En el ritual

1897 Words
(Nigromante narración)   La amabilidad de Carmina me mantuvo pensativo, no me pareció racional que una Reina que desconfiaba de los hombres como un código moral y lema de vida nos permitiera estar en la tribu de modo tan sencillo. Sabía que algún tipo de prueba aguardaba, sólo era de hacer tiempo. Nunca había estado presente en algo como eso. Las guerreras de esta estirpe son muy privadas en sus ritos, sin embargo, cualquier indicio sobrenatural sería comprensible para mí y también para Jon. Carmina permaneció todo el tiempo con nosotros presentándonos a muchas de sus guerreras más valientes. Eran poco amables y fuertes, algunas tenían extirpado parte de su busto para ser buenas arqueras.  Fuimos invitados a permanecer sentados junto al inmenso grupo que tomaban parte a una distancia prudente del lugar preparado donde se prendería la hoguera. En cuanto la noche se asomó, el fuego fue encendido. Carmina estaba al lado de una sacerdotisa quien tenía ya al pequeño cervatillo sin ser sujetado por nada, fielmente permanecía quieto. Una de sus manos sostenía un grueso puñal. Las guerreras más fuertes estaban vestidas para la ocasión con trajes ceremoniales en cuero y máscaras talladas en madera sobre sus rostros. Otras tocaban timbales; una danza era amenizada por varias de ellas alrededor de la hoguera. Sus danzas funcionaban para armonizar la energía entre las que apoyarían en el rito de forma activa. El lenguaje autóctono de su tribu se hizo presente en el rito. Todas las que estaban sentadas a nuestro lado y en derredor del fuego respondían en ese lenguaje. La sacerdotisa parecía estar en trance clamando el permiso de sus antepasados para instruir a Alexia. En los más emocionante del preludio, dos se pusieron de pie y nos hicieron señas de seguirlas. —Carmina ha dicho que nos acompañen. Jon y yo correspondimos miradas, sin saber cómo oponernos nos tocó simplemente seguirlas. Nos condujeron a una tienda. Ambas se quedaron a fuera y una nos hizo señas de entrar. Apartamos las cortinas de la entrada y del otro lado, había varias mujeres completamente sin nada cubriendolas, parecían vestirse. De inmediato Jon y yo dimos la vuelta con intención de salir, pero las de afuera nos apuntaron con diferentes armas afiladas. —¡Entren! —Decretaron amabas al unísono con fiereza. No tuvimos más que ingresar de nuevo. Todas siguieron desvestidas, mientras con sus manos preparaban varias prendas en cuero rústico. Jon estaba tan sorprendido como yo, apreciando de reojo la inesperada vista. Ninguna de las presentes padecía de un mal atributo físico en mi escasa ojeada. Tanto Jon como yo, de inmediato inclinamos la vista al suelo. —¿Qué? ¡Nunca habían visto a una mujer desnuda! —Exclamó una como si se tratara de algo normal para ellas estar así unas con las otras. Ninguno de los dos pudimos decir algo en respuesta. Pero mis pensamientos fueron claros. “A más de una en el mismo lugar, nunca” —Dense prisa que no tenemos toda la noche para esperarlos. Carmina pidió que cambien sus ropas, desvístanse. Jon no pudo contener una sonrisa, seguramente me había escuchado. Todas las demás que se cambiaban reían al notar nuestras caras con gestos entre picardía y obediencia sin despegar la mirada del suelo. —Tú primero—Ordenó la misma refiriéndose a Jon. Sonreí inevitablemente también al escuchar claramente los pensamientos de Jon. “En estos momentos es cuando vale la pena haber sido parte de una maldición” “¿Entonces, te somete lo que puedes apreciar con tu mirada?” Obedecía deshaciéndose de lo que lo cubría mientras no podíamos evitar mantener esas risas. Mostró un gesto muy particular, después de respirar profundamente. “Quizá influye un poco el hecho de que soy un hombre y que entiendo lo que buscan en ambos, pero bien sé que no accedería”  La conversación entre los dos se dio en nuestros pensamientos. Se me escapó una risotada. —Tú, date prisa, o me obligarás a arrancarte la ropa—Exclamó la misma que había pedido que Jon se desvistiera. “Suena divertido, me gustaría ver eso” Pensé de nuevo en son de broma. Jon fue quien rió a carcajadas sin alzar la vista hacia ellas. Al estar al descubierto pasaron a nuestras manos unas prendas en pieles. Todas las presentes no quitaron la vista de ambos hasta que estábamos cubiertos por una corta saya que más parecía una diminuta falda en badana. Todas tenían una expresión de asombro. —Acuéstense, por favor— Ordenó otra de voz más dulce. —¿Acostarnos? —Repitió Jon. Ambos teníamos la vista inclinada, vimos pies descalzos acercarse a nosotros. —Mirame si eres fuerte. Jon obedeció, y así encontrándose con los ojos de una mujer joven y fuerte. —No tenemos permitido hacer nada más con ustedes que lo que Carmina nos ha designado. Se acuestan allá o harán que los obligue y no prometo ser tan cordial si no acatan lo que les he pedido. Al frente había varias pieles lanudas, no parecía un lugar incómodo. Los dos nos quedamos petrificados, con los pensamientos atorados. El resto que aguardaban nos sujetaron con fuerza y ambos caímos acostados sobre las suaves pieles después de sentir el empujón por los hombros. En instantes estábamos rodeados por ellas, quedamos embrocados. —Deben poner a prueba el corazón de nuestra hermana para eso debe mantener concentración a pesar de lo que ella pueda escuchar.  Tanto Jon y yo nos dedicamos miradas de confusión. De pronto manos calientes se deslizaban en mi espalda, tocaban con fuerza cada musculo, masajeando las áreas con tensión. Pude ver que Jon se había puesto rígido, pero le dieron un manotazo en la cabeza. —¡Debes relajarte! —¡Tú también! —Mencionó otra después de sentir un golpe fuerte en mi frente. —Los dos respiren profundo, parece como si nunca antes hubieran tenido a una mujer complaciéndolos. —Parecen dos potros salvajes, sin ser montados—Exclamó otra. Ambos sonreímos divertidos. ¡Cuánta razón! Después de un rato, ambos consideramos no oponer resistencia, muchas manos recorrieron piernas, tobillos, brazos y cuello. Algunas se ayudaban embrocándose en mi espalda, y sentía la piel de su torso deslizarse. Era inevitable no resoplar, pero era por la reacción de los masajes localizados en áreas que necesitaban descansar de la tensión muscular. Después sentí que alguna que otra se paró en mi espalda. Solté un quejido de complacencia, al igual que Jon. Nunca antes había recibido tal atención por parte de ninguna mujer. Cada articulación que tocaron fue resuelta en un tronido suave que me dejó extasiado. —¡Wow! —¡Oh, sí! De pronto la inhibición quedó en exclamaciones de verdadero éxtasis con todas las expresiones posibles y todas las vocales usadas por nuestro lenguaje verbal. Cuando volví en sí imaginé lo que podría estar pensando Alexia y el resto de la tribu afuera. Jon y yo intercambiamos miradas una vez más, intentando estar en común acuerdo ante lo indudable.  —¡Pónganse de pie! Obedecimos. Jon tenía la piel iluminada por el aceite que le habían aplicado, seguramente me veía igual. Todas las presentes parecían sorprendidas al recorrernos con sus miradas de pies a cabeza. Obligaron que quedáramos de rodillas posteriormente, peinaron nuestros cabellos trenzándolos. Fue una experiencia gratificante, sin tomar en cuenta que tuvimos que cerrar los ojos al tener sus torsos tan cerca de nuestros rostros.  Nos dieron a beber un brebaje caliente, posterior a eso, todas tenían mantas cubriéndolas. —Es increíble lo que hoy ha pasado ante nuestros ojos. Somos el grupo de las que desconfiaba de ustedes y de sus instintos. Nuestra líder tenía razón, ustedes son diferentes. Lo que hemos hecho, tan sólo lo hacemos con nuestras hermanas, son parte de nosotros y de nuestra tribu. Es nuestra manera de aceptarlos como hermanos. Ambos sabíamos que había sido una prueba, tenían que notar en nuestro cuerpo una reacción en particular, y los dos habíamos salido victoriosos pues logramos mantener nuestros pensamientos en chistes y en gracia más que en la tentación de apreciar tantos cuerpos femeninos sin nada más que la belleza a flor de piel. Una vez más nos custodiaron hasta quedar de rodillas ante la hoguera ya allí también estaba Alexia, vestida como una de todas. Parecía enfadada o afectada, mientras Carmina sonreía anchamente. El rito continuó, a Alexia casi se le escapa un grito en cuanto el cervatillo fue degollado sobre la hoguera después de unas palabras de invocación. La sangre que brotó fue atrapada en un recipiente y con ella fue untada su frente, brazos y cuello. Mantenía un traje como el de Carmina, le quedaba perfecto. Comprendí que llamaban a los hálitos del bosque, el espíritu del cervatillo servía como la conexión entre ambos lados, el humano y el espiritual. Deseaban que el sacrificio de ese animal, le otorgará a Alexia mantener esa misma fortaleza para iniciarse en el camino de una guerrera de la tribu. Jon y yo éramos sus testigos, obligados a guardar los secretos de sus ritos de los cuales también éramos parte. Ambos intuimos que pondrían a prueba su espíritu. Percibí el cambio de energía en Jon. Pude ver que se puso de pie con intención de evitar la prueba en cuanto le dieron a Alexia el recipiente con la sangre del cervatillo para que la bebiera. Imposibilité que Jon interrumpiera el culto final. —Jon ella estará a salvo. Piensa que puedes ir de otra forma. Respiró hondo. Alexia con aversión y repugnancia, bebió del recipiente. Cayó de rodillas al suelo después de beber, en ese instante le mostré a Jon como acompañarla. Él también quedó inconsciente en el suelo, después de aceptar ser hechizado por voluntad mía. Alexia había ingresado a una dimensión donde varias clases de los espíritus habitan. Jon ya estaba custodiándola. En visiones pude ver que Alexia iba de su mano guiada por él en esa dimensión para evitarle algún peligro. Si Alexia era destinada para ser guerrera debía despertar de ese trance, de no ser así, podía quedar en parálisis por eso había enviado a Jon a protegerla. Comprendí el porqué de llamarse así el Ritual de sangre. Me incliné para cuidar el cuerpo de Jon. Quien estaba consciente conmigo y al mismo tiempo con ella, algo que sin duda sólo Jon podía efectuar aparte de mí.  Carmina me observaba fijamente, parecía comprender lo que estaba pasando entre Jon y yo. Le sonreí y me incliné al oído de Jon. —¡Jon es momento de volver con ella! Jon acató a mi voz y despertó, posteriormente Alexia. Ella respiraba con dificultad, tosía con fuerza para inhalar profundo. —Es aceptada por nuestros antepasados, al igual que los hombres que la acompañan para estar en nuestra tribu— Mencionó la sacerdotisa también en trance. Todas las que estaban sentadas se pusieron de pie sujetándose de las manos. Ayudé a Jon ponerse de pie. La sacerdotisa acercó sus labios a los oídos de Carmina, para mí no fue difícil comprender lo que le explicó. Después de cantar entre todas, Carmina alzó la voz. Habían honrrado el espíritu y el cuerpo del pequeño animal. —Mañana comienza el entrenamiento de esta pequeña entre nosotras. La carne del cervatillo fue cocinada y servida a todos, había sido un gran inicio de la noche para nosotros como para Alexia. 
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