesito ayuda para lograrlo. Da miedo y debería haber hecho algo mucho antes, pero no lo hice. He sido muy tímido e introvertido. No he sido nada sociable, y desde luego no he tenido nada s****l. Ni siquiera estoy seguro de qué hacer, y sé que tendrás miles de sugerencias. Necesito tu ayuda. —Brianna, no estoy segura de que quieras hacer lo que me pides. No soy un buen ejemplo a seguir. Algunos podrían considerarme un pésimo ejemplo a seguir. Tengo mis propias inseguridades, pero he aprendido a ocultarlas. —¿Me enseñarás cómo hacer eso? Sheri suspiró. —Brianna, ¿cuál es tu pasado? Dije: «En resumen, soy de Middleton, Kansas, tengo veinticuatro años, fui la mejor estudiante de la preparatoria y de la universidad, donde me gradué con honores, esta última en administración de empresas y marketing. Me entrevistaron aquí en Knightsbridge y acepté el trabajo porque el sueldo era bueno y parecía que podía pasar desapercibida. Ahora sé que eso no es lo que debería hacer si quiero ser feliz». Se me saltaron las lágrimas y dije con voz entrecortada: «TENGO que cambiar. No quiero morir solterona sin amigos». Sheri me observó y dijo: —Era una estudiante con un promedio de sobresaliente en la escuela. Estaba demasiado absorta en las actividades sociales y en las porristas. ¿Qué hacías además de estudiar?. Me encogí un poco y me controlé: «Estaba en el club de ajedrez y estudiaba informática y su aplicación al marketing y las ventas. Creé varios sitios web para mis amigos y ayudé a la universidad con los suyos. En realidad, nadie enseñaba ese tipo de cosas en mi universidad; lo aprendí por mi cuenta». Sheri maldijo en voz baja, pero la escuché decir: —Mierda. Soy tonta como un tocón comparada con esta chica. Sheri me miró y guardé silencio para que pensara. Finalmente dijo: —Lo haré, pero no te pierdas el dinero. Si de verdad quieres seguirme el ritmo, lo vas a necesitar para otras cosas que compraremos. Debes saber que mi buena amiga Maryann te ayudará. Sonreí: —Gracias. Sé quién es Maryann. ¿Cómo empezamos?—. Pensé que era un caso de compasión para ella. Empezaremos pensando en cómo empezar. Mientras tanto, confírmame que si te digo que hagas algo, lo harás. —Lo prometo.—Yo también haría lo que fuera. Solo tenía que cambiar, y si mi modelo a seguir tenía una idea, la pondría en práctica. Sin agallas, no hay gloria. Sheri dijo: —De acuerdo, nos vemos después del trabajo, a las cinco aquí, y charlamos con un martini en Epoch. Mi compañera de piso y mejor amiga, Maryann, probablemente se una a nosotras. Como ya sabrás, trabaja en finanzas. Asentí. Epoch era un bar de cócteles a un kilómetro y medio de nuestras oficinas. Mucha gente de la empresa pasaba por allí después del trabajo, pero yo nunca había estado allí. Solo lo conocía porque oía a otros mencionarlo durante el almuerzo. Podría haberme quedado sin trabajar el resto del día pensando en lo que Sheri me iba a pedir que hiciera. Impulsivamente, acepté hacer cualquier cosa que me sugiriera. Supuse que podía ser un poco impulsiva, pero esperaba que no se extendiera a ayudarme. Por otro lado, fui demasiado conservador y quizá eso era lo que necesitaba. Probablemente necesitaba ser impulsivo. A las cinco, encontré a Sheri en su cubículo, vestida solo con bragas y un sostén muy fino que lo dejaba al descubierto. Parecía imperturbable ante mi llegada y su desnudez. —Hola Brianna. Me estoy cambiando de ropa, así que estoy vestida como quiero para el Epoch. Tienes que vestirte según el entorno en el que vas a estar. Te lo mostraré, pero esta noche ponte lo que tengas puesto. Miré mi ropa, en este caso un vestido sencillo a media pantorrilla con florecitas esparcidas al azar. Llevaba unos zapatos planos negros, apagados y casi sin tacón. Eran cómodos. Mi madre los llamaba zapatos prácticos. Sheri se vestía como si fuera a una cita seria. Le pregunté: —¿Tienes cita? Podríamos hacerlo otra noche si la tienes. —No, no—, insistió. —Esta noche, está bien. Ya conoces este lugar. Quiero lucir lo mejor posible para los chicos que vengan. ¿Quién sabe qué podría pasar? Dije casi en un susurro: —Nunca he estado dentro de Epoch. Solo sé dónde está. Sheri hizo una pausa y me observó. Murmuró que empezaba a ver la magnitud del problema. Se pasó cinco minutos maquillándose después de que la acompañara al baño de mujeres. Me contó lo que se estaba haciendo en el pelo, los ojos, los párpados, las mejillas y los labios, que acabaron con mucho brillo. Me aplicó un poco de su maquillaje. Pensé que no tenía remedio y casi lloré de inseguridad. Yo haría lo mismo después de ese día. También me pondrían lentillas, pero me permitían usar gafas de sol grandes, incluso subiéndolas hacia mi pelo oscuro. Al final, llevaba una falda cortísima, tacones altísimos, una blusa casi transparente y un chaleco n***o de lentejuelas para disimular sus pezones, más o menos. Se veía guapísima. Me preguntaba si yo podría llegar a verme tan bien. Seguí a Sheri en mi coche hasta el Epoch. Al entrar, le pregunté: —¿Estás segura de que quieres que te vean conmigo? Soy tan sencilla. Creo que tú y yo nos vamos a divertir, y pronto tendrás tu propio look para estar en un lugar como este. Estoy bien y a partir de hoy eres mi protegido. Al abrirse la puerta, nos arrasó una ráfaga de música. Sabía que tendría que gritar para que me oyeran. Entramos, y aunque la música estaba muy alta, me acostumbré e incluso descubrí que podíamos hablar en lugar de gritarnos. Sheri dijo: —Maryann tiene una cita de última hora para cenar, así que no nos acompañará. ¿La conoces? Trabaja en finanzas. Negué con la cabeza. —Sé quién es, pero nunca la he conocido. —Te gustará. Es aún más guarrilla que yo. El lenguaje de Sheri me impactó. Me condujo a una mesa de cóctel de pie, lejos de los grandes altavoces que ponían música a todo volumen en la barra y algo apartada de las demás mesas. El local estaba solo medio lleno, así que no estábamos abarrotados. Enseguida, una camarera nos pidió nuestras bebidas. Empecé a pedir una Coca-Cola Light. Ella rechazó mi pedido con un gesto y nos trajo un Cosmopolitan a ambos antes de que pudiera siquiera pensar en lo que había pasado. Nuestras bebidas llegaron cinco minutos después. Sheri y yo bebimos un sorbo. Me gustó la bebida. Se me pasó muy fácil. Ella dijo: —Tengo algunas preguntas. ¿Tienes novio? —No—, respondí. —Nunca he tenido uno de esos. Pensé que Sheri se desmoronaría. —¿Nunca has tenido novio? ¿Cómo no tenerlo y tienes veinticuatro años? No eres fea, de hecho, eres bastante mona. —Gracias, creo. Nunca supe qué decirle a un chico. Nunca salía mucho. Principalmente estudiaba o jugaba al ajedrez. —¿Eres virgen? —Sí. Nunca he hecho nada con un chico aparte de un beso de buenas noches después de una de mis raras citas. Sheri suspiró y preguntó: —¿Practicas algún deporte? ¿Tenis? ¿Golf? ¿Corres? Negué con la cabeza. —¿Tienes algún amigo especial, hombre o mujer?
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