No eran sueños

1786 Words
Estoy en mi alcoba y no puedo creer que por fin haya paz en nuestras tierras, en nuestras vidas y que tantas pruebas me hayan otorgado permanecer libre en la vida que siempre quise para mí. Hoy como hace tres días, tengo sueños, unos que son parte más de una realidad que algo imaginado. Lo disfruto tanto hasta que tengo que despertar. Conozco a Jon y quizá eso hace fantástico mis sueños, sé que si fuera real no sería condescendiente. Quizá sólo en sueños es posible confesarle mi amor y desearlo con las ansías de mi corazón. La noche me parece siempre un portal viviente para estar cerca de lo asombroso y de él, observo la luna sin creer que ha sido siempre mi aliada. Debería estar soñando, pero Nigromante quedó de verme. —Parece pensativa… Su voz profunda me sacó de mis pensamientos. Me volví hacia donde lo había escuchado, lo vi recostado al lado de la puerta de mi habitación de brazos cruzados, sus labios esbozan una seductora sonrisa, sus brazos cruzados a la altura de su pecho dejan vislumbrar la fuerza de sus músculos incluso cubiertos por la tela suave de la camisa que lo cubre. Quise correr y abrazarlo, y al contemplar sus hermosos ojos suspiré. Reconozco que tiene un talento sobrenatural para comprender y asimilar lo que se me cruza por la cabeza. Bien sé que seré siempre una ventana abierta para él. —Sólo un poco, Jon. Su mirada al tanto de lo que dicen mis labios aceleró a mí corazón como si trotara en una montaña en subida. Se pasó a mi lado y se sentó sobre mi cama, quedando al frente. Su intensa mirada quedó fija en la mía. Mi corazón sigue retozando dentro de mí al apreciarlo tan cerca. Sus ojos tienen la capacidad de decir tanto sin mencionar una sola palabra. Es inevitable intentar descifrar lo que está a punto de decirme, pues sigue sonriendo. —Quiero hacerle una pregunta, y le pido por favor que me conteste con la verdad—. Su voz potente y másculina me llenó de mariposas la barriga de inmediato, siempre hay una hechizante beldad en su cálida voz. —De acuerdo—Contesté con voz temblorosa y se me escapó otro suspiro, el cual no pude contener. A pesar de querer mantener la calma, poder vislumbrar su cuerpo tan cerca del mío y sus manos me da la alocada idea de ser estrujada por sus fuerzas en un abrazo o lo que él decida. —¿Qué tan real cree que puede ser un sueño? Abrí los ojos a más no poder ante su extraña cuestión. Aunque bien sé que mi adorado custodio es muy hábil en las artes ocultas de la magia sagrada. —Pues, no lo sé Jon, últimamente me parecen muy reales, quizá demasiado. Inclinó la vista un momento parecía pensar. Posteriormente sus ojos volvieron a fijarse en los míos. —¿Y que sueña? Apreté los labios, intentando imitar su tranquilidad, pero lo único que conseguí fue sonrojarme. Esbocé una sonrisita estúpida. —No tema ser sincera. —Agregó al notar mi reacción, delineando una sonrisa perfecta. No quería decírselo tal cual. Me encogí de hombros. Pero al apreciar su intensa mirada supe que mentir no era una opción. —No sé si deba decírselo… Esa preciosa sonrisa se convirtió en una invitación tentadora para mí. —¿Porqué no? Está conmigo y la verdad siempre es lo mejor, la escucho… Tragué saliva, muy dentro de mí tomé valor, ¡Qué podía ser peor si ya sospechaba lo que se cruzaba por mi retorcida cabeza! —No sé porque pasa, se lo juro, pero sueño con usted, es algo que no puedo controlar simplemente ocurre. Sentí mis mejías calientes al terminar de hablar. Él parecía divertido ante mi confesión. —Justo lo que quería escuchar, Princesa. ¿Qué piensa, si le digo que no son simplemente sueños? Me quedé paralizada mi mente se atoró. El asombro se asomó a mi mirada. —Princesa, entre usted y yo hay una conexión sobrenatural muy fuerte, es tal que puede llegar a mí en sueños. La noche le da a una mujer con su habilidad hacer algo mucho más que imaginario en el ambiente misterioso de las irrealidades. Nigromante le dice el Reino de los Sueños. Cada noche, desde hace tres días llega a mí. Su presencia me invade, provocándome, incitándome, llamándome a la cual no puedo resistirme. Sé que para usted son simple sueños, pero para mí es real, muy real. Ha logrado enredar mis pensamientos pues sé que podría venir para hacer verdaderos cada uno de esos anhelos suyos que logran tentarme. Se puso de pie y se acercó a mí. Una de sus manos fuertes acarició mi rostro. Cerré los ojos erizándome al tacto de su piel a la mía. Solté un quejido, deseando gritarle que lo ansiaba para mí. “Lo quiero y mejor que en sueños” Pensé. Mis labios se humedecían con el hecho de imaginar que podría saborear sus labios. Por besarlo, me enfrentaría a más batallas y guerras que parecían no tener fin. —Siga hechizándome que, aunque usted piense que eso me tortura no es así, quizá sólo en sueños es mejor para los dos. Suspiré apreciando ese aroma exquisito, dulce y embriagador, totalmente hechizante de su piel. —Jon, no puedo evitarlo y mis labios suplican por un beso suyo—Susurré sin poder evitar decir todo tal como venía a mi mente. Cada vez me sentía más hechizada en él y todo lo que podría poseer de él. Al ser Jon un hombre muy alto, mi cabeza llegaba a su pecho, mis ojos estudiaron su escultural torso un momento y luego lentamente mis ojos se encontraron con los suyos en ese tono celestial. —No me gusta que se sienta así, atormentada… Sonreí, absolutamente incitada. Cuanto más se negaba, más tentador, más provocador lucía a mi terquedad. —Usted sabe controlarse a mí aún me cuesta, lo sé, pero no importa, sé que en compensación de que no puedo abstenerme usted sí puede… Su pulgar de la mano que tocaba mi rostro se deslizó hasta tocar mis labios. Con ternura besé su dedo. Una de mis manos se elevó hasta tocar los músculos fuertes de su brazo alzado. Mostró una tierna sonrisa. Parecía complacido al oírme. —Princesa, entre usted y yo todo es así, poco a poco. No quiero que cambie el hecho que aún está en aprendizaje, recuerde que debo instruirla, no debemos provocar algo que pueda ser negativo para ambos. Tragué una bocanada de aire. —¿Cuánto tiempo? —El que se necesite. —Entonces, será demasiado… En sus perfectos labios se arqueó una sonrisa amable, parecía alentarme. —No. El tiempo pasa rápido, muy rápido, ya lo verá. Sabía que me distraía de mis propios pensamientos. Pero no pude dejar de lado mis deseos malogrados. —Jon, ¿Cómo lo hace? Mostró un gesto muy particular, sin dejar de ser amable. —¿Hacer qué? —Eso, de hacerse el desentendido ante algo que usted también desea. Pensó un momento antes de responderme, mientras una de sus manos jugueteaba con un mechón de mi cabello, y la otra seguía tocando mi rostro. Me sentía desesperada ansiaba posar mis labios sobre los suyos. —No me hago el desentendido, Princesa. En mí es diferente porque soy consciente de que un beso no me basta, por eso entiendo. Al ser lo que soy no puedo ir contra las reglas, todo tiene un balance, y por el bien más suyo que mío debe respetarse el acuerdo. El mismo que me mantiene aquí. Se me escapó un suspiro, pero éste enfocaba mi frustración. Incliné la vista mordiéndome los labios, tenía razón. —No haga eso, por favor— Mencionó con un hilo de voz. —¿Cuál? — Pregunté confundida, alzando la mirada para verlo. Podía leer en su mirada el mismo anhelo, ese mismo que a mí me consumía, la diferencia: Él estaba acostumbrado a hacer lo correcto. —Cada vez que muerde sus labios me hace desear que lo haga lentamente en los míos, ¿no recuerda que ya lo ha hecho?… Me sorprendieron sus palabras con más intensidad. —Entonces… ¿Recuerda la vez que lo hice? Asintió con la cabeza torciendo esa sonrisa suya. —Perfectamente y son varias en especial una. En esa ocasión usted se entregó a Nigromante. Cual si fueran cuchillos sus palabras se clavaron en mí. Me sumergí en aquel recuerdo y me embargué por el mismo sentimiento. —Jon, no me diga eso. Usted ahora ve las cosas como son y sé que distingue que no fue así. Esa sonrisa se hizo más ancha, apartó su mano que tocaba mi rostro. —Yo lucía como él. El asunto princesa es que fueron mis labios los que usted besó, fue a mí a quien quería amar furtivamente, o al menos de eso me ha convencido. —Ah… ¿No perdona ese hecho, verdad Jon? —Exclamé entristecida y un tanto envenenada por al agridulce recuerdo. Me clavó sus preciosos ojos azules con una seriedad cortante. —¿Por qué confunde mis palabras? — Su voz aún parecía amable y se volvió un murmullo, contestó de inmediato como si esa frase hubiera estado ensayada o hubiera sabido que terminaríamos en esas. —Siento que me acusa, y que no puede perdonar lo que pasó, no puedo confundir eso. Respiró profundamente. —A veces decir las cosas tal cual incomodan. No debe pensar que es necesario que perdone lo que hizo, anteriormente le dije que me hacía responsable por ese mal entendido, después de todo no puedo perdonar ningún agravio pues no fue causado así. No olvide que era yo, eran mis manos, mis labios… Retrocedió yendo hacia la puerta. —¿Siempre será así, Jon? —¿Así? —Repitió viéndome con esa ingente bondad en su mirada. —Sí, un campo de batalla entre ambos. Sonrió al oírme, esa sonrisa parecía decidida a dejar todo ese pasado a su favor. —Lo que para usted es un campo de batalla para mí es un Edén. Quizá eso sea el amor a final de cuentas. La veo mañana, vendré por usted. Se acercó y con ternura besó mi frente. Me dejó consternada, pero al menos tenía la posibilidad de que la noche estuviera a mi favor en el Reino de los Sueños. Según él los sueños no eran simplemente eso para alguien como yo que estaba unida completa y voluntariamente a él. A final de cuentas, no se negaba del todo. Sonreía extasiada, ansiaba quedarme profundamente dormida cuanto antes.
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