Marcas II

2979 Words
(Jon narración)  Me sentía un poco nervioso y a la vez entusiasmado. Tenía la probabilidad de volverme a encontrar con la misteriosa doncella. Me paseaba por el bosque entusiasmado, al ver el encino detuve a Bruno. Me desmonté mientras pensaba bien cómo le diría que deseaba conocerla mejor. Pasó un largo tiempo y nadie se asomaba, sonreí acordando conmigo mismo preguntarle a mi padre por ella y buscarla. Estaba por irme cuando una voz se dirigió a mí. —Príncipe Gabriel, te dicen así, ¿verdad? Me volví en dirección a donde percibí su voz. El mismo hombre que había visto llegar el día anterior con mi padre estaba sentado sobre una roca y su mirada mantenía una familiaridad conmigo que no podía concebir. Sonreí al escucharlo, estaba convencido que sería alguien culto o algún cortesano con mil maneras de reverenciarme, pero sonó familiar y amable. —Quienes no me conocen, sí. En mi familia todos me llaman Jon.   Se puso de pie y me sonrió también. —Hola, Jon. Puedes llamarme Albor, así me llamaba mi madre.  Su nombre me hizo saber que por fin estaba ante alguien elegido por mi padre para combatir. —Entonces usted es quien mi padre ha designado para mi iniciación. Soltó una risa. —Parezco mayor que tú, pero no somos tan distintos. Sé que seré de ayuda para reforzarte en combate y otras cosas, pero no seas tan formal, Jon. ¿Te gustaría que te llame Príncipe Gabriel en todo momento? Lo negué de inmediato. Me sentí aliviado. Todo el tiempo escuchaba ovaciones, aplausos, aclamaciones, fue cómodo ser percibido con simplicidad, como un hombre simplemente. —Jon, es suficiente. —Bien, ¿entonces me decías? —Sí. Mi padre me ha dicho que eres alguien conocido para él y que lo has apoyado en adiestramiento, al igual que tu padre. —Así es, Jon. Mi padre se llamaba Augur. No pude evitar mostrarme sorprendido. Mi padre siempre hablaba de él. Cuando nací él tenía varios años de haber fallecido en una batalla. —Entonces, ¿tú eres el Príncipe del Alba? Rió abiertamente, y me dio la mano. —Albor, es suficiente. Mostré una sonrisa y nos estrechamos de brazos. —¿Albor? ¿Cómo te llamas realmente? —Sabes, Jon, me agradas. Has sido elegido para ser instruido por mí, de hecho, eres alguien que pertenece a cosas que no creerías. Empecemos porque tienes razón, mi madre me llamaba Albor, pero no es mi nombre, me llamo Jehiel. Eres muy audaz, perceptivo y muy observador. Te he visto desde hace mucho y te he tomado aprecio. De modo que te he visto de cerca, aunque seguramente no te hayas dado cuenta. Seré más como un hermano mayor para ti, tu padre me ha pedido custodiarte en vez del General, ya sabes, él estará en continuos viajes desde ahora y es totalmente necesario que te conviertas cada vez un guerrero fuerte, y esperemos que en un futuro no muy lejano en uno invencible. La idea de tener a alguien como él me resultó agradable. Nunca imaginé que detrás de esa amabilidad y servicio un verdadero guerrero yacía. —Bien, para iniciar en el camino debes saber Jon, que el verdadero fin de un guerrero es mantenerse siempre preparado ¿Listo? Tomé firmeza muy dentro de mí al oírlo hablar. —Listo. Me lancé a él y fue humillante, nuestro primer combate cuerpo a cuerpo fue sorprendente, me venció en dos movimientos. —No debes convencerte que no sabes nada, Jon.  Tu manera de pelear estuvo forzada a atacar, no debes pensar en ningún movimiento sino actuar con tu mente, con tu cuerpo, con tu corazón, sin pensar si ganas o pierdes sino en sobrevivir. Pasé ese tiempo a su lado mientras me instruía. Fue interesante darme cuenta que tal como me lo había dicho me conocía, además que me habló un poco más de sí mismo y la labor que efectuaba con mi padre. En unas semanas a su lado mi cuerpo no sólo se volvía más fuerte, sino que me divertía. Aprender con él siempre se volvía muy interesante, llevaba a hechos cosas que ningún libro que hubiera leído antes tuviera en sus páginas. Varias veces antes del entrenamiento me ponía a bailar y a moverme raro, pero eso me armonizaba internamente y comprendí que todo tiene sincronía y una forma de movimiento. Cada vez que algo se me dificultó o me daba problemas, en lugar de decirme cosas hirientes o forzar mis propios límites, me animaba a no rendirme. Cada noche caía exhausto, sin poder ni siquiera soñar por el cansancio. A donde Nigromante iba, yo también. La mayoría del tiempo la pasábamos uno cerca del otro. Poco a poco nos volvimos muy cercanos, nos complementamos como verdaderos hermanos, logré aprender mucho a su lado y también le compartí mis conocimientos y mi propia manera de comprender todo a mi alrededor. Hacíamos una rara dupla, donde uno cubría la espalda del otro. Nigromante también ayudaba a mi padre en diferentes asuntos y trabajos en el Reino. Mi padre siempre lo llamaba Nigromante, nunca le dijo su nombre. No tenía muy claro el porqué de llamarlo así, un Nigromante es un hechicero que usa sus poderes con fines realmente oscuros. Una tarde mientras lo esperaba como siempre en el punto de reunión, en vez de llegar él, para mi sorprensa volví a encontrarme con la doncella misteriosa. Estuve tan ocupado las últimas semanas que tan sólo la mencioné un par de veces a Nigromante sin poder hablarle de nada al respecto a mi padre. Estaba realmente sorprendido y contento de volverla a ver. —Príncipe Jon—Saludó amablemente, acercándose a mí. Mi entrenamiento con Nigromante era riguroso. Siempre me quitaba todo lo que me cubría por el torso para no ensuciar o sudar las ropas e irme empapado de regreso al castillo. Estaba descubierto ante ella, y por primera vez en mi vida no me sentí cohibido ante una dama. —Jon es suficiente. Su mirada se enfocaba en la mía. Le sonreí amistosamente. —Quizá no lo sospechas, pero me complace volverte a ver.   Mostró un gesto de estar sorprendida ante mis palabras. De inmediato noté cierto nerviosismo en ella.   —¡Te da gusto volver a verme! ¿De qué hablas, Jon? Si algo aprendí es que no hay peor lucha que aquella que no se intenta. Rompí cualquier distancia entre ambos, quedando demasiado cerca de ella. Mi mirada no podía guardarme el secreto, seguramente corroboraba lo mucho que me gustaba verla ante mí. —Sólo sé que tu belleza es impresionante. Estaba con los ojos abiertos fijos en los míos, ni siquiera parpadeaba. Reí al verla tan asombrada. Tomé una de sus delicadas manos. —Necesito saber tu nombre, quiero mantener cercanía contigo y para ello deseo que me permitas… No pude terminar de decirle lo que tenía que expresar. Me interrumpió de inmediato mientras ese desconcierto seguía en cada rasgo de su tierno rostro. —Espera, espera. Vine a ti con una sola intención… —Entonces espero que esa intención sea la misma que la mía. Sujeté con fuerza su mano y acerqué mis labios a los suyos, acercándola a mi cuerpo. Rápidamente colocó su otra palma en mi pecho dándome un suave empujoncito, impidiendo que el beso se lograra. —Pues antes de que se te ocurra decir una palabra más… Sonreí satisfecho, de verdad que me estaba gustando que se pusiera difícil conmigo. —Debes saber que yo… Con mi otra mano sujeté su cintura. Pude notar que cada vez en su mirada se asomaba más el horror. Solté su mano y preferí abrazarla. —No soy el tipo de hombre que juega con sus palabras. Tú nombre, dímelo… Lo negó con la cabeza. Sonreí complacido ante su negación rotunda. Algo de todo eso alzaba mi gusto por ella. Al tenerla apretada contra mí, hice por besarla una vez más, pero antes de que mis labios tocarán los suyos, uno de sus finos dedos tocó mis labios, sutilmente pero apartandome. —No niego que sabes ser persuasivo, pero Jon, no es posible lo que pretendes. No conoces la verdad, mi verdad. —¿Qué verdad? Nada importa. Rió divertida. —No lo habría siquiera imaginado, pero Jon… ¡Qué necio eres! —Exclamó a toda voz, parecía un poco divertida, mientras mis labios seguían de insistentes en mimar los suyos. Con ambas manos sujetó mis hombros. —Bien, te daré un beso, pero primero te mostraré algo, si después de eso decides que te bese lo haré… Asentí con la cabeza, sabiendo que nada me sacaría de la cabeza el deseo feroz de besarla. Si me lo permitía estaba dispuesto a decirle mucho sobre mi futuro a mi padre con el Reino siendo ella mi prometida. Sonrió ampliamente y suavemente movió la cabeza de un lado para el otro, como negando algo. Sentí que mis brazos apretaban un cuerpo diferente, y al enfocar su mirada, en mis brazos estaba Nigromante. Me quedé petrificado sin creer lo que veía ante mí. —¿Aún quieres un beso mío? Espantado lo avistaba. Aparté las manos de su cintura, estaba tan impresionado que tan sólo pude dar unos pasos hacia atrás, mientras cualquier idea en mi mente estaba hecha una trabazón. Intenté respirar profundamente para retomar ideas. En cuanto me sentí apto para hablar, las palabras me salieron a gritos. —¿Qué demonios pasó con ella? ¿Qué haces tú aquí? Se encogió de hombros, apenado. —Jon, lo siento. Cuando me hablaste de ella supe que tenía que decirte la verdad, así fue decidí venir hoy con la intención de mostrártelo. Respiraba agitado mientras sentía el corazón exaltado a punto de detenerse de la impresión. —¿Qué rayos eres? —Ahora tendrás más claro porque tu padre me dice Nigromante, es un apodo que recibí por mis disfraces. Ya te contaré porque es posible todo esto… ¡Jon!! Todo se volvió oscuro y al despertar estaba en mi cama. Mi padre estaba a mi lado, y sonreía. —Hijo, ¿cómo te sientes? Me recosté, comprendiendo lo evidente. Eso explicaba la familiaridad de su mirada, y que mantenían en común algunos rasgos. —Mejor. Padre, ¿Tú sabias que él es…? Apretaba los labios, queriendo contener una sonrisa. —Bueno, si te sirve de consuelo me pasó exactamente lo mismo. No pude evitar suspirar, podía discernirlo hasta ahora como divertido. —Sé que es algo inusual para ti, pero cuanto más lo conozcas sabrás que Nigromante es una de las muestras que la vida no es solo lo que crees conocer. Augur me hizo exactamente lo mismo para probar mi corazón de guerrero, solo que en ese entonces mi vida era muy diferente a la de ahora. Me quedé fuera de sí mismo durante mucho tiempo, fue una prueba que afrontaste bastante bien, no hiciste por abusar de ella a pesar de estar solos en un bosque. Bien, Jon me alegra que te sientas mejor y que hayas aprobado esto, de no ser así, no podría heredarte menos adiestrarte en nada más. Nigromante quiere verte. Respiré profundamente. —De acuerdo. Me dio una palmada en el hombro riendo, y se marchó de mi alcoba. Al instante ingresó Nigromante sonriendo, al verlo me puse de pie. —¡No pudiste decírmelo antes! ¿Por qué lo callaste? —Cuestioné de inmediato sonriendo. —Porque no quería, ya sabes, desilusionarte. Debía encontrar el momento. —Nigromante, eres un hombre. Esa es la verdad. No hay otro camino que ser sincero. —Lo sé, pero me agradó mucho reconocer que hay mucha pureza en tu corazón, además que cuando te pones de enamorado de verdad que eres terco y persistente. Solté una risotada y nos estrechamos de brazos. Desde ese día, nuestra alianza como hermanos se hizo más fuerte y se volvió usual vernos juntos todo el tiempo, quizá fue la primera persona que en verdad se insmiscuyó en mi corazón primero como una hermosa doncella y luego por una hermandad que valía su peso como si la sangre lo reclamara asi.   Comprendí su naturaleza al saber su origen y él conocía la mía, especialmente mi manera auténtica de tomarme muy en serio mis deberes. Desde muy pequeño me habían instruido en muchos oficios, Nigromante me llamaba pequeño Erudito. Pasó el tiempo y llegó el día en que al estar mejor preparado físicamente y en las condiciones mentales adecuadas se dio mi iniciación como guerrero. Consistió en  una ceremonia-ritual precedida por Nigromante al no contar con los sacerdotes que solían acudir en el pueblo de mi padre. Tuve que enfrentar a un oso y sobrevivir varias noches sin armas ni comida. Al haberlo conseguido y sobrevivir, me sentí desde entonces identificado con la naturaleza que entre el caos la vida persiste. Las marcas que tengo en mi cuerpo, cuentan esas historias que he tenido como guerrero, especialmente la que atraviesa mi costado y parte de mi pecho, el oso casi me mata ese día, pero sobreviví, y para ello tuve que elegir si él vivía o yo. Honré su vida guardando la fiereza de su lucha dentro de mí, una parte de su espíritu se quedó conmigo para acompañarme durante mi camino de guerrero y Príncipe. La mejor conquista fue permanecer con vida. Fue allí que descubrí que tarde o temprano no podemos negar lo que somos, mi fe siempre estuvo atenta a mi camino, aunque yo no lo supiera así, la vida nos exige ver las pruebas como un rayo de luz para ser competentes. Posterior a mi iniciación mi preparación como guerrero continuó, Nigromante perfeccionaba mi estado físico y técnicas de combate, mi padre a usar armas y mantener mis reflejos y destrezas en muchas artes de pelea. Él solía decir que ninguna disciplina tenía completas sus enseñanzas y que el camino de un guerrero nunca termina. Lo cual ahora comprendo. Nigromante ha sido parte de mi familia incluso desde antes que yo lo supiera. Con él aprendí mucho sobre cosas que parecen ilusión, también me instruyó en asuntos más internos y un poco de conocimientos irregulares para cualquiera que no sepa del poder natural. Su naturaleza es un raro balance entre energía oculta y humanidad, predominando más el primer elemento en su personalidad, es un ser consiente y racional, devoto, servicial y amable pero siempre hay en él un lado perverso juguetón, como lo sería cualquier espíritu esencial, además que su apariencia física es más sobrenatural que humana. Sin embargo, predominan sus rasgos masculinos humanos, aunque su belleza sea fuera de lo común y no se le pueda juzgar de tradicional al verlo fijamente. Por eso rara vez se muestra tal cual, la mayoría usa disfraces. Según él, el alma no tiene género, así que no es difícil para él asumir cualquier apariencia. Alexia ha sido la tercera persona que lo ha tratado tal cual. De todas las cosas que hemos emprendido juntos, jamás pensé que un día bebería con él hasta embriagarme. Detrás de un acto inocente, Nigromante tiene un cometido, nunca aprueba algo peligroso por simple diversión, su conducta es juguetona pero no es alguien que carezca de excelentes habilidades, conocimientos y experiencia, nunca se sabe para dónde va su verdadera intención. Como bien detallé, Nigromante es soberanamente improcedente para cualquiera que deseé desentrañar su manera de actuar. Volví al bosque comprendiendo lo que ocurrió para tener tal vivencia, todo a mi alrededor se difuminó y la luz se extinguió quedando de nuevo todo en oscuridad. Escuchaba la marea y las aguas agitarse. Al menos estar inconsciente me mantuvo recordando lo mucho que nos habíamos querido al conocernos, sobre todo de parte mía, que me estaba enamorando de uno de sus disfraces hasta que un día me lo hizo saber y casi mi corazón se detiene. Por eso no caigo en su exorbitante belleza cada vez que se disfraza. Y por eso suele fastidiarme o hacer bromas al respecto. —¡Despierta, dormilón! Abrí los ojos y me sentía totalmente recuperado. Tan normal y sobrenatural como siempre. Lo vi ante mí, sonriendo anchamente. —¿En qué piensas? Pareces aún en otra dimensión —Su voz me hizo salir de mis profundos pensamientos. —Es verdad. Volví a ese día que te conocí y te burlaste de un tonto. Soltó una carcajada estrepitosa, algo tan propio de Nigromante. —Suenas nostálgico… Una vez más me arrebató una sonrisa. Siempre lo logra. Hubo un momento en mi juventud donde sentí una lástima verdadera que no fuera una chica tal cual, pero lo superé es un ser maravilloso y nos una una hermandad indestructible. —Quizá. Si me hechizaste para recordar uno de mis más gratos recuerdos te lo agradezco. —Un placer Jon, que triste que lo nuestro para algo más no hubiera funcionado. Esa boca suya siempre echando a perder mis buenos momentos, pero tenía razón, una de las marcas que me parecía agradable. ¡Quien mejor que él para comprender! —No sé cómo es que termino haciéndote caso si ya te conozco. —Sin rencores Jon, sé que soy bello. Bien, prepárate, tienes un oponente. Sé básico no letal, por favor. Sonreí ampliamente —¿Puedo saber si esa persona en cuestión es una Princesa? Me estrechó la mano y me ayudó a ponerme de pie. —Debes verlo por ti mismo. Vámonos.                     v Tal vez tenía todavía mucha agua dentro la cabeza, pero una vez más logró entusiasmarme la idea de enfrentarme con alguien, como cuando buscábamos acción lejos del castillo para poner a prueba mis conocimientos. Mi vida había dejado marcas en mi corazón y en mi cuerpo algunas cicatrices señales de una buena experiencia o conquista y otras una prueba de que vencer no lo es todo sino también aprender y crecer desde lo que somos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD