Tercero

3378 Words
—    ¿Y bien, señorita Fiore? — preguntó a mi regreso, mientras entregaba la cuenta al mesero que se retiraba, no apartó la mirada de mí. —    Pues acepto el trabajo, señor Rizzo. —    Perfecto, ha tomado una buena decisión, señorita… — tomó una pausa de nuevo, creo que algo no lo dejaba tranquilo – pienso que debería quitarle el título de “señorita”. —    ¿Cómo? – pregunté confusa. —    Debería dejar de hablarme de usted y ya no decirme señor, pero supongo que lo podemos ver más adelante. Por ahora necesito que revisemos bien las bases del contrato y veamos lo que acontecerá alrededor de usted — miró su reloj de mano, y yo hice lo mismo, en treinta minutos iniciaríamos labores — por lo pronto, se tomará el día. —    ¿En serio? —    Necesito que revise algunos papeles y escoja ciertas cosas, por otra parte, será lo mejor, puesto que no creo que quiera lidiar con eso… — señaló tras de mí, indicando a una pareja “sospechosa” con lentes oscuros “paparazis” – y tampoco podrá lidiar con sus compañeros de trabajo. —    Serena… — susurré y, asentí ante lo que decía. —    Entonces, vamos.   Nos pusimos de pie al mismo tiempo, mientras agarraba mi bolso y mi gabardina con una mano, la otra, la tomó él y me acercó más, me sorprendí ante su actuar.   —    Creo que la actuación empieza ahora mismo – susurró, llevándome por entre las mesas, yo sólo me dejé conducir.   Me llevó a mi edificio, y me dejó con unas carpetas que pidió que revisara, dijo que, más tarde, podía esperar una llamada suya, aquello, sólo me provocó más pendientes, no agradeció nada y se fue tan rápido como me bajé. Tampoco podía esperar un: gracias, de su parte, después de todo, no era un “favor”, era un “servicio”.   —    Mi jefe – susurré por lo bajo, pensé en lo que dijo al final: “cambiar los títulos”, eso sólo significaría que debería llamarlo por su nombre, un diminutivo o en el peor de los casos — Querido o cariño.   Evité pensar en eso, me ponía el corazón al cien y el rostro lo comenzaba a sentir caliente como brazas.   Me dediqué a hojear las carpetas que me había dado, me impresioné bastante al verlas, no sólo había información de tiendas en el “Golden Cuadrilátero” o mega—tiendas en el Corso Vittorio, restaurantes de etiqueta o nuevos edificios departamentales, también había una carpeta que contenía información de él, de su familia, de la compañía, cosas personales. Él había dicho que escogiera lo que más me gustara, que después mandaría por mí para ver todo y arreglarlo, por momentos pensé que mantendría un perfil bajo, seguir siendo “la chica que no encajaba con él” o, tal vez, esto era mi pago, o ¿No podía pensar verme tan mal? Recordé las anteriores veces que me había llevado a casa, y las largas miradas que le mandaba a mi edificio.   Dejé todas las carpetas de cosas materiales y concentré mi atención en lo personal. Conocería más a mi jefe; me hubiera gustado que esto me lo comentara de frente y no como un libro que, tal vez, tenía que aprender de memoria.   Arturo Rizzo   Cumpleaños: 3 de julio Edad: 31 años Estatura: 1.82   Lugar de nacimiento: Nápoles, Italia Estudios: Licenciatura en Administración y dirección de empresas en Universidad de Milán Un máster en dirección de moda en Milano Fashion Institute Un degree en Fashion Marketing en Pearsons, The New School for Design, en New York   Familia: Padre (falleció): Ronaldo Rizzo Madre (59 años): Geovanna Macabelli 2 hermanos: Mayor, Marianne Rizzo (Ama de casa) Menor, Franco Rizzo (Médico cirujano)   Aficiones: Leer novelas históricas Practicar equitación Nadar en épocas de calor   Lugares favoritos: Lugares tranquilos y templados.   Pausé mi lectura y dejé los documentos de un lado.   —    Este señor no tiene nada de interesante – me dije y noté que esto no lo había escrito él, y me pregunté a quien le había tocado la ardua tarea de hacerle un perfil.   Mientras pensaba esto, el timbre de una llamada entrante captó mi atención, pensando que sería mi jefe, tomé con rapidez el celular, pero era mi compañera y amiga Serena.   —    ¿Bueno? — contesté la llamada pensando en las excusas. —    ¿Dónde estás? ¿Sabes que toda la oficina está hablando de ti en este momento? ¡Qué digo la oficina! ¡Todo el mundo! – gritó en exasperación. —    Buen día, Serena – le dije, tratando de sonar tranquila. —    ¿Qué? Necesito una explicación ahora mismo ¿Qué rayos está pasando? —    Largo de explicar. —    Pues empieza, tienes cinco minutos… ¿Cómo rayos te enrollaste con Arturo Rizzo tan rápido? Apenas ayer eras su acompañante y hoy eres su novia. ¿De qué me perdí? —    De nada, sólo sucedió — no sabía que decir, no había hablado con el jefe sobre si esto quedaba sólo entre los dos, o podía hacérselo saber a otras personas. No quería echar a perder el plan de ensueño apenas empezando. – Tendrás que darme tiempo para explicarte todo. —    ¿Tiempo? Tienes dos minutos exactos, empieza a hablar Sarah, además ¿Por qué no llegaste al trabajo hoy? —    Me dio el día libre. —    ¡Dios! Apenas están iniciando y ¿ya te está consintiendo? O… ¿es que acaso te sacará de trabajar? —    ¿Qué? Obvio no, Serena. Necesito trabajar, no puedo dejar todo botado, seguramente el lunes estaré de vuelta. —    Ah bueno… y ¿dormiste con él? —    ¿Cómo? – casi se me caía el celular de las manos, al oír su pregunta. —    ¿Que si dormiste con él? – volvió a preguntar, elevando un poco la voz. —    Cállate, Serena, sí te escuché, pero ¿Qué cosas preguntas? No, es obvio que no, apenas estamos iniciando, además aún no me lo creo. —    Sarah, es tu jefe, nuestro directivo, uno de los hombres más ricos del país, súper famoso, ¡Te has sacado la lotería! —    Eso creo. —    ¿Eso crees? Eso es lo que tienes, en fin, tengo que colgar, me tienes que contar mil cosas, debemos quedar mañana, ¿Entiendes? Claro, si no tienes planes con el maravilloso Arturo Rizzo. —    No le digas así. —    ¿Así como? ¿Maravilloso? lo es ¿no?... como sea, debo colgar, un beso – y cortó la llamada. Arturo ¿es maravilloso?   Las próximas horas me entretuve viendo los edificios departamentales y las tiendas de ropa, nunca había visto cosas iguales, tampoco imaginé que algún día lo podría conseguir. Esto parecía un sueño.   Una vez más, el timbre de una llamada me despertó, me había quedado dormida viendo la televisión, miré la pantalla, era mi jefe.   —    Estoy afuera — dijo, cuando le tomé la llamada. —    ¿Puede esperar un momento? No estoy arreglada. —    Cinco minutos – dijo y colgó.   ¿Qué rayos? Aun no se le quita aquella actitud de mando.   —    Buenas noches — me subí al coche, me había puesto unos jeans y una playera sencilla; sin embargo, los stilettos y el blazer que había escogido, le daba al outfit algo de formalidad. —    Creo que la noticia ha ido más rápido de lo que imaginé — anunció mientras se ponía en marcha. —    No podíamos esperar menos, señor, usted dio la noticia a voces. —    Sí… mi familia quiere conocerla – soltó de pronto, como si aquello fuera lo más normal del mundo. —    ¿Está hablando en serio? —    La noticia fue transmitida internacionalmente, mi madre ha tomado el primer vuelo de Copenhague a Milán, para venir a verme y conocerla. —    ¿Su madre? — no podía procesar la información tan rápido. —    Al parecer no me perdona que no le hubiera comentado de lo nuestro y que se haya tenido que enterar por las televisoras. —    Espere, señor – dije, entre confundida y paranoica – no puede permitir esto, no estoy preparada. —    Tranquilícese, pasará un día con mi hermana en Roma, después vendrá aquí. Tendremos dos días para prepararlo todo. —    ¿Su hermana también vendrá? – pregunté horrorizada, estaba segura que ya empezaba a hiperventilar. —    Por supuesto, la noticia ha llegado a oídos de todos.   Me volteé a verlo, parecía muy tranquilo ¿Acaso no veía la dimensión del problema? sería presentada como su “novia” a su señora madre, no sé si podía con esto.   Llegamos a un edificio con departamentos sumamente lujosos, no tuve dudas de que aquí viviera él, pero ¿Por qué me traía a su casa? Subimos hasta el último piso y tal como lo había previsto era el pent—house.   Estaba exquisitamente decorado, con tonos negros, grises y burdeos, tenía grandes ventanales que daba una vista impresionante de la ciudad.   —    Puede tomar asiento – dijo, mientras se dirigía a lo que imaginé sería la cocina. —    Gracias.   No dejaba de voltear por todos lados, me hubiera conformado con tener sólo el sofá en el que me había sentado, era mullido y de color n***o, contrastaba con la alfombra borgoña bajo mis pies o tal vez me conformaría con el cojín, que al tacto era tan suave.   —    Es muy bonito su hogar– le comenté, cuando regreso con dos bebidas y me dio una. —    Sí, bueno, lo que un decorador de medio millón puede lograr, ¿No? – sonrió irónicamente, se había quitado su saco y aflojado la corbata, se le veía más cómodo y tranquilo, nada que ver con el jefe gruñón de semanas atrás – y bueno, ¿leyó lo que le di? -        Sí, claro – comencé a sacar las carpetas, que me había dado, de mi bolso y las coloqué encima de la mesita de la estancia. -        Y bien ¿Hay algo que le agrade?   Abrí la carpeta de los edificios departamentales en donde había puesto uno de los post-it para separarlo, era un edificio sencillo por fuera, ubicado en el cuadrante sur, cerca del trabajo, el departamento era amplio, me había motivado porque la renta no era tan elevada y sabía que en un futuro podía mantenerlo.   -        Creo que no – dijo él y se acercó a la carpeta a buscar un poco. Me molestó que pasará por alto mi decisión, pero no quería abusar de su generosidad; por otro lado, pensé que estaría en busca de algo aún más barato, después de todo era su dinero, me impresioné cuando señaló un departamento, localizado en el cuadrante este, con balcón y mucho más amplio — este es mejor.   Miré las especificaciones y sí, era más bonito que el anterior, la vista a las afueras era impresionante, además lograba conquistarme con el jacuzzi en el baño. Pero el precio, casi triplicaba.   —    Creo que es algo muy costoso para mí. —    Sí, la buena noticia es que yo lo pagaré. —    Pero, me queda muy lejos del trabajo. —    No es problema, puedo hablar con mi agencia, y que le den un carro mañana temprano. Sabe manejar ¿No? —    Sí, pero… preferiría el primero, además pensé que quería que mantuviera el mismo perfil, esto no encaja en nada con el perfil que quiero proyectar – dije, marcando con mi dedo la foto del lujoso departamento. —    Tiene razón, pero no quiero que se hagan comentarios de que soy desconsiderado con usted, además… — hizo una pausa, y supe que estaba considerando lo siguiente que diría. —    ¿Además? – le alenté. —    Siempre daba regalos como estos en mis relaciones pasadas.   Aquello me hizo bajar la guardia, aunque de cierta forma lo comprendía, pero era muy lujoso y dudaba poder pagarlo después.   —    Sí, pero yo no soy su novia realmente – dije. —    Eso no lo saben los demás… por cierto, ¿Le ha comentado a alguien de lo nuestro? —    ¿Lo nuestro? Ya todo mundo lo sabe después de todo ¿No? —    No me refería a eso, hablo del contrato. —    Ah no, a nadie. —    Perfecto, esto es confidencial, ¿Sabe? No puedo correr el riesgo de que se filtre la información de nuestra relación, lo comprende ¿verdad? —    Sí señor, pero entonces… ¿Cómo pasó lo nuestro? —    Fácil, el trabajar continuamente a mi lado, hizo que despertara sentimientos por mí, yo por supuesto la consideraba un buen elemento para la compañía, usted se declaró y tiempo después nos enamoramos uno del otro. —    ¿Así que yo desarrollé los sentimientos primero? – pregunté con ironía. —    ¿Podía ser de otro modo? —    Puede ser al revés, ¿No? —    Eso sería imposible… no me hubiera fijado nunca en usted y además… yo tenía una relación en ese momento.   Una vez más el hablar del tema lo perturbó y por un momento pensé que actuaría molesto y arrogante y aunque el comentario me afectó la vanidad por completo: “No me hubiera fijado en usted nunca”, decidí evitar la confrontación.   —    Tiene razón. Entonces, eso diré – contesté con la mejor sinceridad que pude, pero una parte de mí, hubiera deseado que él fuera el loco enamorado.   Al final de cuentas no pude quedarme con el apartamento que había escogido en un principio, pero tampoco le acepté el que me proponía, por lo que dejamos uno intermedio, un costo más elevado que el primero, situado cerca del trabajo y sin jacuzzi. Hizo algunas llamadas, para que mañana temprano fuera a comprar ropa al “Golden Cuadrilátero”, él escogió las marcas, también llamó a su agencia para pedir un automóvil, tampoco escatimó en precio y me dijo que sería un Audi A4 del año; ante mi poca participación le comenté que me gustaría en color blanco, él me miró extrañado.   —    El auto que sea en blanco y con asientos de piel color arena – dijo, y colgó. —    Gracias, señor. —    Sí, bueno, todo sea por un buen servicio. Hablando del servicio, ya puede quitarme el título de “señor” – dijo. —    Disculpe, señor – pronuncie lo último con cuidado – pero supongo que en privado podemos seguir tratándonos con formalidad ¿No? —    Supone bien, pero necesito que te acostumbres, Sarah – me sorprendí al escuchar mi nombre sin “señorita” por delante y el trato sin formalidad. —    Correcto, Arturo. —    Mucho mejor.   De camino a mi casa, me comentó que el contrato estaría listo mañana temprano y que podía leerlo de camino al shopping, por otra parte, me pidió que estuviera lista para la hora de la comida.   —    ¿Iremos a algún lugar? – pregunté. —    Comeremos con mi hermano menor, Franco. Por cierto ¿Ha leído mi biografía? – preguntó al estacionar el carro. —    Sí, señor, pero ¿Con su hermano? Pensé que lo veríamos hasta el domingo. —    Franco vive en la ciudad, supongo que no puedo atrasar su presentación con él. ¿Puede quitarme el título? —    Sí, sí Arturo, discúlpame. —    No hay problema. ¡Ah! Y por favor, mándame a mi correo tu información. —    ¿Mi información? —    Sí, tú biografía, trabaja en ella hoy. Debo conocerla más, en menos de 12 horas debo saber cosas más personales de usted. —    No tengo mucho que contar. —    Yo decidiré eso, la veo mañana.   Lo primero que hice al entrar a mi departamento fue prender el ordenador y trabajar en mi biografía, me apoyé con la suya.   Sarah Fiore   Cumpleaños: 28 de octubre. Edad: 27 años Estatura: 1.68   Lugar de nacimiento: Grosseto, Italia   Estudios: Licenciatura en Relaciones Publicas en Universitá degli Studi di Trento. Un diplomado en diseño de modas en University of Applied Arts en Viena, Austria.   Familia: Padre (57 años): Miguel Fiore (Contador) Madre (54 años): Lisa Neri (Ama de casa) Hermana menor: Elisa Fiore (Estudiante de bachillerato)   Aficiones: Leer novelas románticas             Cocinar, sobre todo repostería.             Montar en bicicleta, en mi poco tiempo libre.             Ayudar en casas hogar de perritos en situación de calle.   Lugares favoritos: Casa de mis padres.                                    Playa   —    Dios, me siento como si estuviera escribiendo un curriculum – suspiré cuando terminé y me sentía extraña hablando de mí para él. – Mañana será un largo día, así que lo mejor será que mande esto y me vaya a bañar.   Desperté temprano, me arreglé informalmente para ir a comprar, después de todo, creo que todo mi armario sería cambiado ese día, me pregunté vagamente: ¿Cuándo empezaría la mudanza? y, mientras tomaba un café, el celular comenzó a sonar.   —    Buenos días, ¿Estás lista? – preguntó mi jefe al otro lado de la línea. —    Sí, en un momento salgo. —    Perfecto, ya mandé por usted, no se demoran en llegar ¿Le parece si la veo al medio día? ¿Cree haber terminado para esa hora con sus compras? —    Me parece bien, no sé cuánto tiempo tardaré haciendo compras, además es sábado debe haber demasiada gente ¿No? —    No se preocupe por eso, mandé a cerrar las tiendas que pedí que visitara. En el coche que vaya por usted estará el contrato, revíselo y la veo al medio día. — se despidió y colgó.   En camino leí el contrato, parecía un contrato laboral, pero las palabras servicio de noviazgo temporal resaltaban, todos los puntos antes hablados estaban y la cantidad a pagar también (medio millón de euros cada tres meses), la propiedad y el coche que recibiría, una cláusula de “fidelidad” y de “confidencialidad” que, de ser rota, se haría la cancelación total del contrato, en fin, no había nada que no se hubiera comentado antes, y sin más, firmé. Ya había hecho el pacto, no había vuelta atrás.   Mientras entraba en una de las boutiques, pensé en la gran influencia que tenía mi jefe y con ese poder podía hacer grandes cosas. Las dependientes de la tienda ya estaban avisadas, con rapidez trajeron ante mí lo mejor de toda la ropa de temporada y lo que se estaba viendo en pasarelas de Londres y Nueva York, por un momento pensé que me sentiría muy bien vistiendo la marca de Elemental, pero al ver marcas como Chanel, Versace, Armani, Gucci, Prada, entre otras, descarté por completo la idea.   Me probé muchísima ropa, entre vestidos de noche, vestidos de día, formales y casuales, blusas frescas, camisas de punto, suéteres de cashemere, gabardinas de lana, faldas de algodón y pantalones de vestir, no pude evitar llevar un par de jeans y algunas playeras cómodas, también escogí pares de zapatos, entre tacones, tenis, unos mocasines y algunas sandalias. Al poner mis ojos en algunos artículos de joyería y al recordar el “crédito infinito” me hice con un par de pendientes, una gargantilla y algunas pulseras.   Cuando pensé que tenía todo, una de las señoritas que me estaba acompañando a las compras y que al parecer había sido designada por mi jefe, me dijo que faltaba sólo una cosa más.   —    Lencería, señorita – dijo ella. —    ¿Cómo? No creo que sea necesario, lo que traigo está bien. —    Disculpe, señorita. Estas son las órdenes que siempre sigo del señor Rizzo – comentó con rapidez cuando me negué y vi algo de pánico en su rostro.   Al final accedí, no quería que tuviera problemas por mis negativas, además, el hecho de que comentara que “siempre seguían este tipo de órdenes” me hizo adivinar que no era a la primera “novia” que llevaba de compras, me llevó a escoger lencería en Carine Gilbson, compré, por lo obvio, unas pantaletas y brasiers, a juego, también algunos bralets y muchos pares de medias y pantimedias. Sin embargo, al pasar por lencería atrevida y sensual, no pude más que agarrar un baby doll n***o y dos camisones cortos con transparencia, estaba segura que mi cara estaba más roja que los tomates, pero debía representar bien el papel de “novia”, mientras me decía para mis adentros que eso hacían.   
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